De este matrimonio, depende el futuro del globíto.
Director de análisis de EJD Valores
"El futuro chino de EE.UU"
18:29 | 27 de noviembre, 2009 Philippe Le Quinio
El pulso por el reequilibrio de las hegemonías mundiales está en marcha después de que EE.UU necesite de China y ésta aspire a más de lo que se le ofrece.
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EE.UU y China mantienen un pulso por la hegemonía
Detrás de la aparente simbiosis entre el gigante asiático y la todavía primera potencia mundial, existe un pulso soterrado por un nuevo reparto de las influencias en la económia global, que se ha dejado ver en la reciente visita del presidente Barack Obama a Beijing. Pinche aquí para leer el artículo íntegro
Por primera vez, las ventas de vehículos en el país asiático han superado a las del mercado americano en 1,81 millones de unidades, en los nueve primeros meses de este año. Por ello, los fabricantes americanos vislumbran su salvación en el continente de 1.300 millones de habitantes.
Por su parte, Beijing, que controla las inversiones productivas estadounidenses, aspira a poder exportar vehículos de fabricación china comercializados bajo marcas americanas.
Por otro lado, el gigante asiático, que posee unas reservas de divisas equivalentes a 2,2 billones de dólares, ha salido de compras en el marco de una política expansiva de adquisiciones empresariales. Su intención es cuádruple, al pretender acelerar el proceso de incorporación de valor añadido al sistema productivo, reforzar el control de sus fuentes de abastecimiento de materias primas, ganar cuotas de mercado y edulcorar la imagen de marca de la República Popular.
En este sentido, recordamos que en 2008 las inversiones chinas en el exterior se duplicaron respecto a 2007. Ahora, la CNOOC, una de las tres primeras petroleras chinas, intenta hacerse con la sexta parte de la producción de crudo de Nigeria, después de haberse convertido en la primera petrolera comunista en operar en suelo americano.
El fondo estatal CIC, por su parte, se prepara para invertir 300.000 millones de dólares en el exterior en los próximos años. Dinero que iría a sectores que van desde el inmobiliario al tecnológico.
La falta de reciprocidad ante estas operaciones previstas, está tensando las relaciones comerciales con EE.UU y está provocando que cierto proteccionismo empiece a asomar la cabeza.
Beijing no permite participaciones extranjeras superiores al 50% en las sociendades de capital riesgo y las adquisiciones de compañías chinas por capital extranjero están expuestas a la arbitrariedad de la administración.
Asimismo, la administración americana ha impuesto recientemente aranceles del 35% sobre las importaciones de neumáticos chinos.
Por otro lado, hay que recordar la condición de Beijing de primer banquero de Amércia desde septiembre de 2008 por delante de Japón.
Las tenencias chinas tanto en bonos de Freddie Mac y Fannie Mae como del Tesoro americano, superan el 27% de su PIB. Una venta masiva de estos activos activaría la monetización del déficit público americano y descontrolaría las tasas de inflación. Por ello, desencadenaría bruscas subidas de tipos de interés, desbarataría cualquier atisbo de recuperación en el mercado inmobiliario y el consumo americano. Por otro lado, aceleraría la depreciación del dólar y retroalimentaría la merma del patrimonio de la República Popular.
Por todo ello, EE.UU depende de la colaboración china para financiar los nueve billones de dólares de déficit que generará a lo largo de la próxima década y necesita abrir nuevos mercados para compensar la menor propensión al gasto de sus consumidores.
El pulso por el reequilibrio de las hegemonías mundiales está en marcha.
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