sábado, 23 de abril de 2022
En la Costa Oriental quedaron unos cuantos!!!1
Asturias, el reino que venció a los vikingos
Los dos primeras oledas, bajos los reinados de Ramiro y Ordoño, llevaron a los monarcas a fortificar la costa
L. ORDÓÑEZ
Los vikingos nunca pasan de moda, son protagonistas de series y películas que siempre atrapan la atención del público, son una civilización fascinante y más desconocida de lo que pudiera parecer. Tampoco son igualmente conocidos todos sus viajes y saqueos, entre la historia y la leyenda: a Asturias, al antiguo reino en tiempos del mandato de Ramiro I llegaron en el siglo IX, sus incursiones hacia la península se repetirían en tres ocasiones más en los siglos siguientes, con desigual suerte pero con un impacto que se haría notar en las fortificaciones que se levantaron para defenderse de sus asaltos. «La primera gran oleada tiene lugar en el año 844 d.C. Tras abandonar la desembocadura del Garona [en Francia], los vikingos aparecieron ante las costas de Gijón, sin que sepamos bien si fue una expedición planificada o si simplemente les empujó hacia allí una tormenta», explica Gonzalo Ollero de Landáburu, profesor de la Universidad Complutense en su conferencia «La huella arqueológica de los vikingos en la Península Ibérica. Análisis de las dos primeras oleadas del siglo IX» y en la que detalla que hay debate entre los historiadores respecto a si hubo un desembarco con saqueo en la ciudad y alrededores o si desistieron al ver la defensas de la villa. Reinaba entonces Ramiro I que había llegado al trono no precisamente en una sucesión pacífica, tuvo que hacer frente a la rebelión de Nepociano, cuñado de Alfonso II el Casto, y logró asentarse tras una guerra civil. Los vikingos no debieron ver muy clara la posibilidad de atacar la escarpada costa astur pero sí la gallega y allí se desplazaron y allí las tropas del rey les hicieron frente. «Los vikingos continuaron viajando hacia el oeste por la costa cantábrica y alcanzaron el litoral de Galicia. Esta región ofrecía una mejor situación para cualquier invasor llegado por mar, especialmente en el área del Golfo Ártabro y en las Rías Bajas. Las condiciones para la navegación y el desembarco eran muy apropiadas. Se internaron en el Golfo Ártabro hasta llegar al puerto de A Coruña, y tras desembarcar al pie de la Torre de Hércules (Farum Brecantium), fueron derrotados por Ramiro I, perdiendo numerosos barcos y teniendo que embarcar de nuevo y huir del lugar». ¿Cuántos vikingos trataron de asaltar el reino astur? Los historiadores debaten, la conferencia destaca que si bien las incursiones están documentadas por crónicas de la época, tanto cristianas como musulmanas, ha habido pocos estudios de carácter arqueológico. Así Ollero apunta que «las condiciones para el abastecimiento eran tan complicadas que un ejército numeroso en este escenario sucumbiría al hambre antes que a las armas de sus enemigos. Por eso creo difícil que la hueste vikinga pudiese estar formada por más de 1000 hombres». La segunda expedición, que llegaría a asaltar Sevilla estaba formada por unas 80 naves que albergaban alrededor de 1.600 guerreros. Hubo noticias de asaltos a Lisboa y entradas en ríos de Andalucía. Al reino de Asturias los vikingos regresaron ya bajo el reinado del sucesor de Ramiro, Ordoño I, atacando directamente de nuevo el litoral gallego por la ría de Arousa, quizá buscando los posibles tesoros de Santiago de Compostela que ya era un relevante centro de peregrinación y lograron asediarla. «Los sitiados acaban pagando un tributo a los invasores para librarse del saqueo, pero una vez pagado aquél los vikingos intentaron penetrar en la ciudad. Fue entonces cuando se presentó un ejército leonés al mando del conde Pedro, quien atacó a los vikingos causándoles gran cantidad de bajas y consiguiendo incendiarles algunos barcos. Los invasores, derrotados, se vieron obligados a reembarcar y son expulsados del lugar». No se tomó a broma ninguno de estos asaltos. El profesor destaca que «La marcha de los vikingos de vuelta a sus bases tras la segunda oleada tuvo lugar en el año 861. La siguiente gran oleada no tendría lugar hasta el año 966 (aproximadamente.). En esos 100 años de intervalo entre la segunda y la tercera oleada, el Reino de Asturias llevó a cabo la construcción y reconstrucción de una serie de enclaves en la costa asturiana y gallega como medidas defensivas para futuras incursiones desde el mar».
Así, detalla que «En Asturias se dispusieron una serie de castillos a lo largo de la costa si bien hay algunas diferencias. Por un lado, nos encontramos castillos que se encuentran situados en lugares próximos a caladeros de fácil desembarco (bahías, desembocaduras de ríos) y/o que tratan de evitar la penetración por vías fluviales al interior del territorio. Este grupo serían aquellos castillos levantados junto a la costa, encargados de su defensa directa frente a amenazas desde el mar. Este grupo lo forman los castillos de Gozón (desembocadura de la ría de Avilés), San Martín de Pravia (desembocadura del río Nalón), el del cerro de Santa Catalina (Gijón, actual barrio de Cimadevilla, que forma las dos bahías de Gijón), el de Santa María (al fondo de la ría de Villaviciosa) y el de Aguilar de Cartavio (al lado de la ría de Navia)».
Así era el castillo de Gauzón
Así era el castillo de Gauzón en la época que se forjó la Cruz de la Victoria
De otra parte están las fortificaciones cercanas a la costa pero ya en el interior para proteger áreas de cultivos y vías de comunicación. Entre ellas enumera los «castillos de Bivaone (en Ribadesella), Lugás, Pico Jana (o Pico de las Torres, en Ribadedeva), La Isla, Soberrón, Forte in Plano (tal vez sea Jana), Aguilar/Rales y Petras Minutas». Por esos tiempos también se dota a la capital, Oviedo, de murallas y, de hecho, apunta que «tanto el Castillo de San Martín como el de Gozón están claramente orientados a la defensa de la ciudad de Oviedo, el núcleo de población más importante de la Alta Edad Media asturiana».
El histórico primer contacto de Asturias con un imperio que cambió el mundo
L. ORDÓÑEZ
Las crónicas recogen varios viajes desde la corte de Alfonso II con regalos que asombraron a la corte del emperador CarlomagnoEn la época contemporánea España ha mirado a Europa con anhelos de modernización, lo hizo a mediados del siglo pasado y en el presente inmediato, de cara a la reconstrucción postpandemia, muchas esperanzas están puestas en los fondos que han de llegar desde el norte de los Pirineos. Pero las relaciones de Asturias con Europa no son nuevas ni mucho menos. En los siglos oscuros de la Alta Edad Media, cuando los mimbres de la civilización romana parecían destejerse en el continente, en centroeuropa surgió el poder de enorme impacto político y cultural de Carlomagno (con una marca hispánica, vasalla, en áreas de Cataluña) mientras en el noroeste de la península comenzaba a asentarse de forma más firme el reino de Asturias bajo el mandato de Alfonso II y ambos se conocieron, parlamentaron, intercambiaron debates de altura teológica no como vasallos sino como iguales: esta es la historia de las embajadas asturianas a la corte carolingia.
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