Cuatro propuestas para contribuir a paliar el cambio climático
Cuatro iniciativas sencillas que cualquier persona puede realizar, en mayor o menor medida, para ayudar al planeta y combatir el calentamiento global.
Comer carne en las proporciones actuales no es sostenible. Foto: Carlos Octavio Uranga.
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Decía John Donne hace 400 años que ningún ser humano es una isla, sino que cada uno es parte de un ente mayor y colectivo: un país, un continente, un planeta. El poeta metafísico inglés pronunciaba así una máxima que se esgrime contra el liberalismo, corriente que promulga que el bien común sería la suma de bienestares individuales, obviando que el lugar en el que naces te dará más o menos oportunidades para alcanzar ese objetivo. Siguiendo la línea de pensamiento de Donne, si nuestras acciones tienen consecuencias a una escala superior y global, se podría destacar la necesidad de la iniciativa individual porque, como dijo Kropotkin, “despierta el espíritu de la revuelta de masas”.
A menudo escuchamos consejos sobre qué podemos hacer, como individuos, para lograr un cambio colectivo. Esto sucede en el ámbito ecológico, donde se promueven desde hace décadas iniciativas como reciclar, reducir el consumo de energía, adquirir productos ecológicos, utilizar menos el coche… Pueden parecer estériles, pero lo cierto es que, más allá de que tengan un impacto más o menos real sobre el medio ambiente, pueden inspirar un cambio de conciencia. Es decir, pequeñas acciones individuales que se generalizan pueden ejercer presión, saltar a la opinión pública y, con suerte, influir en la agenda legislativa. La regulación nos obliga a actuar conforme al deber, como diría Kant, hasta llegar a actuar por deber. Es decir, reciclar por miedo a una multa para terminar haciéndolo porque realmente es lo correcto.
La antropóloga Yayo Herrero afirma que cualquier propuesta que no sea universalizable es injusta, porque no es un derecho sino un privilegio al que no todo el mundo puede acceder. Por ejemplo, promover el consumo de productos ecológicos es algo a lo que solo pueden aspirar personas con un alto poder adquisitivo. Por eso, desde La Marea proponemos cuatro iniciativas que cualquier persona puede realizar, en mayor o menor medida, para ayudar al planeta. Son recomendaciones de organismos como la Organización Mundial de la Salud o la propia Unión Europea.
EVITA COMER CARNE
El mundo (clasificado como desarrollado) come carne por encima de sus posibilidades. Los ecologistas llevan décadas advirtiéndolo, pero ahora lo afirma también la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según un informe de este organismo, publicado en 2015, hay cuatro factores medioambientales que limitan la producción de carne a escala global: la superficie que ocupa la zona de pastos (según el economista Óscar Carpintero, 103 metros cuadrados para un bocado de solo 10 gramos); el agua empleada en el proceso y por los animales; los gases de efecto invernadero provocados por las flatulencias de las vacas; así como la energía invertida en la producción.
En una entrevista, el catedrático de Nutrición de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Lluís Serra-Najem aseguraba que “si en España se ingiriese menos carne, no solo se produciría una mejora medioambiental, sino en la salud”. Si se redujese el consumo, “las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción de alimentos bajarían un 72%, el uso de tierras agrícolas se reduciría un 58%, la energía requerida, un 52%, y el agua disminuiría hasta un 33%”, según el citado estudio realizado por la OMS. Cabe recordar que España está entre los 15 países que más carne consumen, un ranking encabezado por Estados Unidos, el país más carnívoro en el último medio siglo.
Comer carne en las proporciones actuales no es sostenible, y sería imposible si el consumo se generalizase: para que todo el planeta pudiese comer tanta proteína animal como la que consume una minoría privilegiada se necesitarían tres planetas, según una investigación del Instituto de Derechos Humanos de la Universitat de València. La revista The Atlantic se hacía eco el pasado agosto de un estudio llevado a cabo por un grupo de científicos de la Universidad de Oregón, el Bard College y la Universidad Loma Linda. ¿Qué calcularon? Exactamente qué pasaría si los estadounidenses sustituyesen la carne de ternera por las judías pintas (en inglés, beans instead of beef): solo con ese cambio en la dieta se podría cumplir la promesa de Barack Obama de reducir en un 30% los gases causantes del cambio climático. Y no en 2030, como aseguró el expresidente, sino en 2020. Es decir, aunque estructuralmente no cambiase nada más (ni en el tema energético, ni en el de contaminación) e incluso si la gente siguiese comiendo carne de cerdo y pollo, se reducirían las emisiones en, al menos, un 46%.
USA MENOS EL COCHE
Según la OMS, en 2014 el 92% de la población vivía en ciudades con una baja calidad de su aire. Lo que se suele decir es que hay que bajar el nivel de uso del coche. ¿Cómo? Cambiándolo por transporte público. El problema es que, a menudo, las clases populares viven en la periferia, que está lejos de donde se suelen situar sus lugares de trabajo. Así, por ejemplo, es factible pedirle a alguien que vive cerca de su trabajo que use el autobús, pero no lo es para quien tiene la casa a más de seis kilómetros y a quien le tocaría invertir, al menos, una hora.
Según la OMS, el 65% de la contaminación (emisiones de CO2) de nuestro aire tiene un responsable directo: el transporte por carretera. Y según la Unión Europea, las emisiones de CO2 son responsables del 63% del calentamiento global. El resto de la polución se achaca a otras actividades, como la quema de biomasa y carbón para cocinar o como medio de calefacción, la industria de pequeños fabricantes, la quema de madera y carbón para calentar los hogares (sobre todo en las zonas rurales) y la actividad de las centrales eléctricas que usan carbón. Por ello, quizá es injusto pedirte que no uses el automóvil si vives en el extrarradio, pero quizá, si de vez en cuando realizas un viaje, puedes emplear el tren o el autobús para llegar a tu destino. Intenta compartir vehículo con personas que realicen trayectos similares en horarios compatibles con el tuyo.
AHORRA EN PLÁSTICO
A menudo no reparamos en detalles mínimos que pueden no solo reducir el impacto ambiental, sino ahorrarnos costes a final de mes. Un ejemplo es el de las bolsas de plástico que adquirimos cada vez que vamos al supermercado. En España, cada persona usa, de media, 120 bolsas de plástico al año. Además de pagarlas, el problema es que únicamente se usan en torno a 15 minutos (del súper a casa) pero tardan 400 años en degradarse. De hecho, la Comisión Europea abrió un expediente sancionador a España para que, antes de 2019, redujese un 25% el consumo de bolsas. En Europa solo el 7% del total de bolsas que se utilizan son recicladas.
¿Cómo puedes contribuir tú? Puedes hacer la compra con un carrito: no necesitarás usar ninguna bolsa, te ahorras el coste (aunque sean unos céntimos) y, además, transportar los productos te resultará más fácil. Si ya tienes bolsas de plástico en casa, puedes reutilizarlas para hacer la compra, así no tendrás que adquirir nuevas y les estarás dando uso en vez de acumularlas. Solo recuerda llevártelas antes de salir de casa.
También puedes ahorrar plástico en las botellas de agua. España está entre los cinco países europeos que más agua embotellada consume. El Confidencial analizó hasta 76 aguas de botella para compararlas con la del grifo y concluyó que por lo que cuesta un litro de agua embotellada, podemos pagar más de 1.300 litros de agua corriente. Además, tan solo una marca igualaba en calidad a la del grifo. Por tanto, una buena opción para consumir menos plástico es beber agua del grifo; y si quieres llevar una botella de agua contigo, puedes usar una de vidrio (también las hay reutilizables de acero inoxidable o barro cocido).
DESENCHUFA APARATOS
Microondas, módem, televisión, tostadora, cafetera, cargador del móvil, ordenador… Hay decenas de electrodomésticos que usamos en un momento concreto del día pero que, sin embargo, mantenemos enchufados a la corriente. El Lawrence Berkeley National Laboratory, del Departamento de Energía de EEUU, calculó cuánto consumían estos aparatos apagados o en stand by y demostró que, incluso apagados, ingerían (y malgastaban) una cantidad significativa de energía.
Además de contribuir al impacto ambiental, ese mal uso engrosa tu factura cada mes. Por eso, cuando salgas de casa o vayas a dormir, puedes desenchufar estos aparatos y conectarlos cuando vuelvas (como el módem) o vayas a utilizarlos (cafetera en el desayuno, por ejemplo). Acuérdate de las alargaderas y los ladrones. Quizá no ahorres más de cuatro o cinco euros en la factura de la luz, pero contribuyes a que no se malgaste energía.
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