Marine Le Pen y Emmanuel Macron.
Marine Le Pen y Emmanuel Macron. LUIS GRAÑENA A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! Fue una de las movilizaciones más multitudinarias de la historia reciente de Francia. El 1 de mayo de 2002, más de un millón de personas se manifestaron en el conjunto del territorio francés en un Día del Trabajador teñido con un mensaje nítido contra la extrema derecha. Unas 400.000 personas desbordaron las calles de París tras el trauma que supuso el pase inesperado del ultra Jean-Marie Le Pen a la segunda vuelta de las presidenciales de ese año. Una semana después, el conservador Jacques Chirac ganaría esos comicios con el 82% de los sufragios. El aspirante de la extrema derecha fue derrotado de manera inapelable. Solo consiguió el 18%. Veinte años después, en Francia, se respira un ambiente totalmente distinto. Apenas 25.000 personas desfilaron el 16 de abril contra la ultraderechista Marine Le Pen, a pesar de que su victoria en la segunda vuelta del 24 de abril resulta una posibilidad poco probable, pero real. Tras haber engullido con su “gran coalición” a los viejos partidos del bipartidismo, el presidente Emmanuel Macron dispone de una reserva natural de votos inferior a la de 2017. Su futuro dependerá del apoyo del electorado de izquierdas –un total del 32%–, al que ignoró y decepcionó a lo largo de su mandato. “En 2017 apoyé a Macron en la segunda vuelta, pero esta vez no pienso votar por él”. Era muy habitual escuchar este tipo de explicaciones en boca de votantes progresistas, desde clases medias hasta categorías modestas, antes de la primera vuelta del 10 de abril. “¿Qué mosca les ha picado a los franceses de izquierdas?”, podría preguntarse un lector bienintencionado que se cree al pie de la letra esas crónicas de la prensa mainstream en que todavía se presenta al presidente francés como un “pragmático”, un “socioliberal”, un “dirigente camaleónico” y cuya reputación de “presidente de los ricos” se debe solo a una caricatura de la izquierda radical. “El desprecio hacia Macron en la izquierda” “Seguramente fuera de Francia cuesta percibir los niveles de rechazo que provoca Macron en sectores de la izquierda”, explica el sociólogo Ugo Palheta, profesor en la Universidad de Lille y autor del libro La possibilité du fascisme. France: trajectoire du desastre. “Durante su mandato hubo la represión más severa contra un movimiento social en las últimas décadas, con personas que perdieron un ojo y les arrancaron una mano”, añade sobre la brutalidad con que las fuerzas de seguridad reprimieron el movimiento de los chalecos amarillos. “Además de una destrucción de conquistas sociales, se ha producido esta represión contra los chalecos amarillos y me resulta muy difícil votar por alguien tras este grave error”, reconocía en una emisión del digital francés Mediapart Priscillia Ludosky, una de las impulsoras de la heterogénea revuelta de finales de 2018, despues de haber apoyado en la primera vuelta al insumiso Jean-Luc Mélenchon, cuyo 22% de votantes se convirtió en un codiciado trofeo de guerra. Esta alergia a votar al presidente no resulta exclusiva de los chalecos amarillos. “Obviamente, no quiero que gane Marine Le Pen, pero no os puedo decir, el día después de la primera vuelta, que votaré a Macron”, reconocía la escritora feminista Annie Ernaux en una entrevista en el rotativo progresista Libération, publicada el 12 de abril. El presidente “ha favorecido él mismo esta trampa a lo largo de su mandato. Quería este duelo (con Le Pen). Es el gran responsable del auge de la extrema derecha”, añadía. De hecho, estas reticencias quedaron reflejadas en la consulta de la Francia Insumisa. Dos tercios de sus simpatizantes aseguraron que se abstendrían o votarían en blanco en la segunda vuelta. “Ningún voto para la señora Le Pen”, dijo hasta cuatro veces la noche electoral del 10 de abril el líder de la Francia Insumisa (socioecologista), quien defendió una posición menos ambigua que en 2017. “No solicitó explícitamente el voto para Macron, ya que no quiere fragmentar a su heterogéneo bloque electoral ni tampoco regalarle el monopolio de la protesta a Le Pen”, sostiene el politólogo Manuel Cervera-Marzal, experto en la izquierda insumisa. “Creo que debemos coger con pinzas todos aquellos sondeos que dicen que un 20% de los votantes de Mélenchon podría apoyar a la candidata de la extrema derecha en la segunda vuelta. Hace cinco años también se hablaba de esa misma posibilidad y al final solo el 7% de ellos respaldaron a Le Pen”, añade este profesor de la Universidad de Lieja. “Esta idea de que hay una porosidad entre la extrema izquierda y la extrema derecha tiene una parte de construcción mediática”, recuerda. Más que el voto a Le Pen, el escenario más arriesgado sería una abstención masiva del electorado insumiso. Quizás con la nariz tapada y arrastrando los pies, cada vez más votantes de izquierdas parecen dispuestos a depositar una papeleta del dirigente centrista En la banlieue lo tienen claro: el mal menor es Macron Sin embargo, esta posibilidad se ha desvanecido, en parte, a causa del miedo de un triunfo lepenista. Lo que explica la tendencia al alza del dirigente centrista en los sondeos. Según los últimos estudios de opinión, Macron se impondría finalmente con el 57-53% ante el 43-47% de la líder de la Reagrupación Nacional (RN, extrema derecha). Quizás con la nariz tapada y arrastrando los pies, cada vez más votantes de izquierdas parecen dispuestos a depositar una papeleta del dirigente centrista. Mucho más desgastado que hace veinte años, pero el “frente republicano” –expresión utilizada para designar el cordón democrático contra la extrema derecha– sigue vivo en Francia. “Estoy decepcionada de verme obligada a tomar esta decisión, pero no tengo ninguna duda del peligro que representaría la RN”, afirma Delphine Juzeau, 46 años, una música que vive en Saint-Denis, localidad emblemática de la periferia norte de París conocida por su carácter multicultural. Aunque critica “las políticas a favor de los ricos de Macron, como la supresión parcial del Impuesto sobre la Fortuna”, no entiende a aquellos votantes de izquierdas que no harán todo lo posible para evitar la llegada al poder de Le Pen. “Se trata de niños mimados de la democracia, yo no me olvido de aquellos años en que la extrema derecha estaba liderada por Jean-Marie Le Pen”, afirmaba mientras tomaba un café en una terraza delante del Ayuntamiento de Saint-Denis, dirigido por el socialista Mathieu Hanotin. Era el penúltimo día de la campaña y decenas de curiosos se concentraron en la soleada explanada delante del clásico edificio decimonónico francés, donde se encuentra el gobierno municipal. Esperaban la llegada de Macron, que hizo uno de sus últimos desplazamientos a esta ciudad históricamente comunista, donde apenas obtuvo el 16% de los votos en la primera vuelta (por el 27% en el conjunto del país). Allí Mélenchon literalmente arrasó, con el 61% de los sufragios en la primera vuelta. Pero buena parte de sus votantes podría apoyar al presidente en la segunda por el miedo generado por el lepenismo. “Debemos evitar como sea que el diablo llegue al Elíseo”, asegura Chami, 68 años, francés de origen argelino que no se muerde la lengua a la hora de calificar a la candidata ultranacionalista y xenófoba. “El hecho de que quiera prohibir el velo islámico en la calle y multar a todas las mujeres que lo lleven me parece delirante”, añade Myriam Khafiane, 21 años, que estaba sentada en un banco en la misma explanada, cercana a la basílica gótica de Saint-Denis, donde se encuentra una de las principales necrópolis de los reyes de Francia. ¿La “tercera vuelta” de Mélenchon? Como muchos otros jóvenes, Khafiane reprocha al presidente “su gestión de la pandemia, que ignoró totalmente a los jóvenes”, así como sus reformas neoliberales, como el hecho de alargar la edad mínima de jubilación hasta los 65 años (tras haber cotizado entre 42 y 43 años), una de sus propuestas estrella en esta campaña. “De los últimos presidentes, Macron fue el que menos invirtió en becas universitarias”, recuerda Imane Ouelhadj, presidenta de la UNEF, uno de los principales sindicatos universitarios. “Muchos jóvenes se dicen que ni con el uno ni con el otro su futuro está garantizado”, afirma sobre aquellos estudiantes que intentaron ocupar la Sorbona u otras universidades. “Tras haberlo hecho en 2002 y 2017, la gente está cansada de votar al mal menor”, afirma la activista feminista Caroline De Haas, sobre aquellos electores de izquierdas que se decantan por la abstención o el voto en blanco. Para seducirlos, el dirigente centrista defendió en su principal mitin en París el 2 de abril que “la principal causa de su (hipotético) segundo mandato sería la igualdad entre mujeres y hombres”, una fórmula que ya había utilizado en noviembre de 2017. “Ha habido mucha palabrería, pero no se han aplicado políticas ambiciosas para combatir la violencia machista”, declara De Haas, quien recuerda “la disminución del 25% del presupuesto del Ministerio de Igualdad en 2017”. Mélenchon dijo el 19 de abril que quiere convertir los comicios de junio en “una tercera vuelta” “A pesar de las palabras bonitas, luego los hechos se quedan en nada”, ratifica la militante ecologista Claire Lejeune, que en 2019 fue una de las impulsoras de la oleada ecologista en Francia cuando era la secretaria general de las juventudes de los verdes. “Tengo muchas dudas de que Macron vaya a impulsar una verdadera planificación ecológica –un Green New Deal con una mayor intervención estatal–. Si crea un ministerio dedicado a ello, me temo que será anecdótico”, explica Lejeune, uno de los fichajes de la izquierda insumisa en la campaña presidencial, y que será probablemente candidata en las próximas elecciones legislativas. Tras haberse quedado a apenas 400.000 sufragios de superar a Le Pen, Mélenchon dijo el 19 de abril que quiere convertir los comicios de junio en “una tercera vuelta”. Aspira a obtener una mayoría de diputados de izquierdas en la Asamblea Nacional y que estos lo elijan como primer ministro. Una apuesta tan ambiciosa como improbable. Sin embargo, las negociaciones entre las distintas formaciones progresistas apuntan a una posible unión de la gauche en estos comicios bajo el paraguas mélenchonista de la “Unión Popular”. Con esta iniciativa, no resulta descabellado imaginar una mayor presencia de representantes de izquierdas en el futuro Parlamento francés. En el caso de una probable reelección de Macron, sería el primer paso para derrocar a la extrema derecha del liderazgo de la oposición. Y abrir un nuevo capítulo en el que la alternativa al neoliberalismo ya no sean la xenofobia y el ultranacionalismo. AUTOR > Enric Bonet VER MÁS ARTÍCULOS @EnricQuart Suscríbete a CTXTORGULLOSAS DE LLEGAR TARDE A LAS ÚLTIMAS NOTICIAS Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad. ¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí
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