lunes, 25 de abril de 2022
La mirada a Francia de Iván Redondo....
Ganó el miedo en Francia (aviso a España)
Iván Redondo - Hace 12 h
El origen de la V República francesa tuvo un arquitecto cuya historia, si abandonan los filtros ideológicos, puede ayudarnos a extraer la principal lección política de la elección de ayer. De Charles de Gaulle se ha escrito mucho e iremos a lo molecular: el general gozó del poder indiscutido de moldear su país en 1958. ¿Cómo llegó hasta ahí? El miedo como categoría política formó parte de su viaje. Decidido tras la Segunda Guerra Mundial a purgar a Francia de una estructura política sectaria e ineficaz que sucumbió frente a Hitler en tan solo seis semanas, De Gaulle quiso elevar la nación por encima de los partidos. No lo logró y tuvo que esperar más de una década a que llegara su hora de nuevo. Pese a su prestigio como héroe de guerra, no venció al sistema de partidos ni a los stakeholders de la Francia de entonces. Venció el miedo.
El miedo hizo que sus adversarios, a pesar de tener mayoría, le eligieran presidente en noviembre de 1945, con enormes restricciones. Sólo unos meses después, De Gaulle dimitió y se fue. Abandonó la política, decidió no participar en un proceso que le habría desgastado y dejó por escrito que su principal error vino de su primera convicción: “Como los políticos nunca creen lo que dicen, se sorprenden cuando alguien sí les cree (yo)”. Volver a creer en la política como base. Construir un nuevo espacio: “saber parar”.
Venció el miedo del menos malo: el PP de Feijóo habrá tomado buena nota
Desde su exilio fue contemplando cómo caían un gobierno tras otro en coaliciones que no impulsaban la regeneración institucional, política, económica y social necesaria. Un total de 26 ejecutivos. Había primeros ministros que duraban meses. En esas condiciones, el sistema se dirigió aceleradamente hacia la máxima más perversa: dejar de hacer y dejar hacer. Cuanto menos se hacía, más opciones de sobrevivir políticamente. Los franceses llamaron al miedo al cambio “inmovilismo” y hubo quien incluso la declinó como “política para adultos”, en las mismas coordenadas que buscan implantar los “restauradores” en España. Curioso.
Con la guerra de Argelia, la IV República se hizo trizas y llegó el “momentum De Gaulle”. El miedo sólo había producido más y más miedo y otros aprendieron a “saber parar”. Así ha sido siempre. Cuando se produce un fin de ciclo, que es lo que vivimos en los comicios de ayer (Macron ya no podrá volver a presentarse y dejará un enorme vacío tras su experimento sistémico como partido-persona), la elección presidencial suele ser un referéndum entre miedo o miedo, esto es, Emmanuel Macron o Marine Le Pen (lo vivimos con Mariano Rajoy: yo o el caos). ¿Pudo ser diferente? Sí. Si la izquierda hubiera concentrado el voto en el candidato con más opciones, Jean-Luc Mélenchon, el balotaje electoral habría sido entre izquierda y derecha, y no entre derecha y extrema derecha. Francia habría entrado con ello en un nuevo ciclo. Pero el “error 404” del sistema suele ser el mismo: cuesta imponer la salida más natural para renovarlo, es decir, que haya una alternancia real. Y para ello, cuidar a la izquierda es imprescindible en democracia.
Ha vuelto a pasar. Y podemos resumir las presidenciales en un sencillo titular: ganó Macron pero no perdió Le Pen, su mejor creación. Continúa la política del miedo. Venció el miedo de la extrema derecha con el mejor resultado de su historia en Francia, ganó el miedo del menos malo (el PP de Feijóo habrá tomado buena nota). Pero la historia de De Gaulle nos enseña que se acabará imponiendo una autoridad que gane al miedo. De Gaulle se fue, dejó que el sistema viciado siguiera su curso para volver como esa autoridad y ganar a todos hasta 1969. Macron pudo ser esa autoridad desde 2017, pero perdió como emperador de la continuidad.
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El ojo de halcón
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