Plácido Domingo, el supermán de la lírica
El tenor recibió la Medalla de Honor del Festival de Peralada tras ofrecer un
concierto, dirigido por López Cobos
PABLO MELÉNDEZ-HADDAD / PERALADA (GERONA)
Día 03/08/2011 - 04.52h
Con las localidades agotadas desde hacía semanas, Placido Domingo regresaba el lunes al Festival Castell de Peralada, el mismo que él tanto ayudó a consolidar en sus comienzos hace un cuarto de siglo. Lo hizo con un concierto inolvidable que acabó con todo el público en pie ovacionando a este rara avis de la música internacional. El cantante madrileño, generoso como siempre, desgranó lo mejor de su repertorio contando con cómplices felices, desde una bailaora extraordinaria a unos mimbres de lujo como son la Orquestra de la Comunitat Valenciana, bajo la batuta de Jesús López Cobos.
En todo caso la noche comenzó nerviosa: la falta de ensayos se hizo evidente, ya que al principio se sucedieron un par de frustrantes prestaciones; el maestro se mostró inseguro ante la mejor orquesta de España, con múltiples desencuentros, pero todo se recondujo muy rápidamente. Domingo comenzó a calentar motores con «Le Cid», campeando incomodo hasta que llegó el rotundo agudo final, pero sin que López Cobos lo siguiera debidamente. La incomodidad regresó en el «Adiós a la vida» de «Tosca», pero todo cambió con su maravilloso Carlo Gerard. A partir de ese momento enseñó, sobre todo en el repertorio de barítono, las armas a las que tiene acostumbrados a sus seguidores, en esta ocasión venidos incluso desde Japón. El Domingo barítono todavía tiene mucho, pero mucho que entregar; él mismo afirmó a ABC que lo que planea es seguir combinando el repertorio de tenor con el baritonal. El caso es que este maestro de maestros demostró en una segunda parte enteramente dedicada a la zarzuela que sigue siendo el supermán de la lírica internacional. Vitoreado en «Amor, vida de mi vida» y en la obligada «No puede ser» que cerró el programa con el público en éxtasis, dejó claro que nadie defiende el género con tanta pasión como él.
Una intérprete madura
Por su parte, Virginia Tola, que conpartió escenario con el tenor, ha seguido madurando como intérprete, aunque todavía necesita controlar cierto vibrato metálico y prematuramente abierto en el agudo en «forte», atreviéndose eso sí con arias de «Louise» y «Ernani». El plantel de artistas tuvo, además, una estrella de lujo: la bailaora Nuria Pomares, la reina de las castañuelas. Las propinas, generosas y de acento hispano, sumaron media docena.
Después de la fiesta musical vino la social. Tras el concierto, Domingo fue agasajado con un cóctel privado en el que le fue concedida la Medalla de Honor del Festival por su contribución a la trayectoria de estos 25 años del evento estival.
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