Algunas ideas sobre la deuda pública (y 2)
Del ‘Blog de Antonio Argandoña’.- Hay también ocasiones en las que la deuda tiene mucho sentido. Si usted pide un crédito para montar un negocio, seguramente generará unos ingresos adicionales, gracias a los cuales podrá pagar los intereses del crédito sin empobrecerse por ello. Por tanto, las causas del déficit público que están detrás de la deuda que tenemos son importantes. Y, lamentablemente, una buena parte de nuestra deuda no sirvió para generar futuros ingresos.
Permítame el lector que abunde sobre todo esto con un ejemplo sencillo. Supongamos que tengo 100 euros, que puedo depositar en el banco, que me ofrece un interés del 10% anual. Y quiero comprar un traje, que cuesta 100 euros. El sastre me ofrece tres alternativas: pagar al contado, pagar dentro de un año con un interés del 10% anual o convertir mi deuda en una deuda perpetua, pagando cada año 10 euros durante infinitos años. ¿Cuál de las tres opciones es mejor para mí?
Respuesta: las tres son iguales. Si pago al contado, hoy dejo de tener los 100 euros que tenía, y dentro de un año no tendré nada en mi banco. Solo tendré un traje (que no está mal).
Si pago dentro de un año, mis 100 euros en el banco se habrán convertido en 110, pero entonces tendré que pagar 110 (nominal más intereses). Volveré a tener cero en mi banco, como en el caso anterior.
Y si convierto mi deuda en perpetua, dentro de un año tendré 110 en mi banco, pero tendré que pagar 10, de modo que me quedarán 100, que al cabo de otro año se habrán convertido en 110, de los que tendré que volver a pagar 10 y me quedarán 100, que dentro de otro año se habrán convertido en 100… y así hasta el fin del mundo. No estaré mejor que en las dos primeras opciones: tendré más activos en el banco, pero también tendré una deuda por el mismo importe.
¿Para qué sirve este ejercicio tan elemental? Para comprobar algo que dije en el post anterior (Algunas ideas sobre la deuda pública 1): bajo ciertas condiciones, la deuda es irrelevante. Pero bajo otras condiciones no lo es.
Primer caso. En el ejemplo anterior, si el tipo de interés que me ofrece el banco es, digamos, el 5%, o sea, es menor que el 10% de la deuda, dentro de un año mi cuenta corriente se habrá convertido en 105 pero tendré que pagar 110 al sastre: he salido perdiendo. O sea, si el rendimiento de la inversión es menor que el coste de los fondos, endeudarse es una mala idea. (En el caso de la deuda pública, lo relevante no es el rendimiento privado, el 5%, sino el social; si el conjunto de la sociedad gana el 10% ó más, la capacidad de devolver los intereses será mayor y el endeudamiento será una buena idea).
Gasto público e impuestos
Por eso dije más arriba que la causa del déficit es importante. En principio, el gasto público corriente debería financiarse con impuestos y no con deuda, porque el pago de pensiones, el sueldo de los funcionarios o el seguro de desempleo no generan nuevos ingresos futuros (aunque, claro está, satisfacen necesidades de los ciudadanos, que merecen ser tenidas en cuenta). La inversión pública, por su parte, puede financiarse con deuda, siempre que cumpla las condiciones anteriores, especialmente la de ofrecer una rentabilidad social más alta que el tipo de interés de la deuda (cosa que, me temo, no ofrecen muchas inversiones que en su día se calificaron como rentables, como las AVE a no se sabe dónde o los aeropuertos para no se sabe qué vuelos). Y si, como es lógico, la inversión pública tiene rendimientos decrecientes (los nuevos proyectos serán, probablemente, menos rentables que los anteriores, más necesarios), el argumento en favor de financiar la inversión con deuda es cada vez menos sólido.
Segundo caso. Si el volumen de mi deuda es demasiado alto, el que me presta el dinero querrá cubrirse de mi posible quiebra, cobrándome un interés más elevado, digamos el 12% (o sea, la prima de riesgo será del 2%). Y entonces la deuda vuelve a ser una mala opción, porque dentro de un año tendré 110 en el banco pero deberé pagar 112 al sastre. Este es, pues, un argumento contra un volumen de deuda demasiado alto.
En resumen: la deuda que se queda en nuestro país no es una carga para nuestros hijos, pero el reparto de costes (pagar los impuestos) y beneficios (cobrar los intereses) no será indiferente para la sociedad. La deuda que tenemos con el exterior sí es una carga para nosotros, porque es un pasivo para nosotros y un activo para los inversores extranjeros. Endeudarse cuando la rentabilidad social de los proyectos es más alta que el coste del crédito es una buena idea, que las empresas conocen muy bien (y que las familias deberían conocer, aunque no siempre lo ponen de manifiesto); eso es lo que queremos decir cuando afirmamos que endeudarse para poner en marcha proyectos que generen rentas futuras puede ser bueno. Y endeudarse cuando el volumen de deuda crece más que el PIB es una mala estrategia.
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