lunes, 26 de noviembre de 2012

Futbolín sublime...


El arte y la furia, en 15 minutos

Iniesta, felicitado tras su gol por Xavi, Pedro y Alba. (Foto: Efe)
Iniesta, felicitado tras su gol por Xavi, Pedro y Alba. (Foto: Efe)
  • Gran golpe a la Liga del líder, que anotó cuatro goles tras el descanso
  • Iniesta, autor de un tanto y tres asistencias, el mejor de la noche
  • Tras la lesión de Alves, Vilanova formó un equipo con 11 canteranos
Un cuarto de hora brutal, a la vuelta del descanso, desató el éxtasis barcelonista en Valencia. Iniesta y Messi fueron los hombres, aunque flotaran sobre el césped. El broche llevó la firma de Fábregas, que si no es orfebre, tiene trazas. Cuatro goles en 17 minutos, con tres asistencias de Andrés y un doblete de Leo. La gloria para esos centenares de culés que gritaban "¡Campeones, campeones!", llenos los ojos con esas jugadas. El arte y la furia del Barça, con 11 puntos de ventaja ya sobre el Madrid. [Narración y estadísticas (0-4)]
Son 11 nada menos, como 11 eran los canteranos sobre la hierba cuando el lastimado Alves dejó su sitio en el equipo a Montoya. El no va más para el viejo adagio de la propaganda culé. Todos de la casa al servicio de esa camiseta de colores imposibles, al servicio de ese fútbol de salón, que toma categoría de arte en botas de Andrés o Leo, un pequeño Quijote y un diminuto Mesías. Juegan despacio y deprisa, delicado y contundente. Manejan todos los resortes. Son los mejores.
Suya fue la conquista de Levante, territorio por donde pasan los títulos. Suyo el despertar tras un primer tiempo con mucho más toque que miga. A su compás se movió el Barcelona, que llegaba con intención de sentenciar y lo hizo cuando quiso. Primero, con un trasteo por bajo, llámenlo tenaz o florido, como quien no quiere la cosa. Luego, con munición de verdad. Poco a poco, palmo a palmo.

Tricotando

Sobre todo si llegaba Xavi a levantar una pared de tacón en la media luna. O si Iniesta tenía un metro para los caracoleos en el área desde el perfil izquierdo. Nadie mejor, desde luego, que Messi, capaz de eludir a dos rivales con la cintura antes de soltar el zurdazo, a un palmo de la cepa. Del Barça era el balón y la máquina de tejer. Si faltaba alguien para la tricotadora, Vilanova había sumado a Fábregas.
Con cada toque de aguja había que despistar al Levante, un equipo que juega de memoria. Con sencillez, sin titubeos. No se complica atrás, ni siquiera con Lell, novedad en el lateral derecho. Para evitar angustias, prefiere juntar líneas lo más lejos posible de su área. Para crear peligro no quiere la posesión, sino los golpes por sorpresa. Quienes vieron el desempeño del Betis ante el Madrid, apenas encontrarán diferencias. Jugó consciente de sus limitaciones, pero jugó con denodado empeño.
Quedó constancia en sus ocasiones del primer acto, casi siempre llevadas por Barkero, su cabeza mejor amueblada. Un zurdazo del donostiarra desde la frontal fue la primera prueba para Valdés. Otro caño sobre Piqué supuso un pase no concretado por Juanlu. Más complicado lo tenía Martins ante Piqué y Puyol. El plan de conectar con el nigeriano en dos toque era tan simple de enunciar como difícil de llevar a cabo.

Doblete con dedicatoria

La propuesta, sin marrullerías ni nada por estilo, se sostuvo hasta la vuelta del descanso. Todo se fue al traste en un santiamén, cuando Iniesta encontró el desmarque y Messi la levantó ante Munúa. Sin tiempo para la reacción, de nuevo por la izquierda, la asistencia mortal atrás y Leo con el estoque en posición de '9'. Los fotógrafos no paraban de darle al botoncito. En la muñequera albiceleste, la dedicatoria para el primogénito Thiago.
'¿De dónde salían esos bajitos?', preguntaban aturdidos David Navarro y Ballesteros. Por todos lados, la furia del fútbol de seda. La pausa y el arreón. Ambos combinados en los amagues y el derechazo de Andrés al ángulo imposible del portero. Las paredes y los desmarques del definitivo 0-4, obra de Fábregas, que también sabe cómo y cuándo hacer las cosas.
Hacía mucho que el Barça no juntaba así la fineza con los goles. Era un domingo para la euforia en el Ciutat de Valencia, momento ideal para recuperar a Adriano y Thiago, restablecidos de sus lesiones. Noche de portería a cero, pese al penalti de Puyol sobre Míchel. Quiso maquillar Barkero, pero Valdés metió dos manoplas de impresión. Sin mancha salía el Barça, entonando algo así como el réquiem por la Liga.

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