martes, 2 de julio de 2024

Socavando nuestros Principios....

Migración y asilo en Europa (fronteras, narrativas e intereses) Con el Pacto de Migración y Asilo, Europa refuerza su modelo de externalización de fronteras, respaldado por narrativas e intereses económicos específicos. Un enfoque que no solo es securitario, cortoplacista e ineficaz, sino que también pone en riesgo a las personas migrantes, compromete las relaciones exteriores de la UE y socava sus propios valores fundamentales. 01 julio 2024 [Migración y asilo en Europa (fronteras, narrativas e intereses)] Artículo Ana Mangas «Como comunidad global, nos enfrentamos a una elección. ¿Queremos que la migración sea una fuente de prosperidad y solidaridad internacional, o un sinónimo de inhumanidad y fricción social?», dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en 2018. Más de seis años después, parece cada vez más claro que la segunda opción está normalizándose en Europa, donde hace unos meses se aprobó, tras cuatro años de negociaciones, el restrictivo Pacto de Migración y Asilo. El acuerdo, que atiende a aquella inmigración que llega de modo irregular y la parte de esta que solicita protección internacional (asilo), ha generado importantes críticas, especialmente de parte de las ONG. Estas sostienen que el pacto consagra la Europa fortaleza, que lleva años en marcha. El Acuerdo estaría enfocado en «ordenar, homogeneizar y coordinar la gestión» más que en facilitar el asilo, y en regular más «la responsabilidad que la solidaridad» de Estados ante las llegadas irregulares, según la investigadora del Real Instituto Elcano Carmen González. De hecho, la UE, que se compromete a reubicar 30.000 personas al año entre los países miembros –hubo 380.000 intentos de entradas irregulares en la UE en 2023, según Frontex–, establece con el nuevo pacto una solidaridad a la carta, ofreciendo a los Estados la alternativa de pagar una penalización de 20.000 euros por cada traslado rechazado. Contribuciones económicas que podrán ir destinadas, por ejemplo, a los países comunitarios que enfrentan más presión migratoria o también alguno de los países de fuera de la UE de donde proceden los migrantes. Según las ONG, el Acuerdo estaría enfocado en «ordenar, homogeneizar y coordinar la gestión» más que en facilitar el asilo La principal crítica al Acuerdo es que consolida definitivamente el modelo de externalización de fronteras y sus nocivas consecuencias. Estas incluyen la distorsión y condicionamiento de las relaciones exteriores europeas con sus vecinos del Sur, así como una mayor vulnerabilidad europea frente al chantaje político que se vale de las migraciones, como ya ha sucedido en ocasiones con Turquía y Marruecos. Además, se refuerzan regímenes autoritarios con fondos de la UE, se perturban las dinámicas internas de las regiones africanas y se financian indirectamente mafias. También se contamina el uso de los fondos europeos destinados a la ayuda al desarrollo, que, según Oxfam, estarían siendo instrumentalizados para la contención migratoria. Todos estos factores, junto a las sistemáticas violaciones de derechos humanos producidas a lo largo de las rutas migratorias que el sistema de externalización de fronteras en cierto modo propicia, minan la defensa de los derechos por parte de la UE y socava sus propios valores, como recoge este exhaustivo estudio de la Fundación porCausa. Otro de los elementos espinosos es la creación de «un espacio jurídico de no entrada», ya que durante el tiempo en el que se examina la solicitud, las personas podrían ser obligadas a permanecer retenidas en instalaciones específicas a la espera de la resolución que les conceda el asilo o las expulse. Aunque físicamente se encuentren dentro del territorio de un Estado miembro, no se considera que hayan entrado legalmente, creándose así una especie de limbo jurídico, un intento de «consolidar las fronteras como espacios de no derechos», según denuncian desde Fundación Alternativas. En definitiva, el pacto externaliza las responsabilidades de asilo y migración a través de acuerdos con terceros países, sin poder evitar realmente las movilizaciones forzadas a consecuencia de las inestabilidades sociopolíticas o la crisis climática, entre otras múltiples causas, ni lograr tampoco poner freno a las mafias, que tienen una capacidad innata para reorganizarse. Este sistema forzará a los migrantes a tomar rutas más peligrosas y, por lo tanto, está lejos de garantizar la solidaridad, los derechos humanos y la eficacia. La narrativa antinmigración ha permeado por completo el discurso público y político a escala europea y global Pero entonces, ¿por qué se consolida un modelo securitario, cortoplacista y que criminaliza al inmigrante si, además, no funciona para abordar los grandes desafíos que conllevan los flujos migratorios? Hablemos de narrativas y de intereses económicos. A pesar de que la inmigración es tan antigua como la humanidad misma y que las investigaciones demuestran que ofrece valiosos beneficios tanto para los países de origen y como de acogida, la narrativa antinmigración ha permeado por completo el discurso público y político a escala europea y global. Este fenómeno se debe al auge del populismo y fuerzas de ultraderecha, que han convertido la inmigración en el eje de su batalla política, pero también al efecto amplificador de los medios de comunicación y al mayor protagonismo del elemento identitario en nuestras sociedades, así como a la falta de un discurso alternativo por temor a la pérdida de votos, que ha llevado a los partidos tradicionales europeos a hacer suyo el discurso antinmigración. Hoy la percepción sobre los flujos migratorios es de amenaza y, por lo tanto, el motor político es la seguridad. Más allá de la intangibilidad de las narrativas, hay elementos más cuantificables, como es el coste estimado del presupuesto destinado a la externalización de fronteras de la UE, que rondaría los 9.344 millones de euros de presupuesto entre 2004 y 2024, según porCausa. Esta fundación analiza en una de sus investigaciones la Industria del Control Migratorio, un «negocio multimillonario que se financia con dinero público» en el que participan sectores como el de la seguridad y defensa, tecnológicas, empresas de seguridad privada y compañías aéreas y logísticas, entre otros. «La migración es una expresión de la aspiración humana a la dignidad, la seguridad y un futuro mejor», exsecretario general de la ONU, Ban Ki-Moon Por el momento, y dados los resultados de las recientes elecciones europeas, con un Parlamento escorado a la derecha y con una fuerte presencia de fuerzas de ultraderecha, nada augura nuevos esfuerzos por lograr una política europea de migración y asilo que ponga en el centro los derechos de las personas y la solidaridad. Los Estados tienen un plazo de dos años para implementarlo, y es inevitable preguntarse si al final se llevará a cabo cuando, al mirar el horizonte de 2024 y 2025, vemos que la presidencia del Consejo de la UE estará en manos de Hungría, Polonia y Dinamarca, países que lideran el bloque europeo contra la inmigración. Mientras reflexionamos sobre la disyuntiva de si es mejor tener este pacto o no tener ninguno, sería conveniente no olvidar que «la migración es una expresión de la aspiración humana a la dignidad, la seguridad y un futuro mejor. Forma parte del tejido social, de nuestra propia constitución como familia humana», en palabras del exsecretario general de la ONU, Ban Ki-Moon. Como dice el escritor Mohsin Hamid, «todos somos migrantes a través del tiempo», también los europeos. 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