Últimamente, a servidor le preguntan mucho sobre los nuevos proyectos empresariales de medios de comunicación que hay encima de la mesa o que se han puesto en funcionamiento tanto en España como en el resto del mundo en los últimos meses.
La respuesta siempre es la misma.
Y es doble.
En primer lugar, la premisa de inicio de muchos de sus promotores es falsa. "Como la demanda, en términos de usuarios y cantidad de información a consumir por ellos, es ilimitada, la oferta también lo puede ser" es su implícita conclusión de arranque.
Sin embargo, esa afirmación es, simple y llanamente, mentira, ya que olvida una restricción esencial: el tiempo. La capacidad que tiene una persona para informarse es la que es, y si algo ha sucedido con el paso de los años, es que se ha reducido, dada la multitud de impactos en su teléfono móvil. La movilidad ha propiciado un acceso más inmediato a lo que está sucediendo, cierto, pero con mucho mayor ruido que en el pasado. La cantidad de 'inputs' de todo tipo que recibe al día un lector medio (de salud, de promociones, de mensajes, de fotos y vídeos, de…) va limitando, desgraciadamente, sus posibilidades de leer, analizar y tomar decisiones. Porque nazca un nuevo medio, ese porcentaje menguante de su rutina vital no va a mejorar.
Hay, además, una segunda restricción, y es el hábito. Somos animales de costumbres y, como regla general, todos consumimos a diario los mismos soportes y en el mismo orden en el que lo hacíamos con la prensa de papel. Si alguien encuentra en una cabecera la satisfacción a sus necesidades específicas de información, no va a saltar a otra, salvo cabreo manifiesto con la línea editorial de la primera. Y aun así, será un proceso lento, larvado durante tiempo.
La única manera de "cautivar la imaginación del usuario", como definen su estrategia los promotores de Quartz, pasa precisamente por ofrecer algo distinto, bien en términos informativos (recuerden la máxima de El Confidencial, "sin chicha, no hay dicha"), bien de producto (caso de Buzzfeed con sus ‘gatitos’ e interminables listas), bien a través de una usabilidad diferencial (en cuyo caso, el cambio de hábito requiere de una disrupción total, fácilmente entendible además por el lector, cosa que no sucedió en Circa), bien finalmente por la vía de la distribución, que es donde algunos de los nuevos entrantes han centrado su estrategia, aun sacrificando, ya de partida, su propia marca y sometiéndose al riesgo de verse finalmente canibalizados en audiencia e ingresos por aquellos en cuyos brazos ahora se entregan (llámense Apple, Google o Facebook).
Y aun así.
Este es un mercado muy duro y transparente, y todo aquel que en un año no haya conseguido el público necesario y el posicionamiento adecuado, puede ir comprando flores para su funeral. Podrán retrasar las exequias, pero desde la artificialidad de quien está sujeto a respiración asistida.
Y es que, por más que parezca lo contrario y se hable de un resurgir de la industria de los medios de comunicación, vamos, sin duda alguna, a un proceso de concentración. Poco a poco, la propia discriminación de los lectores y la profesionalización de los anunciantes irán provocando que las posibilidades de los actores de menor tamaño se vean sustancialmente reducidas y sobrevivan, no los más fuertes, sino los capaces de diferenciarse de la masa, de obtener economías de escala en ventas y gasto, y de mantener la excelencia, el rigor y la responsabilidad en lo esencial, y la perspicacia y el pragmatismo en lo accesorio, mejorando constantemente su propuesta de valor.
Algo que exige más talento que ego, más foco que dispersión.
Seguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario