domingo, 26 de agosto de 2012

Máscara despintadas...


Armstrong es sólo un gran matón que ha tratado de asustar a la gente'

'Reunión' del US Postal antes del Tour de 2001. | Reuters
La segunda mitad de la carrera deportiva de Lance Armstrong, la gloriosa, la de los siete Tours de Francia, la posterior al cáncer de testículos que por metástasis invadió sus pulmones y alcanzó su cerebro, la del temible rodador de un día reconvertido tras superar la enfermedad en un campeón de tres semanas infalible, es la historia de una obsesión por el método, por el control absoluto de cada aspecto con incidencia en la 'Grande Boucle', el principio y el fin de todas las cosas, la única prueba que dio sentido a su existencia sobre la bicicleta desde su regreso en 1998. Armstrong construyó ejércitos a su servicio, soldados bien pagados y adiestrados, excelentes profesionales, líderes reducidos a gregarios, sobre los que cimentó una hegemonía sin precedentes, una especie de 'Merckxismo' limitado al territorio francés, donde sólo le faltó decir: "El Tour soy yo".
En el US Postal, Armstrong construyó la estructura ciclista más sólida y coordinada jamás vista, un tren azul que no descarrilaba nunca. Un equipo perfecto. Pero el 'boss', como otros grandes generales de la historia, fue incapaz de hacer amigos. El hombre que regateó a la muerte con tanta determinación, que casi estuvo al otro lado, no regresó más humano. Armstrong, tan bien rodeado siempre, en realidad estaba solo. Han sido sus más cercanos quienes han acabado por revelar sus supuestas prácticas ilegales y guiar las investigaciones de la Agencia antidopaje de EEUU (USADA) hasta concluir ésta que el texano se dopó durante la consecución de sus siete Tours. Kevin Livingston, su primer fiel escudero en la montaña, se fue con Ullrich en 2001 y en 2012 su nombre figura, según publicó recientemente el 'New York Times', entre los testigos que han acorralado judicialmente a su antiguo jefe.
Ni siquiera Livingston. Ni Floyd Landis, el gran reactivador del caso con su declaración pública en 2010, cinco años después de que el diario 'L'Equipe' realizara la primera acusación al desvelar un positivo por EPO del corredor en el Tour de 1999 -el curso de su primer triunfo- tras acceder a los resultados de una muestra congelada de aquella edición, medida adopatada tras el 'caso Festina' de 1998, el que descubrió al mundo esa sustancia mágica capaz de hacer milagros, sobre todo en el proceso de recuperación, tan vital en el ciclismo de tres semanas. Ni Tyler Hamilton, ya el año pasado, ni otros de los que aún no ha trascendido su identidad. Siempre el núcleo duro, los americanos, todos los que un día admitieron el uso de métodos prohibidos y pagaron por ello. Todos los que quieren ver a su líder beber el mismo trago, el del desprecio y el olvido.
En 2006, cuatro años antes de que Landis sacara a la arena pública el caso de Armstrong, la USADA recogió dos testimonios que resultaron especialmente dolorosos e inesperados para Armstrong. Los de Frankie Andreu y su esposa, Betsy. A ellos sí los consideraba sus amigos. De los mejores. Con Frakie había vivido en Italia en los 90, desde sus tiempos en el Motorola. Juntos se marcharon al Cofidis en 1997, el año en que Armstrong derrotó al cáncer, y por último compartieron las tres primeras temporadas de vida del US Postal (1998-00). El compañero de su viaje alucinante fue el primero en declarar en su contra (2006).
Betsy ha sido la primera en felicitar a la USADA tras la resolución adoptada el jueves. "Gracias a dios que existe la USADA. Lance ha devuelto el deporte a la época de la RDA", comenta en una entrevistacon el diario francés 'Le Monde'. Es un motivo de vergüenza". La mujer de Andreu considera que el proceso ha llevado tanto tiempo porque "la gente tenía miedo de él [Armstrong]. En 2006, después de nuestro testimonio, Frankie perdió su trabajo. Mirad a Greg LeMond [tres veces campeón del Tour y una de las voces principales en contra del texano]. Su empresa de bicicletas ha quedado destruida. Esto son algunos ejemplos, así que otros temían hablar y que algo parecido les ocurriese".
El otro motivo que ha hecho tan tortuoso el camino se debe, según Betsy, a la escasa tradición en EEUU del ciclismo en ruta. "Esto ha ayudado mucho a Lance. Pocos periodistas estadounidenses conocían a fondo este deporte y se encontraron ante una historia magnífica", explica. "El cáncer, el regreso, la boda, campeón del Tour, los hijos, dominio absoluto del Tour. Le gente no pensaba que podía ser un tramposo. Los medios han servido como uno de sus grandes aliados para mantener la leyenda. Lance ha amenazado con perseguir a todos los que intentaron destruir ese mito, pero nunca ofreció respuestas concretas en todos los procesos judiciales. Es sólo un gran matón que ha tratado de intimidar y asustar a la gente".

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