Tropecientos problemas, encallan a un capitalismo agotado.
El 7 de septiembre de 2006, Nouriel Roubini, profesor de Economía de la New York University, dio una conferencia en el Fondo Monetario Internacional en la que advirtió que en los próximos meses y años Estados Unidos se enfrentaría a una tormenta económica perfecta que comenzaría con una crisis hipotecaria que terminaría arrasando el sistema financiero global, secando los mercados de capitales, hundiendo la confianza de los consumidores y provocando, al final, una profunda recesión.
Dado que por entonces la inflación y el desempleo estaban bajos y la economía seguía creciendo a pesar de los altos precios del petróleo, el auditorio acogió sus palabras con escepticismo e incluso algunas risas.
Ahora ya nadie se ríe. Roubini es hoy un asiduo invitado del Congreso de EE UU y del Foro Económico Mundial de Davos y asesor de bancos centrales de todo el mundo. El pasado agosto, en una entrevista en el New York Times, definió así el problema: “Nos han dicho que tenemos un mercado hipotecario subprime. Lo que tenemos es un sistema financiero subprime”.
Como anticipó Roubini, el cáncer que se inició con las hipotecas de baja calidad se extendió a las más solventes y a todos los demás segmentos del crédito. Cuando cayó la primera gran torre de Wall Street –Bear Stearns–, el efecto dominó activó una fulminante reacción en cadena: las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, los bancos de inversiones Lehman Brothers, Merrill Lynch, Morgan Stanley, Goldman Sachs, la aseguradora AIG… o bien quebraron, fueron nacionalizados, obligados por el departamento del Tesoro y la Reserva Federal a fusionarse con otros bancos o se reconvirtieron a bancos comerciales regulados.
El nuevo Wall Street
Wall Street, en su forma tradicional, ha dejado de existir y se ha transformado en algo nuevo que irá tomando forma cuando se despeje la nube de polvo que ha levantado el derrumbe. El plan de rescate elaborado por el secretario del Tesoro, Henry Paulson, y el presidente de la Fed, Ben Bernanke, que por un coste aproximado de 700.000 millones de dólares absorberá los activos tóxicos de los bancos, probablemente recuperará cierta confianza en el sistema, pero las cosas nunca volverán a ser iguales.
Pero la Ley de Estabilización Económica de 2008, si finalmente se aprueba, empleará una cifra equivalente a lo que ha costado hasta ahora la guerra de Irak y superior al presupuesto anual del Pentágono y aumentará el déficit presupuestario del próximo año fiscal, que ya iba a ser de 500.000 millones de dólares. Y a ello hay que añadir los 85.000 millones del rescate de la aseguradora AIG y los 200.000 millones de la refinanciación de las hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac.
La operación de salvamento probablemente evitará un largo estancamiento como el sufrido por Japón en los 90 tras el pinchazo de su propia burbuja inmobiliaria, pero pocos dudan de que la recesión no vaya a durar al menos hasta 2010, lo que contraerá la capacidad importadora de EE UU, el mayor mercado del mundo. Tampoco el plan detendrá la espiral deflacionaria de las viviendas –que ya han caído un 25% en términos reales desde que comenzó la crisis, mucho más que durante la Gran Depresión, y podrían caer un 25% adicional antes de que el mercado se estabilice– o la drástica contracción del hipertrofiado sector financiero.
En Nueva York, el sector financiero representa el 25% de los salarios pagados en la ciudad y el 27% de los impuestos directos. Ahora, podría perder hasta 40.000 puestos de trabajo en ese sector y Londres hasta 100.000. Ken Lewis, director ejecutivo del Bank of America, estima que sólo la mitad de los 8.500 bancos del país sobrevivirán a la crisis.
La cifra del rescate es equivalente al 6% del PIB, pero es preferible al 16% que habitualmente cuestan las crisis bancarias. Los bancos centrales son los prestamistas de última instancia, porque los gobiernos son los aseguradores de última instancia del sistema financiero, el corazón de una economía capitalista.
Mayor control estatal
Pero el rescate no le saldrá gratis a Wall Street. El Congreso ha introducido en la ley varios mecanismos para que el Gobierno pueda recuperar el dinero de los contribuyentes, e incluso obtener algún beneficio, al reclamar acciones de los bancos participantes, limitar los sueldos de los banqueros y, si todo lo demás fracasa, un nuevo impuesto sobre el sector de servicios financieros que comenzará a aplicarse en 2014.
La revolución desreguladora iniciada en 1980 por la Administración Reagan dará paso a un renovado New Deal como el de los años 30 para devolver la cordura a los mercados. El Estado recuperará un mayor control de la economía, porque si algo ha demostrado la crisis, es que el capitalismo es demasiado importante como para dejarlo sólo en manos de los capitalistas.
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23 de 23 en Dinero
07/10/2008 08:16
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Comentarios (3)
david - 07/10/2008 09:26:18
el oro se pone de moda
PURO - 07/10/2008 08:36:21
LO BUENO DE TODO ESTO ES QUE SERVIRA PARA RESTAURAR EL COMUNISMO
Ferpas - 07/10/2008 01:43:29
En los años 30, Keyness cogió el timón de la economía mundial para restaurarla de los excesos del incipiente capitalismo. Pasaron las decadas y dijeron que sus ideas habian "pasado de moda". Pues bien, siglo XXI..... y nuevo batacazo del liberalismo descontrolado, y.....de nuevo los Estados como salvadores.
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