Gestión de personas
Los 'bordes' ya no caben en la empresa
¿Quién no se ha topado alguna vez con un borde en la oficina? Por sus malas caras y sus peores contestaciones les reconoceréis. Suelen trabajar en solitario, no gustan de la colaboración y amargan el ambiente del equipo. Creen que con este comportamiento se libran de una mayor carga laboral, pero su actitud puede volverse en su contra y encontrarse con un cambio de puesto o, incluso, con el despido.
El ecosistema de una oficina está plagado de perfiles distintos. Profesionales que facilitan el trabajo, ejemplares que se dedican a poner la zancadilla y raras avis. De todos estos especímenes que plagan la sabana laboral los bordes se han convertido en una de esas tribus que entorpecen el trabajo de los demás. Con malas caras y peores contestaciones, estos tipos intentan librarse de mayor carga de trabajo. Una actitud que debe corregirse cuanto antes para evitar que se genere mal ambiente en el equipo. Santiago Espinosa de los Monteros, gerente del área de capital humano de Mercer, los define como “personas que apenas comparten su vida personal con los compañeros, con el fin de no mostrar su lado más humano y simpático. Consiguen proyectar una mirada de ‘perdonar la vida’ a los que se atreven a ‘interrumpirles’. Tratan de llevar una rutina solitaria en la oficina y no fomentan la colaboración”.
Causas y soluciones
Como suelen ser “expertos en el arte del escaqueo”, afirma Montse Ventosa, socia de Sticky Culture, las responsabilidades que eluden son asumidas por otros miembros del equipo más motivados y preocupados por hacer bien su trabajo. “En la era de la abundancia, podían pasar desapercibidos; sin embargo, en estos momentos en los que es necesario hacer más con menos las consecuencias son mucho más nocivas, desde el contagio al enfrentamiento y el conflicto”, añade Ventosa. De ahí la imperiosa necesidad de atajar este comportamiento. Y son los responsables del equipo quienes deben hacerlo. María José Martín, directora de atracción y gestión de talento de Manpower Group, aconseja que “el líder gestione el problema directamente con la persona que lo está generando e intente que cambie, ofreciendo pautas y apoyo”. Lo ideal, según José Manuel Casado, socio fundador de 2C Consulting, es que “el jefe se prepare una entrevista de corrección e intente identificar la raíz de ese comportamiento”. A lo que Espinosa de los Monteros añade que se procure la inmersión del borde en el trabajo. “No se debe permitir que sea un trabajador solitario, ya que acrecentaría el problema. El equipo debe involucrar a este tipo de colaborador desde el principio”.
Poco pueden hacer sus compañeros para solventar esta situación. Son pocos los que deciden enfrentarse con estas personas, pues “en realidad existe cierto miedo a abordar frontalmente conflictos en el lugar de trabajo”, indica Ventosa. Es más, los expertos advierten de que en ocasiones su actitud puede contagiarse al resto del equipo. Por eso, María José Martín aconseja marcar muy bien las tareas y responsabilidades de cada uno dentro del grupo y así “minimizar las confusiones, marcando claramente los objetivos y pidiendo resultados”.
Casado reconoce cinco pasos que todo líder debe dar para corregir a los más ariscos. Según el socio fundador de 2C Consulting, cuando hable con el empleado conflictivo“el jefe tiene que dar importancia al asunto; buscar la raíz del problema que está causando esa actitud; reconocer la aceptación del trabajador; buscar su compromiso de actuación y procurar un seguimiento”. No obstante, si después de corregir un par de veces a esa persona sigue actuando igual “lo mejor es ser directo con él y prescindir de sus servicios”, sentencia. Una opinión que no comparte Espinosa de los Monteros quien considera que si los comportamientos están muy viciados y la relación con el equipo parece insalvable, “el cambio de puesto puede ser una buena opción, siempre y cuando se advierta al responsable del nuevo departamento sobre el perfil al que se enfrenta”.
Y tú...¿De qué tipo eres?
El trepa. Su meta es llegar a lo más alto, caiga quien caiga.
El relaciones públicas. Organiza reuniones fuera de la oficina.
El pelota. Inseguro. Suele adular a los que pueden decidir su futuro.
El mudito. Introvertido. No suele ofrecer su opinión si no es necesario.
El ‘sabelotodo’. Siempre quiere quedar por encima de los demás aparentando que es instruido.
El mandón. Piensa que su forma de hacer las cosas es la adecuada y no tiene en cuenta a los demás.
El medallista. Intentará apropiarse de los méritos colectivos.
El que nunca tiene la culpa. Se escuda en los demás y no duda en echar la culpa a sus compañeros.
El que quiere hacerlo todo. No conoce sus límites y acumula más trabajo del que puede abarcar.
El feliz. Agradable con los demás. Está contento con su puesto.
El gruñón. Arisco. En ocasiones esconde una actitud vulnerable.
El agobiado. No sabe manejar el tiempo ni su estrés.
El despreocupado. Está poco preparado para situaciones que requieren mayor dedicación.
El hipocondríaco. No se maneja bien en situaciones de estrés ni de frustración y adjudica el problema a una zona de su cuerpo.
El seductor. Utiliza a los demás para ahorrarse tareas incómodas. Lo hace de manera sutil.
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