Durao se sabe triunfador y hace de portavoz de la propuesta de la UE. en la reunión del G 20.
"Un pacto mundial de estímulos fiscales no habría ocurrido hace unos meses"
José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea. Foto Archivo
Analistas y expertos desconfían de las medidas de la cumbre y las tachan de poco eficaces (16/11)
El portugués José Manuel Durao Barroso participó en la cumbre en Washington del G-20 para poner en marcha la reforma del sistema financiero internacional, y para buscar soluciones a la crisis económica. Como presidente de la Comisión Europea, Barroso es miembro del G-8 y disfruta de silla permanente entre los gobernantes más influyentes del planeta.
Al término de la reunión, valoró los resultados y las perspectivas ante un reducido grupo de periódicos internacionales de la talla de The Wall Street Journal, Financial Times o Il Sole 24 Ore, entre los que que se encontraba elEconomista.
¿Qué implica el acuerdo de que toda institución financiera, producto y territorio deba someterse a regulación o a supervisión?
Es un principio general. Estamos muy satisfechos de que figure en la declaración del G-20, porque recoge el acuerdo previo de la UE.
¿Hay que regular los hedge funds, que ahora sólo están regulados indirectamente?
Es muy difícil decir qué ocurrirá en el ámbito global. En Europa, estamos estudiando si regularlos.
¿Se debe regular la retribuciones de los directivos?
Debemos evitar sistemas que inciten a no ser prudente: las grandes retribuciones por tomar decisiones a corto plazo que crean grandes riesgos a largo plazo. Nos hemos comprometido a hacer propuestas, pero aún estamos estudiando opciones. Debemos estudiar los aspectos técnicos y evitar efectos indeseados. Queremos que el sector privado contribuya a buscar soluciones a esta situación. No le interesa ser sospechoso. Debería preocuparle su reputación.
¿No cree que tras el G-20 los líderes europeos se han mostrado demasiado triunfalistas, asegurando que el mundo sigue a la UE?
No es malo que ocurra algo así. En general en Europa somos demasiado críticos con nosotros mismos. Estaría bien que exportáramos algo de autocrítica. No soy triunfalista. Pero observamos una convergencia hacia principios europeos.
De izquierdas o derechas, los europeos creemos en la economía social de mercado: mercados abiertos, sin olvidar la inclusión social, la seguridad social, el diálogo social, la educación y la sanidad públicas. Estas cuestiones se están discutiendo en EEUU ahora. Además, el presidente Bush fue muy elegante y cuando los asistentes al G-20 le felicitaron por convocarlo, reconoció que lo hizo porque se lo pedimos el presidente francés y yo.
Me refería a que la UE ha logrado que el G-20 se comprometa a reforzar la regulación financiera.
En Europa tendemos espontáneamente a una cierta regulación de la economía, pero lejos del control estatal. Incluso en Reino Unido, un país cercano a EE UU.
El G-20 promete crear colegios de supervisores para las entidades financieras internacionales, iniciativa sobre la que la UE no es capaz de ponerse de acuerdo.
Es, de nuevo, una idea europea, pero es cierto que choca con resistencias muy fuertes. Ahora que el G-20 la acepta, espero que todos los países de la UE lo hagan. No podemos decir que estamos de acuerdo en mejorar la supervisión, pero peor es no hacer nada.
¿Por qué no decidió el G-20 planes de estímulo contra la crisis?
El G-20 no decide. Adopta compromisos y los Estados deben cumplirlos. Dos compromisos muy importantes son retomar la negociación para liberalizar el comercio mundial y usar todas las medidas posibles de apoyo al crecimiento económico: políticas presupuestarias, monetarias, etcétera. Una declaración así no habría sido aceptada hace apenas unos meses. Ahora hay más conciencia del riesgo de recesión.
En la Comisión Europea estamos preparando un plan que propondremos el 26 de noviembre. No podemos improvisarlo, hay que coordinar a 27 países. Algunos en recesión, otros con crecimientos del 4 por ciento de su PIB.
¿Qué cabe hacer si el Pacto de Estabilidad prohíbe déficits públicos superiores al 3%?
El Pacto fue revisado en 2005 y dotado de una flexibilidad aplicable en circunstancias excepcionales como la crisis que vivimos. La amenaza ya no es la inflación, sino recesión y deflación. Los países que tengan margen de maniobra presupuestaria deben estimular el crecimiento y el empleo sin amenazar la sostenibilidad a largo plazo.
¿Está dispuesta Europa a que los países emergentes tengan más poder en instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI)?
Las instituciones internacionales serían más representativas y legítimas con más presencia de las economías emergentes. También es importante mejorar la eficacia. Todos los países influyentes deben estar representados. Y la Comisión Europea, porque tenemos competencias para presentar propuestas legislativas para todos los Estados de la UE.
¿Es realista que la UE esté representada por una silla única?
No se ha discutido en esta cumbre. Lo importante no es la cuota de votos, sino la coordinación. La UE en conjunto tiene más votos en el FMI que Estados Unidos. Pero no se traduce en que su peso sea mayor, porque actúa fragmentada.
¿Aumentar el peso de los emergentes es reducir el de Europa?
No lo plantearía como una lucha por ganar territorio. No tiene sentido que China, India o Brasil estén infra representados. Si la reforma de las instituciones de gobernanza mundial aumenta su eficacia, ganamos todos, aunque este debate suscite temas de estatus y prestigio.
¿Mejoraría la eficacia de las cumbres del G-20 si España y Holanda tuvieran silla permanente?
La Comisión Europea las apoya públicamente, y se lo hemos dicho a EEUU. Tiene sentido que España, octava potencia mundial, esté en el G-20. Su economía es incluso mayor que algún país del G-8. Holanda también tiene una economía y un sistema financiero mayor que muchos del G-20. Pero Polonia y Bélgica también. Y la cuestión se complica porque hay quien dice que en estos foros hay muchos europeos.
Y para respetar el equilibrio geográfico debemos admitir a países como Argentina o Sudáfrica. El formato no es perfecto. Espero que España y Holanda sigan siendo invitadas a las cumbres del G-20.
¿Qué han aportado los países emergentes a este G-20?
Brasil ha tenido una contribución y un liderazgo importante en la cumbre y en las reuniones preparatorias. China ha anunciado un programa de estímulo de la economía que se corresponde con lo que desde hace tiempo le aconsejamos. Debe promover su demanda interna; es una aportación contra los desequilibrios internacionales. Han sido los grandes beneficiados de la globalización hasta ahora.
Pero si no quiere ser contemplada como una amenza, debe aumentar su demanda interna, sus importaciones, y ser menos dependiente de sus exportaciones. También veo en China otra evolución positiva: es más cooperativa en las negociaciones sobre cambio climático. India insistió mucho en desarrollo y lucha contra la pobreza.
¿Qué sitio ha tenido la ayuda al desarrollo en esta cumbre sobre el sistema financiero?
Han participado Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Igual que India, han subrayado la importancia de apoyar el desarrollo. Habría sido obsceno que nos hubiéramos reunido para hablar de la crisis financiera y no de la pobreza. Si hablamos de apoyar la demanda global, lo mínimo que podemos hacer es hablar de los más pobres de entre los pobres.
¿Ha establecido ya contactos con Barack Obama?
Mientras mantenemos esta entrevista, el jefe de la delegación de la Comisión Europea en Washington y mi jefe de Gabinete, que es además mi representante en las reuniones preparatorias de las cumbres del G-8, están reunidos con Madeleine Albright. Se trata de un primer contacto.
¿Qué espera del nuevo presidente estadounidense?
Vamos a intercambiar documentos para ver qué piensa sobre temas como la globalización. Espero que podamos establecer una agenda transatlántica para trabajar juntos en esta cuestión. Obama ha hecho declaraciones interesantes sobre su manera de ver el mundo, y no parece alejado de nuestro enfoque multilateral de la gobernanza mundial.
Ahora existe una oportunidad de que el mundo trabaje unido. Hace un año no se daban las condiciones políticas adecuadas para reuniones como esta del G-20, en la que países tan diferentes hemos aprobado una declaración común tan densa.
¿Qué ha cambiado en un año?
Esta crisis demuestra que si no nadamos juntos, nos hundiremos juntos. Al principio, muchos pensaban que era un problema sólo norteamericano. Luego, que era sólo europeo y norteamericano. Al final, incluso China ve crecer el desempleo en su industria, porque una crisis en los países más desarrollados afecta a la demanda y a la confianza en todo el mundo. Y los inversores evitan las economías menos maduras. Todos estamos en la misma barca y no tenemos otra.
¿La globalización nos hace interdependientes?
Ante una crisis financiera como la actual podemos aislarnos cada uno en nuestro mercado nacional y dejarnos llevar por el proteccionismo y por el nacionalismo. Es una vía posible que descarto. Es equiparable al modelo de Corea del Norte. En la Comisión Europea, por definición, estamos a favor del multilateralismo, de trabajar para establecer reglas y enfoques comunes. Quizás hiciera falta algo parecido a la Comisión Europea en el ámbito internacional. Europa es una especie de laboratorio de la globalización.
Nosotros intentamos ir más lejos que el resto del mundo con nuestras propuestas para regular las agencias de rating o de calificación de riesgos, en la lucha contra el cambio climático, en la liberalización del comercio, en la lucha contra la pobreza... Confío en que la nueva Administración estadounidense quiera cooperar con la UE en estas cuestiones.
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