lunes, 6 de octubre de 2008

Entre malditos anda el juego.

Diderot frente a Liddell

Nórdica Libros edita 'El sobrino de Rameau' y 'Perro muerto en tintorería: los fuertes'

MADRID.- La editorial Nórdica Libros acostumbra a editar a autores tan clásicos como muertos, pero ahora edita un libro de doble sesión, de diálogo entre lo viejo y lo nuevo. El volumen contiene 'El sobrino de Rameau', obra póstuma de Denis Diderot, y el drama escénico 'Perro muerto en tintorería: los fuertes', que estrenó Angélica Liddell el año pasado en el Centro Dramático Nacional.


Diderot, filósofo ilustrado, motor primero de la Enciclopedia (con D´Alembert), y Angélica Liddell, dramaturga transgresora, ganadora del Premio Valle-Inclán 2008, frente a frente.

'El sobrino de Rameau' usa el género del diálogo, de abundantísima tradición filosófica, para ponerse a sí mismo en conversación con un bufón, que es sobrino de un famoso músico de la época, Rameau. Esta obra, escrita en la clandestinidad, es, según muchos, la obra maestra del filósofo. Se trata de un ataque corrosivo a los ambientes de salón y corrillos intelectuales y artísticos de la Francia del XVIII, previa a la Revolución.

El bufón, el 'artista', es un loco lúcido, "un compuesto de grandeza y bajeza, de sensatez y desatino", y el 'filósofo', le interroga sobre personajes reales del momento.

Sus hachazos dialécticos buscan denunciar a los que se nutren de gloria y dignidad social al amparo de lo establecido, los lacayos del poder. El poder figura aquí como acérrimo enemigo del 'loco', que se identifica aquí con la gran libertad y con la verdad.

Como dice Liddell en el prólogo "el principal cometido del bufón, de la estética, es la revelación". Y el poder es la manipulación: "Estaba yo un día a la mesa de un ministro del rey de Francia que tiene ingenio por 20; pues bien, nos demostró, tan claro como que dos y dos son cuatro, que nada les es más útil a los pueblos que la mentira, nada más dañino que la verdad. No recuerdo bien sus pruebas, pero de ellas se deducía sin lugar a dudas que los genios son detestables".

El bufón y el 'puto perro'
Frente al bufón diderotiano, Liddell presenta a su "puto perro", suma pues en su retórica antiinstitucional. "Soy la mejor medida para juzgar las debilidades de un sistema. Mido con mi resentimiento el grado de cobardía de un sistema. Mi rabia, mi rencor, mi malestar deben luchar contra la cultura. El arte debe luchar contra la cultura", escribe.

Su propuesta comienza con ese homenaje al bufón, pero el delirio continúa con esa propensión casi patológica que tiene Liddell hacia la dispersión en sus propuestas, que expresan una invariable enfermedad del mundo.

Como para Dostoyevski el pensamiento es consecuencia del clamor y del dolor virulento por los niños muertos, como para Cioran, la fuerza de cada individuo es proporcional a la percepción de su propia soledad. Para la Liddell el progreso es huir de una crisis germinal y vierte su frenesí de fiebre en los fosos de Auschwitz. Alguien clama en 'Perro muerto en tintorería': "¡Europa!", y los actores simulan un montón de muertos, yaciendo unos sobre otros. Dolor ciego.

Es comprensible que el culto al malditismo, el culto al bufón, haya unido a Liddell y a Diderot, a Diderot y a Liddell, a través de un par de siglos. Este libro de Nórdica parece estrechar distancias entre dos discursos mordientes y siameses en la premura editorial de la actualidad. La actualidad del malditismo.

Escribe Lidell en su prólogo: "No nos sonará tan raro si recordamos la reacción de algunos medios de comunicación ante las manifestaciones de los artistas en contra de la guerra. Censuraban la protesta de unos simples cómicos cuyo cometido debía ser entretener y estar fuera de la política. Los cómicos a sus comedias. El propósito consistía en aniquilarlos como ciudadanos".

El artista debe desarrollarse en la frontera de lo civilizado, su profesión de revelador le supone la mortificación del desarraigo y del silencio: "¡Lo he perdido todo! Lo he perdido todo por haber tenido sentido común, una vez, una sola vez en mi vida", chilla el sobrino de Rameau, el mendigo, lúcido e idiota al mismo tiempo.

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