jueves, 3 de diciembre de 2009

Aquí está nuestro futuro....

A esperar!

Escuelas de negocios, los verdaderos ‘think tanks’escuelas de negocios, crisis

@Esteban Hernández - 03/12/2009 06:00h

El Principe de Asturias inaugurando el nuevo campus de ESADE Parecían un lugar de paso obligado para quienes pretendían triunfar dentro de grandes estructuras empresariales, pero ya no son solamente eso. Pensadas como centros de formación para futuros directivos, se han convertido también en núcleos de influencia social con claro impacto sobre las políticas económicas. Se trata de una doble dimensión buscada por las escuelas de negocios, que afrontan su posicionamiento en el nuevo mundo desde un papel mucho más activo.


Como asegura Miguel Martínez Lucio, profesor de la Manchester Business School, “las Escuelas de negocios consiguieron, a partir de los años 80, que profesiones que tenían muy poco brillo, como la contabilidad, los recursos humanos o el marketing comenzasen a ser identificadas como empleos prestigiosos que abrían las puertas de una clase empresarial de dimensiones globales”. Pero también, a través de sus enseñanzas (“que reflejaban muy bien el lenguaje que necesitaba dicha clase”) han contribuido a formar creencias hoy plenamente vigentes acerca de la empresa, “del lugar prioritario que debe ocupar en nuestro mundo, y de la necesidad de organizar la vida pensando fundamentalmente en ella, aunque eso vaya en claro detrimento de lo social”.


En segunda instancia, la influencia de las escuelas de negocios respecto de las instituciones creadas por los gobiernos es cada vez mayor. Como señala Joaquín Garralda, profesor del IE Business School, las administraciones recurren a ellas cada vez con más frecuencia en tanto son percibidas como potenciales líderes de opinión y como una sólida referencia en el campo económico. “Cuando en el pasado querían saber qué pensaban los empresarios, preguntaban sólo a la CEOE; ahora llaman a diferentes actores, y las escuelas estamos entre ellos”.



Buena prueba de la creciente influencia de estos modernos think tanks privados es que el actual Secretario de Estado de economía, José Manuel Campa, proviene del IESE, la escuela de negocios de la Universidad de Navarra. Y es que, como explica Iván Bofarull, Director de reputación internacional de ESADE, “del mismo modo que hace 30 años los actores sociales naturales eran los partidos políticos, los sindicatos o la patronal, nosotros nos hemos incorporado otros a ese núcleo de influencia”. Lo que se acentúa en el caso español, advierte Bofarull, en la medida en que nuestras escuelas han llevado a cabo un proceso de internacionalización que las hace ser respetadas a escala global.


En tercer lugar, y como señala Martínez Lucio, hay que tomar en serio a las business schools como actor político-económico, pero también en lo que se refiere a su impacto en los ministerios de Educación. “Dado que se trata de empresas que ganan dinero, hay universidades que se fijan en su ejemplo y las comienzan a observar como una especie de vanguardia. No sólo por su ideología, sino porque tienen todos los hábitos necesarios para poner en pie relaciones continuas con el sector privado”. Garralda insiste en este aspecto, que considera de gran importancia, ya que los intentos de las empresas de adecuar la universidad a sus necesidades sólo han tenido éxito en experiencias concretas. “Muchos docentes creen que las empresas no tienen que opinar sobre los planes de estudio o sobre las disciplinas que deben impartirse. Y a lo mejor la sociedad necesita una actitud muy distinta, justo a la que las escuelas de negocios están acostumbradas”.


Difiere Martínez Lucio, en tanto las teorías que suelen difundir las Business Schools están imbuidas de un discurso (“muy individualista, muy épico, que contempla a la dirección como si estuviera formada por héroes, y que cree que una empresa puede desarrollar una política organizativa sin pensar en el contexto social”) que las incapacitaría para trasladar sus modelos al conjunto de la sociedad. Sin embargo, lo peculiar de su postura no es el contenido en sí, sino que la emite desde el seno de las mismas escuelas empresariales. Al contrario que las españolas, las business schools británicas, que se encuentran entre las más prestigiosas del mundo, albergan en su interior un importante movimiento crítico, institucionalmente tolerado, que se ha canalizado sobre todo (pero no sólo) a través de lo que ha dado en llamarse Critical Management Studies. Y no se trata de una tendencia anecdótica: 15 de entre las 20 primeras escuelas británicas cuentan con profesorado eminentemente crítico.


Uniformidad académica


Y este asunto es relevante en dos aspectos. Porque si en la universidad existe la pluralidad, acogiéndose a docentes de las más diversas tendencias, en las escuelas no suele ser así, y menos aún en las españolas, ya que las posturas teóricas de sus profesores, por más que puedan diferir en aspectos concretos, suelen coincidir en lo esencial. En ese sentido, muchos expertos insisten en que cuando en las organizaciones no aparecen voces claramente divergentes, se imposibilita su evolución. Además, subrayan que este tipo de actitudes tuvieron mucho que ver con la crisis, en la medida en que no hubo pensamiento crítico que activase las alarmas: todo el mundo celebraba una época de beneficios haciendo caso omiso de los riesgos que asomaban en el horizonte.


Bufarull insiste, sin embargo, en que las escuelas españolas no son espacios monolíticos, sino que también hay lugar para los juicios reprobatorios, aun cuando se den en menor medida que en el ámbito anglosajón. “Es cierto que en Gran Bretaña y en Estados Unidos, en el momento más álgido y crudo de la crisis, hubo críticas mucho más acentuadas que en España sobre el papel de las escuelas de negocios, como aquella portada del Financial Times que se preguntaba qué tenía que ver el MBA con la recesión y qué había aportado Harvard a la crisis. No se podía ignorar que era justo allí donde se había producido el epicentro del terremoto financiero, con lo que esta clase de ataques resultaban lógicos. Pero eso no implica que aquí no haya voces críticas”.


El problema, según Garralda, no está relacionado con la ausencia de posturas divergentes dentro de la organización, sino con esa extendida actitud de neutralidad que adoptaron muchas escuelas, que se limitaban a enseñar determinados conocimientos dejando al libre albedrío de sus alumnos el uso que hicieran de ellos. En ese sentido, cree que “la crisis ha sido un revulsivo. No se trata de que pretendamos alterar dramáticamente el enfoque de la empresa pero ahora somos conscientes de que hemos de moderarlo. Por eso, las escuelas que miran hacia el futuro han reaccionado rápidamente frente a la falta de ética que aparecía entre las causas de la crisis, no sólo trasladando a la opinión pública la necesidad de comportamientos más ajustados a la realidad, sino también insistiendo en sus planes de estudio acerca de materias como la responsabilidad social corporativa o la sostenibilidad”. Para Garralda, este será otro ámbito en el que las escuelas se situarán como fuente de influencia empresarial y social.


Es claro, según Martínez Lucio, que “las escuelas van a adoptar un perfil más ético, y que incluso veamos más insistencia en la regulación. Pero lo que quede de ese impulso no lo sabremos hasta 2015, cuando salgamos de la recesión. Pero tampoco son de esperar grandes cambios: hay que tener en cuenta que a muchas escuelas la crisis no las ha golpeado, y que siguen contratando profesores claramente enamorados del liberalismo”.


Sin embargo, para Bofarull, esta crisis será claramente positiva, en tanto servirá para reforzar el papel social que juegan las business schools: “esta situación nos proporcionará la energía suficiente para plantear con más fuerza el tipo de líderes que queremos tener. Es verdad que el panorama se presente oscuro, pero por eso son aún más necesarios que contemos con líderes competentes y responsables”. Porque el papel de las escuelas ya no es el de formar técnicos o especialistas en la gestión, sino “personas preparadas para afrontar el cambio en la sociedad” o más propiamente, “líderes que se conviertan en los agentes del cambio”.

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