Grecia sucumbe a la presión del FMI
Adolfo Lorente (Bruselas)
Todo fueron buenas palabras. Que si útil, que si constructiva, que si cordial... Pero más allá de las formalidades que exige el protocolo, en lo tangible, la reunión entre el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, el presidente del Eurogrupo, Jeron Dijsselbloem, y el primer ministro griego, Alexis Tsipras, fue un fracaso. Y lo fue, sobre todo, porque ayer Grecia se vio obligada a notificar al FMI su intención de aunar los cuatro pagos que debe hacer en junio por valor de 1.544 millones. De esta forma, si se acepta su solicitud, abonará esta cantidad el día 30 y no el 19, fecha del último pago, cuyo montante es de 339 millones. El primero, de 301, debía hacerse precisamente hoy; el siguiente, de 339, el día 12 y el próximo, el 16 (565). Sólo Zambia había formulado una petición similar en los setenta, lo que evidencia la gravedad de la situación tanto de tesorería como política del país heleno. Lo que se hace es ganar tiempo para cerrar con éxito la prórroga del segundo rescate, que finaliza precisamente el día 30. Porque sin dinero europeo, Grecia no sobrevivirá.
Eran muchas las esperanzas que ambas partes habían puesto en la cita para llegar a un acuerdo que desbloquease el pago de 7.200 millones vitales para Atenas. Pero ya avanzada la madrugada, ambas partes sólo fueron capaces de dar la enésima patada hacia adelante a la espera de que el calendario, ya muy apretado, les obligue a tomar decisiones que no gustarán a ninguno de los dos, sobre todo a la parte helena. El 'tic tac' retruena en Bruselas pero al menos hay una buena noticia: todavía quedan platos sin romper, el acuerdo sigue siendo posible. Hoy podrían volver a intentarlo, pero el hecho de que Tsipras comparezca en su Parlamento a media tarde dificulta el encuentro. Juncker, por su parte, viaja el sábado hacia Alemania para participar en el G-7, por lo que la reunión podría aplazarse hasta la semana que viene.
El acuerdo, pese al optimismo que irradian la mayoría de los actores implicados -el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schauble, es una de las pocas excepciones-, está complejo.Tsipras, después de más de cuatro horas de reunión, dijo no, que su Gobierno no aceptará la «propuesta final» consensuada por la Troika (Comisión, BCE y FMI). «Medidas como el recorte suplementario de pagos a personas con pensiones muy bajas, o aumentar el IVA de las facturas eléctricas un 10% son propuestas que para nosotros carecen de base para discutirlas», zanjó.
Por contra, admitió que «estamos muy cerca de un acuerdo sobre los superávits primarios(antes de los intereses de la deuda), lo que significa que todas las partes están de acuerdo en avanzar sin las duras medidas de austeridad del pasado. El acuerdo está a la vista, pero necesitamos concluir las discusiones con un punto de vista realista», manifestó de madrugada ante decenas de corresponsales de los principales medios financieros de todo el mundo.
Nadie quiere que el país salga del euro y esta es quizá su principal baza negociadora. Ha logrado enfocar la negociación al más alto nivel político y continúa convencido de que la Troika cederá finalmente en cuestiones para él políticamente intocables como las pensiones o la reforma laboral. No hay que olvidar que el primer ministro se encuentra entre la espada de sus acreedores y la pared de Syriza, cuyos cuadros piden no aflojar ante la Troika.
Nueva fecha, el día 14
Parece haber otra fecha límite sobre la mesa: el 14 de junio, a sólo dos meses de la finalización de la prórroga de cuatro meses del segundo rescate -podría ser ampliado un par de meses para ganar algo de tiempo-. ¿Por qué el día 14? Porque cualquier decisión sobre Grecia debe pasar por los parlamentos de Alemania, Holanda, Finlandia y Estonia, así que es necesario adecuarse a los ritmos de estas cámaras.
Ayer, Juncker confesó que se trata de un «problema ultradifícil» que le «ocupa día y noche porque amo a Grecia y sobre todo a la parte débil de la sociedad griega, que sufre enormemente los programas de ajuste que han debido adoptarse». Más directo fue Dijsselbloem, que advirtió de que las diferencias siguen siendo «bastante grandes» y recomendó acotar los asuntos de la negociación para que llegue a buen puerto.
Superávit fiscal, IVA, pensiones, prejubilaciones y privataciones son los asuntos más espinosos. En términos globales, la diferencia no es tanta. El problema surge al decicir qué camino elegir para cuadrar las cuentas. La Troika pide por ejemplo recortar un 1% del PIB el gasto en pensiones y esto es algo que jamás aceptará Syriza. Si la Troika mantiene esta condición, quizá la única salida sea las elecciones anticipadas o el un referéndum sobre el euro.
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