FINANCIAL TIMES
Las numerosas crisis que afronta España
Lo que empezó como una tormenta económica se ha convertido en una importante crisis política. En medio del descontento popular y las protestas de los separatistas, España se ha visto empujada hacia una encrucijada: sin una actuación decisiva del Gobierno, el pacto democrático alcanzado tras la muerte de Franco está en peligro.
El anuncio ayer de los presupuestos para 2013 no cambia esta realidad. España insiste en las políticas de excesiva austeridad que respalda la eurozona pero que están agravando la crisis.
En medio de una feroz recesión, Madrid va a extraer unos 40.000 millones de euros de la economía para reducir el déficit del sector público del 6,3% este año al 4,5% el próximo. La crisis y la escandalosamente alta tasa de desempleo están causadas, al menos en parte, por una visión excesivamente rigurosa de unas finanzas públicas que, bajo los estándares de la eurozona, no están en tan malas condiciones.
El gasto en materia de seguridad social aumenta en 6.600 millones de euros, el 0,6% del producto interior bruto. Cristobal Montoro, el ministro de Hacienda, intentó poner buena cara al calificarlos como unos presupuestos “claramente sociales”.
En realidad, el incremento refleja los costes más altos que conlleva mantener el estado de bienestar en un momento de penurias económicas. De hecho, este incremento del gasto social, causado por la recesión, es casi tan grande como el aumento de 9.700 millones de euros de la partida destinada al pago de los intereses de la deuda.
Los anuncios no deben acabar por completo con las esperanzas de los mercados, los inversores y los políticos, desde Bruselas a Berlín, de que España pueda superar la crisis. Tan importante como las cifras fiscales y de gasto es el énfasis en continuar con las reformas estructurales.
Puede que no sean unos presupuestos “centrados exclusivamente en el crecimiento y la creación de empleo”, como asegura Montoro, pero es cierto que algunas de las medidas no presupuestarias –como la liberalización de la energía y la reforma educativa– deberían dar lugar a una economía española más sana una vez que la crisis haya terminado. Los esfuerzos por dar más transparencia y eficiencia al gasto público –como una autoridad presupuestaria independiente– también pueden aportar grandes beneficios.
Sin embargo, dada la actual política de la eurozona, sería inútil esperar una política más flexible que diera a la economía española un respiro mientras se ajusta a las reformas estructurales. La pregunta es si los imperativos políticos de la unión monetaria europea son compatibles con las presiones políticas que estallarán en Madrid.
Bajo el azote de la austeridad, la unidad nacional y la cohesión social se tambalean. Desde las regiones con aspiraciones independentistas, como Cataluña, la gestión de la crisis por parte del presidente, Mariano Rajoy parece diseñada para garantizar un mayor control del Gobierno central.
El presidente catalán, Artur Mas, ha convocado elecciones adelantadas que, en la práctica, podrían convertirse en un referéndum sobre la independencia. La intransigente respuesta de Madrid amenaza con provocar una crisis constitucional.
Rajoy tiene la responsabilidad sobre la situación de su país. Después de ser elegido por una amplia mayoría, el presidente disponía del capital político suficiente para liderar a una España unida para superar la crisis. Sin embargo, su Gobierno ha optado por un juego partidista, en lugar de fomentar el consenso.
La pasada primavera, por ejemplo, Rajoy retrasó los presupuestos con la esperanza de ganar las elecciones en Andalucía. Como resultado de su política, el presidente perdió el apoyo en la calle, suscitó el antagonismo de sus contrincantes y sembró la decepción tanto en su propio partido como entre sus homólogos europeos. Rajoy necesita forjar un consenso nacional para gestionar esta crisis y alcanzar un firme acuerdo relacionado con la ayuda que puede ofrecer Europa.
Hoy Madrid anunciará cuánto dinero necesita su sector bancario de la eurozona. El debate sobre las condiciones de la ayuda justifica en parte las evasivas de Rajoy sobre si España necesitará también un rescate para solventar su situación fiscal. Ahora que el ambiente político se tensa cada vez más y las perspectivas de crecimiento disminuyen, esta decisión no puede posponerse durante mucho más tiempo.
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