Los medios de comunicación hemos acordado llamar a la falta de lluvias que nos acompaña desde enero de 2016 la 'peor sequía en los últimos veinte años', en referencia a la que azotó la península a principios de los años noventa. Sin embargo, los datos no respaldan totalmente esa coletilla, sino más bien, que nos encontramos en mitad de una sequía que, cuando termine, será con mucha probabilidad la más severa que nuestros ojos hayan visto.
Habitualmente escuchamos valores como el porcentaje de capacidad de los embalses para valorar la severidad de una sequía, pero el meteorólogo Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología, ni la considera: "¿El nivel de los embalses? Aquí controlamos la sequía siguiendo al agua desde que sale de la nube hasta que llega al suelo".
Embalses y arroyos al mínimo: así golpea la sequía la zona de la que bebe todo Madrid
ANTONIO VILLARREAL
Dos de cada tres vasos de agua que se consumen en la capital salen de la cuenca del río Lozoya. Los efectos de la falta de lluvia son cada vez más visibles y preocupantes
Ellos emplean un índice llamado SPI, basado en las precipitaciones. "Utilizando este índice, contamos que desde 1981 ha habido 11 periodos de sequía, que tienen una duración media de entre dos años y dos años y medio", explica el meteorólogo. "El periodo más largo fue el de la década de los noventa, comenzó en 1991, duró 36 meses y hubo un periodo muy breve de interrupción antes de que comenzara otra sequía que duró otro año más: en total fueron casi cinco años, hasta diciembre del 95".
El sistema es sencillo, si una zona de España pierde más agua de la que gana, se le asigna un valor negativo. Siguiendo este índice podemos ver qué zonas de España están sufriendo más la actual sequía.
Al tratar de comparar, históricamente, la sequía actual con las anteriores (la citada de los años noventa o la que hubo entre 1980 y 1983), el meteorólogo apunta que "la sequía de los noventa fue más larga e intensa, creo que esta aún no llega a esos niveles, pero no ha terminado", explica, "este año, por ejemplo, está siendo seco, con un 30% menos de precipitaciones". Sin embargo, habrá que esperar al 31 de diciembre para que los datos de AEMET decidan catalogarlo entre las etiquetas "seco" o "muy seco".
La actual sequía está teniendo características que la diferencian de las anteriores: por ejemplo, en ciudades como Madrid o Coruña, donde la mayor parte de las lluvias se concentran en otoño, han caído muy pocas precipitaciones, tanto en 2016 como en lo que llevamos de año. Muy pocas en comparación, no con un año normal, sino con los periodos de sequía 1981-1984 y 1992-1995.
En ciudades naturalmente secas, como Sevilla, se aprecia que los periodos de menos precipitaciones, como el verano, empiezan antes y acaban despuésque en los periodos de sequía de hace dos o tres décadas.
Hay otras formas de valorar cómo de severa está siendo esta sequía, pero tampoco no son halagüeñas.
Sí, el cambio climático
En 2013, Ernesto Tejedor apareció en casi todos los medios de comunicación del país tras publicar un estudio que radiografiaba las sequías en España desde el año 1694. Las conclusiones de este investigador eran poderosas: "Los veranos de 2012 y 2013 fueron los más secos de los últimos 318 años", explica a Teknautas. "Ahora tenemos muchas ganas de ir al campo el año que viene y ver cómo ha sido el año 2017".
Cada verano, salen al monte y realizan incisiones en la corteza de los árboles. "En el primer estudio utilizamos el anillo completo del árbol: tiene una parte más oscura y otra más clara". La clara es la llamada madera temprana, la que se genera en primavera; la oscura, madera tardía, se genera en verano. A partir de ellas estos científicos generan las reconstrucciones climáticas de los últimos siglos.
Además, Tejedor y sus compañeros observaron otra tendencia: ocho de los diez años más extremos de los últimos 318 de nuestra historia se dieron en la última década. Existe un factor clave que está haciendo diferente a esta última sequía con respecto a las anteriores.
"La temperatura es un factor más que está aumentando la potencialidad de las sequías", explica Tejedor, "lo que estamos observando también de la sequía no es solo que haya una caída de las precipitaciones, sino que hay un aumento de la evapotranspiración, es un efecto combinado".
Es decir, que aunque las precipitaciones no fueran tan escasas como en episodios pasados, unas temperaturas más bajas podrían atemperar la situación. Actualmente, sin embargo, no tenemos ni lo uno ni lo otro. Si en lugar del índice de precipitaciones SPI empleamos el SPEI, creado por Santiago Beguería y sus compañeros del CSIC para elaborar el Monitor de Sequía Global y que incluye los datos de temperatura y evaporación-transpiración, esta sequía resulta bastante diferente a las anteriores.
Puede observarse claramente cómo el aumento de temperaturas registrado en las últimas décadas ha aumentado la severidad de las sequías, incluso aunque estas hayan registrado más precipitaciones que otras en el pasado.
En apenas unos días, la estación meteorológica del parque del Retiro, en el centro de Madrid, podría acabar registrando su primer noviembre sin ningún día de lluvia desde 1981. La huella de todo esto está quedando debidamente registrada.
"Los árboles del sistema ibérico crecen en función de la precipitación, por tanto son muy buenos indicadores de la sequía porque les afecta lo que ocurre en el año hidrológico anterior" explica Tejedor, "digamos que los árboles tienen memoria para esto".
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