El caos reina en el Partido Republicano tras la virtual nominación de Donald Trump como candidato a la presidencia de Estados Unidos. La incertidumbre crece cada día en la medida en que el magnate se enfrenta a los líderes del partido que le critican o le niegan su apoyo y además presenta iniciativas económicas como subir impuestos a los ricos o renegociar la deuda de Estados Unidos que son opuestas al programa que defiende su partido en el Congreso.
Después de que Paul Ryan, líder de la Cámara de Representantes, declarara: “No estoy preparado para apoyar a Donald Trump”, el virtual candidato a la presidencia recordó que el titular de la nominación asume el mando en el partido y podría vetarle para dirigir la convención. Ryan es el republicano que ocupa el cargo de mayor rango en el país, segundo en la línea sucesoria del presidente y quien dirige la estrategia de los conservadores sobre todo en política económica y presupuestaria. “No estoy preparado para apoyar la agenda [parlamentaria] del speaker Ryan”, le replicó Trump.
El enfrentamiento entre ambos ilustra el grado de tensión que se vive el partido y que amenaza con estallar en la convención. “No voy a renunciar a mis ideas y este partido no se llama conservador, se llama Republicano”, advirtió el magnate y rechazó además que tenga que unificar criterios con la cúpula del GOP. “La unidad puede ser bonita pero no es necesaria”, concluyó. Después de eso, algunos sectores conservadores han empezado a sugerir que en vez de cerrar filas con el candidato, tal como se ha hecho siempre, los delegados de los aspirantes que han suspendido campaña voten en contra. No tumbarían la candidato, pero sería una demostración de que Trump no representa al conjunto del partido, lo que supondría una zancadilla letal.
Los ánimos se han exacerbado después de que Trump planteara en diversas entrevistas ideas económicas que han puesto los pelos de punta a sus supuestos correligionarios. Quizá intentando ganarse la confianza de sectores centristas o demócratas que no confían en Hillary Clinton, planteó iniciativas más propias de sus adversarios. Primero dijo que “los ricos tienen que pagar más impuestos”, y como había prometido que los bajaría, precisó que “hay que bajarlos sólo a la clase media”. Luego planteó la necesidad de aumentar el salario mínimo y, a continuación, se abrió a “renegociar la deuda” de Estados Unidos. Las dos primeras ideas son contrarias al programa republicano, que viene defendiendo desde hace décadas una reducción drástica de impuestos, pero la tercera hizo sonar todas las alarmas sobre un eventual colapso financiero y un alud de reacciones de analistas financieros que presentaron a Trump como una amenaza para la economía mundial. Quizá sea ese el motivo que los donantes de Wall Street han optado por apoyar a Hillary Clinton. Trump, que ha anunciado que va a aceptar donaciones, de momento sólo puede contar con el magnate del juego Sheldon Adelson.
La sensación de caos va en aumento porque a cada boutade del candidato le sigue una matización y a cada enfrentamiento le sucede un intento de reconciliación. Tanto escándalo se armó con lo de renegociar la deuda que la rectificación fue casi inmediata y en su estilo: “Amo la deuda –dijo–, soy el rey de la deuda, he trabajado toda mi vida con las deudas, pero yo no he dicho que Estados Unidos no pagará sus deudas... Cómo no va a pagar si es quien imprime los billetes”.
La preocupación de la dirección republicana es tal que ha acordado con el magnate celebrar esta semana en Washington dos reuniones de máximo nivel. El jueves Trump se reunirá primero con la Conferencia Republicana de la Cámara de Representantes y luego a solas con Reince Priebus , presidente del Comité Nacional Republicano y el propio Paul Ryan. El encuentro
será crucial para comprobar las posibilidades de que el GOP cierre filas en torno a su candidato, pero las espadas siguen en alto. Ryan
se mostró ayer totalmente dispuesto a renunciar a la presidencia de la convención “si el candidato me lo pide”.
será crucial para comprobar las posibilidades de que el GOP cierre filas en torno a su candidato, pero las espadas siguen en alto. Ryan
se mostró ayer totalmente dispuesto a renunciar a la presidencia de la convención “si el candidato me lo pide”.
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