Maniatadas las cajas, mercado abierto para los bancos
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Las condiciones marcadas por Bruselas para la banca nacionalizada en España fracturan el mercado. Una serie de entidades competirán con las dos manos atadas a la espalda, y otras, con las dos bien libres. Pero no puede ser de otra forma: el alto coste para el erario público obliga a controlar sus movimientos, y bien está que quien puso al país contra las cuerdas pague su penitencia, y quien compitió con los riesgos controlados, tenga ahora ventajas competitivas.
Los dictados de Bruselas para la banca española intervenida y nacionalizada tienen su aquél. Genéricamente porque primero estimularon la conversión de las cajas en bancos cotizados, y ahora quieren que vuelvan al cascaron geográfico y de negocio de antaño, del que a juzgar por Bruselas, nunca debieron salir, porque no estaban preparadas para ello. La responsabilidad de este duro correctivo a sus políticas bancarias es exclusivamente de los gestores de las cajas, mezclados con los políticos regionales y locales que les estimularon a una gestión alocada y arriesgada. El mercado termina premiando las actitudes correctas, de riesgo medido, y castigando las extremadas, las poco calculadas.
Pero lo cierto es que ahora, con el catecismo dictado desde Bruselas y expuesto por el comisario de Competencia, el señor Almunia, el mercado queda fracturado, aunque seguramente mejor dimensionado que hasta ahora, con entidades maniatadas y entidades libres para actuar. La guerra para captar financiación y conceder crédito tendrá claros ganadores y perdedores de antemano.
Las cajas nacionalizadas y las que en los próximas semanas puedan terminar recibiendo ayuda pública procedente de la Unión Europea, y hablamos de un balance bancario de cerca de 600.000 millones de euros, estarán con las dos manos atadas a la espalda, mientras que sus competidores privados tendrán las dos manos libres. En los próximos años habrá un evidente trasvase de cuotas de mercado tanto en depósitos como en créditos de las entidades con limitaciones legales a las que carecen de ellas. Es la ley del mercado, de la competencia, en este caso no del todo libre.
Personalmente creo que si se supervisa bien, las entidades nacionalizadas pueden tener más libertad, porque da la sensación de que ahora la propia Comisión Europea impone condiciones que pueden contravenir el espíritu comunitario del mercado único, la libre localización, la libertad de empresa y la competencia leal. Pero esto es lo que hay, a cambio de 40.000 millones de euros: cierre de oficinas, despido de trabajadores, reducción brutal del balance, venta de participaciones industriales, limitación geográfica de la actividad comercial, financiación exclusivamente minorista desde los depósitos, no utilizar el carácter público para captar pasivo y activo, y huir del riesgo fatal de los promotores.
Además, en los cinco años que durará el plan de reestructuración de las entidades, que algunas reducirán por su cuenta en el calendario, los equipos de gestión no harán otra cosa que guardar con celolas recomendaciones bruselenses y gastar energías en el ajuste, mientras la competencia echará el resto en captar el ahorro nacional y conceder préstamos, empujando a la jibarización tanto del pasivo como del activo de la banca dañada.
Esto ya ha ocurrido en los dos últimos años, y más en el último. Pero se intensificará: unos van con las dos manos atadas a la espalda, y otros con las dos manos libres y mucho armamento comercial, además de aprovechar el miedo no del todo desterrado de ahorradores e inversores.
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