Pensiones: cambiar la lógica del sistema
Jordi Sevilla - 01/02/2010
¿Cómo nos puede seguir valiendo en el siglo XXI un instrumento corporativo de política social concebido a finales del XIX? Antes, en España, la sanidad también era una prestación de la Seguridad Social, como ahora las pensiones. Es decir, sólo accedían los trabajadores y se financiaba mediante cotizaciones. Luego, se convirtió en un derecho financiado con impuestos. Creo que ha llegado la hora de hacer lo mismo con las pensiones: de ser un sistema de seguro público financiado con cotizaciones, debe pasar a ser un derecho de ciudadanía financiado mediante impuestos generales. La demografía ayuda (seremos más viejos, pero más ricos) y el sentido común, también. Con ello, nos evitaríamos los actuales debates sobre recortes en las prestaciones.
Las proyecciones demográficas del INE ponen número a lo que ya todos sabemos: la población española será cada vez más vieja. A ello contribuyen dos factores: vivimos más tiempo y tenemos menos hijos. La inmigración estable y legal puede ayudar, como ha hecho en estos años, a cambiar este hecho. El envejecimiento de la población afecta a toda la economía y al conjunto de la sociedad. ¿Dónde quedarán las “planta joven” de algunos comercios? ¿Cómo serán los coches que conduzcamos de mayores con las limitaciones propias de la edad? ¿Podremos leer el tamaño de letra de los periódicos actuales? ¿Cabremos en los asientos de los aviones con nuestro reuma etc.?. Pero, sin duda, afecta al actual sistema de pensiones que se fundamenta en un principio: los activos pagan las pensiones de los trabajadores jubilados de acuerdo a unos baremos establecidos (edad legal de jubilación, años cotizados, cuantía de la misma, etc.).
Este sistema de seguros, creado por Bismarck a finales del siglo XIX y perfeccionado por Beveridge en 1942, plantea tres problemas: primero, deja sin cobertura de pensiones a todas aquellas personas que no han trabajado en el sistema productivo tradicional o no lo han hecho de manera convencional para cumplir los baremos; segundo, introduce limitaciones a la renta de sustitución (pensión máxima) que golpean a los trabajadores con sueldos elevados con alternativas en el mercado privado más rentables y tercero, hace depender todo el edificio sobre la cantidad de trabajadores convencionales que haya en cada momento.
Para evitar lo primero, se crearon las pensiones no contributivas, las de viudedad y las asistenciales. Para eludir lo segundo, se establecieron fuertes deducciones fiscales a los fondos privados de pensiones. Y, ahora, se nos plantea con fuerza la tercera restricción: si en el medio plazo habrá menos trabajadores cotizantes, habrá que alterar los baremos establecidos para que el sistema sea sostenible.
Yo planteo una ruptura con esa lógica propia de un estado corporativo (en realidad es un circuito cerrado de solidaridad solo entre trabajadores ya que la contribución empresarial es salario diferido) y de una economía industrial de “chimenea”. SEREMOS MAS VIEJOS, ES VERDAD, PERO TAMBIEN MAS RICOS COMO SOCIEDAD. Por tanto hay que romper la actual vinculación entre pensiones y salarios, pensionistas y trabajadores para VINCULAR PENSIONES CON RIQUEZA EN LUGAR DE CON TRABAJO. Es decir, hacer lo mismo que se hizo con la sanidad: convertir todas las pensiones en un derecho de ciudadanía que discrimina su cuantía en función de una serie de variables (necesidad, pero también, años trabajados) financiado no por los salarios de quienes trabajan (cotizaciones sociales) sino por la riqueza general del país.
Propongo una transición a veinte años que vaya reduciendo las actuales cotizaciones sociales a la vez que se crea e implanta un IMPUESTO GENERAL SOBRE EL GASTO vinculado al IRPF y a Sociedades y cuya base impositiva sería la diferencia entre lo ingresado cada año y lo ahorrado. Es decir, un impuesto sobre el gasto. Por otro lado, todas las pensiones se irían unificando en una sola cuya cuantía sería diferente en función de un número de variables que pueden incluir años trabajados, salarios percibidos o estado de necesidad.
Mientras sigamos dentro de la lógica actual, estamos abocados a propuestas de recorte como las presentadas por el Gobierno. Pero si miramos a nuestro alrededor y vemos que ni la economía, ni la sociedad de hoy tienen nada que ver con la de Bismarck (carreras profesionales discontinuas, periodos sabáticos, economía del talento, modelos variados de familia y de trabajador etc.) quizá concluyamos que el instrumento para asegurar las pensiones a los nuevos ciudadanos y no solo a los trabajadores de fábrica, no puede seguir siendo nuestra actual Seguridad Social. Al menos, a veinte años vista. LAS PENSIONES NO PUEDEN DEPENDER DE CUANTOS TRABAJEN SINO DE CUAN RICOS SEAMOS COMO PAIS, dado que las mejoras en productividad y la redistribución de la renta, permiten desvincular ambos lados de esa ecuación.
Creo que ese es el debate que merece un país moderno como España que no quiere mirar al futuro con las gafas del pasado. Y reconozco que hay mucho detalle pendiente. Pero el cambio de lógica, creo que es lo fundamental. No sé, ¿qué os parece?
No hay comentarios:
Publicar un comentario