La VANGUARDIA-“Ha nacido una ilusión”, tituló La Vanguardia al día siguiente de la firma en Roma, el 25 de marzo de 1957, de los tratados del Mercado Común y del Euratom, el embrión de la actual Unión Europea. Sesenta años después, ilusión es lo que se echa en falta en el ambiente en una Europa que “pasó de ser el sueño de unos pocos a la esperanza de muchos” antes de reunificarse, una Europa que ha dejado atrás las guerras para convertirse en “una comunidad de paz, libertad y democracia” que goza de “unos niveles sin precedentes de bienestar y protección social”, como destaca la declaración de Roma que hoy firmarán los líderes europeos en la capital italiana.
¿Qué ha ocurrido para que, habiendo logrado buena parte de sus objetivos, la Unión llegue a este aniversario más cuestionada que nunca? Si hace 60 años fue el júbilo de los estudiantes italianos, a los que se dio un día extra de vacaciones, lo que acompañó a los líderes de los seis países fundadores (Alemania, Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo), hoy serán las manifestaciones de protesta organizadas en Roma las que den el tono del momento que atraviesa la UE, y su réplica, una Marcha por Europa con personas llegadas de todo el continente para defender el proyecto.
La crisis financiera y económica que comenzó hace ahora diez años degeneró en una crisis del euro que, a su vez, dio pie a una crisis existencial de la que la Unión aún no se había recuperado cuando llegó la crisis de refugiados del 2015, y el Reino Unido, en junio del 2016, decidió en referéndum abandonar el club. El mazazo del Brexit ha roto con la idea de que la integración europea sólo podía avanzar hacia delante y unida y sobre la reunión de hoy planeará la amenaza lanzada por Alemania y Francia de que están dispuestos a seguir adelante por su cuenta y dejar atrás a los renuentes.
El apoyo político y económico que acompañó a la entrada de los países del Este en el club comunitario en el 2004 debería haberlos anclado irremediablemente entre las democracias liberales europeas. Sin embargo, la Vieja Europa observa con aprensión cómo la brecha se ha agrandado a raíz de la deriva autoritaria que se observa en Hungría y Polonia, dos países clave, y las reticencias generales a acoger demandantes de asilo llegados a otros países. Al mismo tiempo, la falta de acuerdo entre Berlín y París sobre las reformas básicas para garantizar el futuro de la zona euro ha alimentado la insatisfacción ciudadana en países como Italia o Grecia, que ven su nivel de riqueza mermar, en lugar de aumentar, desde que adoptaron la divisa única.
Con tantos frentes abiertos, la cumbre que hoy se celebrará en Roma tiene como primer objetivo reivindicar la vigencia del proyecto y mostrar la voluntad de los líderes europeos de afrontar juntos desafíos como los conflictos regionales, el terrorismo, la presión migratoria, el proteccionismo y las desigualdades sociales y económicas. La declaración promete ofrecer resultados en todas estas áreas para recuperar la ilusión y el favor de los ciudadanos.
El texto llega pactado de antemano para evitar que en las dos horas escasas que durará la cumbre de hoy, a los líderes europeos les dé tiempo a pelearse, como ocurrió en el último Consejo Europeo.
La primera ministra de Polonia, Beata Szydlo, dejó ayer de amenazar con no firmarla. Su colega griego, Alexis Tsipras, también ha amagado con no suscribirlo pero ayer aclaró que no lo bloqueará, aunque quiere hablar del restablecimiento de los convenios colectivos en su país, el último gran escollo del rescate financiero y algo que deja a su país excluido del acervo comunitario en protección social, dice.
Los líderes europeos llegan a la cita de hoy conscientes de que el lema de “una unión cada vez más estrecha” que hasta ahora ha guiado el proceso de integración europea se ha quedado desfasado. No hay apetito para ir más lejos en la integración y no todos desean participar en los grandes proyectos que empiezan a esbozarse para responder a desafíos actuales como la nueva asertividad rusa o el desinterés de Washington por la OTAN, en especial la Unión de la Defensa. A la hora de decidir cómo avanzar, “el problema es que el mínimo denominador común es cada vez más bajo”, lamentan fuentes diplomáticas.
Las distintas versiones manejadas estos días de la declaración de Roma reflejan las tensiones vividas a raíz de la cumbre de Versalles, cuando la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, François Hollande, lanzaron la idea de una Europa a varias velocidades, no como se ha hecho hasta ahora sino al margen de las instituciones comunitarias si fuera necesario. Italia se mostró tibia a la idea y España, defensora del método comunitario, ha tomado una posición discretamente en contra, al igual que los países nórdicos, del Este o incluso Holanda, socio fundador del club. Unos temen un exceso de integración, otros el dominio absoluto alemán sin el contrapeso de las instituciones. El primer borrador de la declaración hablaba de que “si es posible” actuarán unidos. La siguiente versión eliminó la frase. “Daba la impresión de que se partía de la base de que no iba a serlo”, explican fuentes diplomáticas. Se añadió que quienes avancen a diferente velocidad lo harán “dentro de los tratados”, apunte que al final se ha matizado para decir que será “en línea” con estos.
La movilización general para enterrar de momento la idea de Merkel y Hollande, especialmente en un día tan señalado como hoy, indica la importancia de estos matices, aunque fuentes diplomáticas consideran que el objetivo de esas palabras era sobre todo lanzar una advertencia al Este y provocar una reacción. A nadie se le escapa que nada se decidirá hasta que no se celebren las elecciones presidenciales francesas esta primavera y las legislativas alemanas en septiembre.
En Francia, la elección está entre alguien que ha prometido acabar con la UE, Marine Le Pen, y el europeísmo desacomplejado de Emmanuel Macron, con varios candidatos partidarios de continuar con la indefinición actual francesa respecto a Europa. En Alemania, las diferencias entre los principales candidatos no son tan amplias, pero dado el desmesurado peso del país en las decisiones cualquier matiz importa. Y entre el estancamiento que representa Merkel y la apertura del socialdemócrata Martin Schulz, algunas cosas podrían moverse.
El Reino Unido no participará en los actos pues no tendría sentido que el país reflexionara sobre el futuro del club. El Gobierno británico dejará a los líderes europeos saborear la fiesta de Roma hasta el día 29, la fecha en que lanzará sus negociaciones de salida de la Unión, un proyecto que se creía irreversible.
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