martes, 7 de febrero de 2012

Rusia busca hueco....


La apuesta de Rusia en el conflicto sirio

protesta
Manifestantes que apoyan el gobierno sirio ondean una bandera rusa.
En el cuarto día consecutivo de ataques con artillería pesada contra la ciudad de Homs y a medida que la seguridad en Siria se torna cada vez más crítica, los ojos de la comunidad internacional se posan particularmente sobre el papel que está desempeñando Rusia, el aliado más importante del gobierno de Bashar al Asad.
Después de haber vetado el fin de semana junto a China una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre Siria, la siguiente movida de Moscú será este martes en Damasco, a donde viajarán Sergei Lavrov, el ministro de Relaciones Exteriores, y Mijaíl Fradkov, el jefe del Servicio de Inteligencia Exterior.
La señal parece clara: mientras los demás miembros del Consejo de Seguridad continúan abogando por una posición conjunta que condene la violencia siria, Rusia pondrá en práctica su propia maquinaria diplomática para avanzar en el plano bilateral.
¿Qué buscan Lavrov y Fradkov en Damasco?

Momento clave

Rusia parece encontrarse en una encrucijada.
Por un lado quiere mantener sus lazos históricos y económicos con Siria, una amistad que se remonta a los tiempos de la Unión Soviética y que incluye una relación comercial y militar en la que Siria se nutre de armas rusas y Rusia expande su uso de una base naval siria en Tartus.
"Rusia no tiene un peso inherente en la región. No tiene una presencia como la turca, ni tiene la habilidad de Estados Unidos o de la OTAN para proyectar su poder", le dijo a BBC Mundo Matthew Rojansky, subdirector del programa de Rusia y Eurasia del centro de estudios Carnegie Endowment for International Peace.
"Lo único que tiene es su lealtad hacia Bashar al Asad", añade.

En clave electoral

protesta contra Putin el 4 de febrero
Los expertos consultados por BBC Mundo coinciden en que la postura de Rusia sobre la situación siria debe entenderse también en el contexto de las próximas elecciones rusas, que se celebrarán en marzo.
"Es imposible ignorar que este veto ocurrió menos de 24 horas después de que una multitud marchó hacia el Kremlin", recordó Matthew Rojansky.
"Si usted es Vladimir Putin, no se sentirá muy cómodo diciendo que cualquier protesta en cualquier parte del mundo debería tener derecho a derrocar un gobierno que usted considera legítimo. Envía el mensaje equivocado en un momento muy sensible", añade.
"Cuando las montañas se mueven, uno se pregunta a sí mismo: ¿por qué no las nuestras?", comenta.
Por su parte, Kuchins explica que "Putin calculó que hacer frente a y protestar contra las posiciones de Occidente le ayudará a aumentar sus chances electorales en casa".
Esa lealtad es la otra cara de la moneda.
Rusia no puede ignorar la evidente ola de violencia, pero tampoco quiere dejar pasar la oportunidad de demostrar que su posición privilegiada puede ayudar a solucionar lo que la comunidad internacional no ha podido resolver por otros medios.
"Rusia quisiera jugar el rol de mediador entre el gobierno de Asad, la comunidad internacional y la oposición", le dijo a BBC Mundo Andrew Kuchins, director del programa de Rusia y Eurasia del Center for Strategic and International Studies.
O, como afirma Mark Urban, editor diplomático y de defensa del programa Newsnight de la BBC,"la decisión de Lavrov de viajar a Damasco parece diseñada en parte para convencer a la gente de que Rusia está dispuesta a buscar soluciones alternativas a la crisis, en vez de simplemente ejercer una influencia negativa".

El efecto Libia

Esas alternativas contrastan con el objetivo de los diplomáticos occidentales en el Consejo de Seguridad, que Rusia califica como un "escenario libio".
El borrador de resolución pedía la renuncia de al Asad, una postura que no sólo critica Moscú como una interferencia en asuntos internos, sino que también compara con la intervención occidental en Libia, que puso fin al régimen de Muamar Gadafi.
Según Urban, de la BBC, "para algunos en el Kremlin y en Pekín, Occidente tiene una política de largo aliento de deshacerse de sus 'espantos' en el mundo árabe. Con Saddam Hussein, Muamar Gadafi y el clan Asad, sugieren, las tácticas pueden haber sido distintas, pero el resultado esperado ha sido siempre el mismo".
El veto fue recibido por diplomáticos occidentales con fuertes palabras de rechazo y la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Susan Rice, dijo que la decisión de Rusia y China muestra cómo "protegen a un tirano cobarde".
Pero, por lo menos de boca para afuera, Rusia ha negado que esté apoyando a al Asad.
El corresponsal diplomático de la BBC, Jonathan Marcus, explicó que en la conferencia anual de seguridad en Múnich, Alemania, que sucedió a la reunión del Consejo de Seguridad, Lavrov explicó que su país "apoya completamente los derechos del pueblo sirio a tener una mejor vida. No somos amigos ni aliados del presidente al Asad".

Qué quiere Rusia

Clinton y Lavrov
Hillary Clinton y Sergei Lavrov van en direcciones opuestas.
A raíz del veto, es más fácil definir lo que noquiere Rusia que lo que realmente piensa hacer para solucionar la situación en Siria. Más incierta aún es la razón para que Lavrov vaya a Damasco acompañado de Fradkov, el jefe de los servicios de inteligencia.
Un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, citado por la agencia AFP, señala que el objetivo de la visita es "una rápida estabilización de la situación en Siria a través de las muy necesarias reformas democráticas".
"Los rusos quisieran parecer como los que ayudaron a deshacer el nudo gordiano", dice Kuchins, quien añade que a ese país le interesaría mantener al gobierno de al Asad o, en caso contrario, que se le vea como un actor que puede jugar un papel crítico entre las partes de la transición.
Por su parte, Rojansky explica que "siempre y cuando Rusia haya lidiado con Asad en relación con la oposición para proteger sus intereses comerciales, y si el acuerdo es apoyado diplomáticamente por el mundo árabe y su grupo dentro del Consejo de Seguridad, ese sería el resultado perfecto para Rusia".
Cómo (y hasta qué punto) Moscú piensa lograr esa meta está abierto a la interpretación, pero un tema parece claro: cualquiera que sea el desenlace, a Rusia le interesa que el gobernante de turno sea cercano a sus intereses.

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