Antonio Tajani: “La industria es la llave de la recuperación”
21 mayo 2013
5 Dias
Antonio Tajani es el comisario europeo de Industria, un sector sometido a una dura prueba por la crisis y por el que apuestan varios Estados miembros para recuperarse. Al margen del Festival Internacional de Periodismo de Perugia en Italia, compartió con nosotros las recetas de la UE para reactivar la economía europea y su visión de la crisis que afecta a la Unión y a su relación con los ciudadanos, así como del futuro de Europa.
Señor Tajani, en este momento, la crisis en Europa se encuentra en pleno apogeo y el desempleo bate récords en varios países. Varios expertos ponen en duda la competitividad de las empresas europeas, con la destacada excepción de las alemanas, así como la debilidad de la demanda interna. ¿Cómo se puede invertir esta tendencia?
Con una política con la que las empresas puedan volver a empezar a producir. Esto exige ante todo una simplificación del acceso al crédito y de los pagos pendientes. Por ello, la Comisión propuso la nueva directiva sobre la morosidad, que ya han adoptado 18 países miembros.
Esta directiva, así como una interpretación flexible del Pacto de estabilidad que permite el pago de las deudas contraídas por las administraciones, debería poner en circulación en Europa más de 180.000 millones de euros, con lo que se desencadenaría ese círculo virtuoso de la producción y el consumo.
Además, es necesario otorgar más poderes al Banco Central Europeo (BCE): debería tener la misma función que la Reserva Federal Estadounidense. Su presidente Mario Draghi sigue esa misma línea y desea un BCE capaz de gobernar la moneda en el interés de los ciudadanos.
Las diferencias salariales entre países europeos crean diferencias de competitividad entre las empresas de esos países y según algunos falsea la competencia dentro de la UE. ¿Tiene pensado la UE intervenir para llegar a una armonización en este sector?
Lo que amenaza la competitividad no son las diferencias salariales entre países, sino la presión fiscal sobre las empresas, que es excesiva en algunos países. En este sentido es donde podemos intervenir. Los Estados deben aligerar la presión fiscal, pagar a las empresas y facilitar el acceso al crédito. Eso al final se traduce en mejores condiciones para todos los trabajadores.
2012 ha sido un año nefasto para la industria automovilística europea y 2013 debería seguir la misma tendencia, con la excepción notable del grupo Volkswagen. ¿Qué va a hacer la UE al respecto?
Hemos lanzado un plan de acción en tres dimensiones: en primer lugar, la duplicación de los fondos para la investigación y la innovación en el sector automovilístico en el próximo presupuesto; en segundo lugar, una política comercial "no ingenua", es decir, que proteja los intereses de la industria automovilística en el contexto de los acuerdos comerciales. La tercera dimensión es una simplificación de las normas existentes y la elaboración de nuevas normas o propuestas únicamente en casos excepcionales, como en materia de seguridad vial. La finalidad es no hacer más pesada la carga normativa y financiera sobre las espaldas de los empresarios.
¿Tiene sentido apoyar a un sector como el automovilístico, cuando cada vez más ciudades pretenden reducir el número de vehículos en circulación?
Lo que no tiene sentido es querer reducir la producción de vehículos. Se trata de hacerlo de manera inteligente: la duplicación de la financiación para la investigación y la innovación sólo atañe a los automóviles "ecológicos", accionados con electricidad e hidrógeno, así como a los menos contaminantes.
Según las previsiones habrá 2.500 millones de vehículos en el mundo en 2050, en comparación con los 1.700 millones actuales. Por lo tanto, existe un margen para la exportación y la internacionalización. Por ejemplo, Fiat cuenta con instalaciones en Brasil y gracias a sus buenos resultados, la marca puede mantener sus fábricas en Italia.
¿Cuándo examinará estas propuestas el Consejo?
A finales de junio se celebrará un Consejo sobre competitividad, habrá otro sobre Industria, más centrado en la actividad industrial, a comienzos de año. Para finales de año se prevé un tercero sobre Defensa. Después de que la industria haya estado años arrinconada, pues los dirigentes se han obsesionado sin razón con las finanzas, Europa ahora está volviendo a situar la industria en el centro de la economía. Hasta el punto de que nos hemos marcado como objetivo que el sector de la fabricación represente el 20% de la actividad económica de la UE en 2020. Hoy ya equivale a más del 16%.
La desindustrialización que se inició en los años ochenta en Europa se ha identificado como una de las causas de la crisis económica. ¿Cuentan con volver a tratar este asunto?
La desindustrialización fue un gran error. Necesitamos una industria más moderna y competitiva. Para ello, es necesaria una tercera revolución industrial: después de la del carbón y luego la del petróleo, ha llegado la hora de la revolución de la eficiencia energética y de las energías verdes, así como de las tecnologías facilitadoras esenciales o key-enabling technologies, es decir, aquellas que, como la biotecnología o las nanotecnologías, permiten a la industria llegar a la excelencia a nivel mundial.
En este sentido, ¿cómo son sus relaciones con sus compañeros dentro de la Comisión? Pienso por ejemplo en la responsable de Medio Ambiente o de Investigación.
Estamos en perfecta sintonía con Connie Hedegaard, comisaria de Medio Ambiente. La ambición de reducir las emisiones de CO2 es justa mientras no se vuelva contraproducente. También creo que es válido el objetivo de lograr una reducción del 20% [de las emisiones de aquí a 2020 con respecto a 1990], pero no creo que sea necesario aumentar este objetivo, como sugieren algunos, ya que esto representaría un coste extra para las empresas europeas. Éstas entonces se marcharían de Europa; perderíamos empleos y al final, perderíamos la batalla contra el calentamiento climático, porque esas empresas se irían a contaminar a otros países más flexibles en materia de emisiones de CO2.
El último Eurobarómetro indica un descenso preocupante de la confianza de los europeos con respecto a las instituciones europeas. ¿Cómo se puede combatir este desafecto?
Ese desafecto es consecuencia de la crisis económica: Europa se presenta a los europeos como la que exige sacrificios. Hay que invertir la tendencia y además interpretar los resultados electorales en varios países de la Unión, donde ha surgido un espíritu anti-europeo y en contra del euro. Para ello, es necesario cambiar la política, apostando más por el crecimiento y la economía real. Pongamos fin a los sacrificios y hagamos más por ayudar a la industria, a las empresas y al mercado interior, como señaló hace poco el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso. La austeridad ha servido y sirve únicamente si va acompañada de medidas de apoyo al crecimiento.
En este aspecto, ¿cree que la Comisión se comunica de un modo eficaz y satisfactorio?
En este sentido estamos haciendo un esfuerzo, con el fin de explicar lo que hacemos. Yo mismo viajo mucho precisamente porque es importante dar a conocer lo que hacemos. Este año, por ejemplo, hemos lanzado una iniciativa cuyo fin es hacer que los ciudadanos se encuentren con Europa, mediante reuniones con los europeos, en las plazas, los Ayuntamientos, etc.
En un año se celebrarán las elecciones europeas. ¿Se presentará como candidato?
No creo: pretendo finalizar mi mandato [que acaba en octubre de 2014].
¿Qué piensa sobre la propuesta planteada por varios políticos e intelectuales europeos, retomada a su vez por los Socialistas y Demócratas europeos, de presentar como cabeza de lista a su candidato a la presidencia de la Comisión Europea?
En principio estoy a favor de que los ciudadanos elijan al presidente de la Comisión. La reelección de Barroso tras la victoria del Partido Popular Europeo [PPE, de derecha] en las elecciones europeas de 2009 iba en este sentido y respondía en cierto modo a la demanda de más democracia en la designación de las instancias europeas.
¿Quién podría ser el candidato del PPE?
En el partido aún no se habla de un candidato. El asunto se tratará el año que viene.
Nos encontramos en un punto de inflexión en la Unión. La zarandean en todas direcciones por los euroescépticos y la tentación del repliegue de varios países. ¿Cómo ve su futuro?
Creo que debemos seguir avanzando. Remendar no tiene ningún sentido. Debemos avanzar hacia los Estados Unidos de Europa. Si nos quedamos en mitad del vado, corremos el riesgo que nos lleve la crecida. Es algo que exigirá tiempo: los estadounidenses tardaron un siglo en lograrlo, pasando por una guerra civil y quizás con menos problemas que nosotros. En este momento estamos teniendo dificultades pero, ¿quién se imaginaba hace 20 años, que habría una moneda única? Debemos actuar con determinación y confianza, porque no podemos pensar que podremos intervenir solos a nivel global. Sin duda no será algo que suceda de la noche a la mañana, pero en todo caso espero estar aún aquí para ver esos Estados Unidos de Europa.
Señor Tajani, en este momento, la crisis en Europa se encuentra en pleno apogeo y el desempleo bate récords en varios países. Varios expertos ponen en duda la competitividad de las empresas europeas, con la destacada excepción de las alemanas, así como la debilidad de la demanda interna. ¿Cómo se puede invertir esta tendencia?
Con una política con la que las empresas puedan volver a empezar a producir. Esto exige ante todo una simplificación del acceso al crédito y de los pagos pendientes. Por ello, la Comisión propuso la nueva directiva sobre la morosidad, que ya han adoptado 18 países miembros.
Esta directiva, así como una interpretación flexible del Pacto de estabilidad que permite el pago de las deudas contraídas por las administraciones, debería poner en circulación en Europa más de 180.000 millones de euros, con lo que se desencadenaría ese círculo virtuoso de la producción y el consumo.
Además, es necesario otorgar más poderes al Banco Central Europeo (BCE): debería tener la misma función que la Reserva Federal Estadounidense. Su presidente Mario Draghi sigue esa misma línea y desea un BCE capaz de gobernar la moneda en el interés de los ciudadanos.
Las diferencias salariales entre países europeos crean diferencias de competitividad entre las empresas de esos países y según algunos falsea la competencia dentro de la UE. ¿Tiene pensado la UE intervenir para llegar a una armonización en este sector?
Lo que amenaza la competitividad no son las diferencias salariales entre países, sino la presión fiscal sobre las empresas, que es excesiva en algunos países. En este sentido es donde podemos intervenir. Los Estados deben aligerar la presión fiscal, pagar a las empresas y facilitar el acceso al crédito. Eso al final se traduce en mejores condiciones para todos los trabajadores.
2012 ha sido un año nefasto para la industria automovilística europea y 2013 debería seguir la misma tendencia, con la excepción notable del grupo Volkswagen. ¿Qué va a hacer la UE al respecto?
Hemos lanzado un plan de acción en tres dimensiones: en primer lugar, la duplicación de los fondos para la investigación y la innovación en el sector automovilístico en el próximo presupuesto; en segundo lugar, una política comercial "no ingenua", es decir, que proteja los intereses de la industria automovilística en el contexto de los acuerdos comerciales. La tercera dimensión es una simplificación de las normas existentes y la elaboración de nuevas normas o propuestas únicamente en casos excepcionales, como en materia de seguridad vial. La finalidad es no hacer más pesada la carga normativa y financiera sobre las espaldas de los empresarios.
¿Tiene sentido apoyar a un sector como el automovilístico, cuando cada vez más ciudades pretenden reducir el número de vehículos en circulación?
Lo que no tiene sentido es querer reducir la producción de vehículos. Se trata de hacerlo de manera inteligente: la duplicación de la financiación para la investigación y la innovación sólo atañe a los automóviles "ecológicos", accionados con electricidad e hidrógeno, así como a los menos contaminantes.
Según las previsiones habrá 2.500 millones de vehículos en el mundo en 2050, en comparación con los 1.700 millones actuales. Por lo tanto, existe un margen para la exportación y la internacionalización. Por ejemplo, Fiat cuenta con instalaciones en Brasil y gracias a sus buenos resultados, la marca puede mantener sus fábricas en Italia.
¿Cuándo examinará estas propuestas el Consejo?
A finales de junio se celebrará un Consejo sobre competitividad, habrá otro sobre Industria, más centrado en la actividad industrial, a comienzos de año. Para finales de año se prevé un tercero sobre Defensa. Después de que la industria haya estado años arrinconada, pues los dirigentes se han obsesionado sin razón con las finanzas, Europa ahora está volviendo a situar la industria en el centro de la economía. Hasta el punto de que nos hemos marcado como objetivo que el sector de la fabricación represente el 20% de la actividad económica de la UE en 2020. Hoy ya equivale a más del 16%.
La desindustrialización que se inició en los años ochenta en Europa se ha identificado como una de las causas de la crisis económica. ¿Cuentan con volver a tratar este asunto?
La desindustrialización fue un gran error. Necesitamos una industria más moderna y competitiva. Para ello, es necesaria una tercera revolución industrial: después de la del carbón y luego la del petróleo, ha llegado la hora de la revolución de la eficiencia energética y de las energías verdes, así como de las tecnologías facilitadoras esenciales o key-enabling technologies, es decir, aquellas que, como la biotecnología o las nanotecnologías, permiten a la industria llegar a la excelencia a nivel mundial.
En este sentido, ¿cómo son sus relaciones con sus compañeros dentro de la Comisión? Pienso por ejemplo en la responsable de Medio Ambiente o de Investigación.
Estamos en perfecta sintonía con Connie Hedegaard, comisaria de Medio Ambiente. La ambición de reducir las emisiones de CO2 es justa mientras no se vuelva contraproducente. También creo que es válido el objetivo de lograr una reducción del 20% [de las emisiones de aquí a 2020 con respecto a 1990], pero no creo que sea necesario aumentar este objetivo, como sugieren algunos, ya que esto representaría un coste extra para las empresas europeas. Éstas entonces se marcharían de Europa; perderíamos empleos y al final, perderíamos la batalla contra el calentamiento climático, porque esas empresas se irían a contaminar a otros países más flexibles en materia de emisiones de CO2.
El último Eurobarómetro indica un descenso preocupante de la confianza de los europeos con respecto a las instituciones europeas. ¿Cómo se puede combatir este desafecto?
Ese desafecto es consecuencia de la crisis económica: Europa se presenta a los europeos como la que exige sacrificios. Hay que invertir la tendencia y además interpretar los resultados electorales en varios países de la Unión, donde ha surgido un espíritu anti-europeo y en contra del euro. Para ello, es necesario cambiar la política, apostando más por el crecimiento y la economía real. Pongamos fin a los sacrificios y hagamos más por ayudar a la industria, a las empresas y al mercado interior, como señaló hace poco el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso. La austeridad ha servido y sirve únicamente si va acompañada de medidas de apoyo al crecimiento.
En este aspecto, ¿cree que la Comisión se comunica de un modo eficaz y satisfactorio?
En este sentido estamos haciendo un esfuerzo, con el fin de explicar lo que hacemos. Yo mismo viajo mucho precisamente porque es importante dar a conocer lo que hacemos. Este año, por ejemplo, hemos lanzado una iniciativa cuyo fin es hacer que los ciudadanos se encuentren con Europa, mediante reuniones con los europeos, en las plazas, los Ayuntamientos, etc.
En un año se celebrarán las elecciones europeas. ¿Se presentará como candidato?
No creo: pretendo finalizar mi mandato [que acaba en octubre de 2014].
¿Qué piensa sobre la propuesta planteada por varios políticos e intelectuales europeos, retomada a su vez por los Socialistas y Demócratas europeos, de presentar como cabeza de lista a su candidato a la presidencia de la Comisión Europea?
En principio estoy a favor de que los ciudadanos elijan al presidente de la Comisión. La reelección de Barroso tras la victoria del Partido Popular Europeo [PPE, de derecha] en las elecciones europeas de 2009 iba en este sentido y respondía en cierto modo a la demanda de más democracia en la designación de las instancias europeas.
¿Quién podría ser el candidato del PPE?
En el partido aún no se habla de un candidato. El asunto se tratará el año que viene.
Nos encontramos en un punto de inflexión en la Unión. La zarandean en todas direcciones por los euroescépticos y la tentación del repliegue de varios países. ¿Cómo ve su futuro?
Creo que debemos seguir avanzando. Remendar no tiene ningún sentido. Debemos avanzar hacia los Estados Unidos de Europa. Si nos quedamos en mitad del vado, corremos el riesgo que nos lleve la crecida. Es algo que exigirá tiempo: los estadounidenses tardaron un siglo en lograrlo, pasando por una guerra civil y quizás con menos problemas que nosotros. En este momento estamos teniendo dificultades pero, ¿quién se imaginaba hace 20 años, que habría una moneda única? Debemos actuar con determinación y confianza, porque no podemos pensar que podremos intervenir solos a nivel global. Sin duda no será algo que suceda de la noche a la mañana, pero en todo caso espero estar aún aquí para ver esos Estados Unidos de Europa.
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