Borrachítos...
Como los borrachos con las farolas
Publicado el 29 de abril del 2013 en El Periódico
Josep Borrell ex presidente del Parlamento Europeo y miembro de Economistas Frente a la Crisis
Se empieza a dar razón a los que desde hace tiempo venimos criticando las políticas de austeridad con las que la UE ha intentado hacer frente a la crisis. A los que advertimos de que las reducciones drásticas y aceleradas del déficit público, cuando todos los agentes privados reducen su endeudamiento y con un tipo de cambio fijo y sobreevaluado, producirían una espiral recesiva que haría más difícil aún recuperar en un plazo razonable el equilibrio presupuestario. Ahora nos sentimos reconfortados porque crece la conciencia de que la adición de políticas de austeridad en toda Europa conduce a la catástrofe. Y desde el FMI al presidente de la Comisión Europea advierten del peligro de la excesiva austeridad.
Y lo hacen porque a la vista están los resultados que muestran el fracaso de esas políticas. Y empiezan a aflojar la cuerda concediendo plazos más largos a España para reducir su déficit y a los demás para devolver sus deudas. Pedir que el BCE se comporte como los demás bancos centrales ya no suena a herejía. Los mercados relajan las primas de riesgo y las bolsas suben porque se empieza a pensar que se va a dar prioridad al crecimiento frente a la austeridad a ultranza. Lástima del mucho dolor social, el mucho paro y el cierre de empresas sacrificados en el altar de los dogmas y los errores de política económica que se han pretendido justificar en «incuestionables» estudios académicos que ahora resultan estar equivocados.
El primero de esos errores fue la estimación del multiplicador (efecto que la variación del déficit público tiene en la actividad económica) por parte del FMI. Su economista jefe reconoce que se equivocaron y que los efectos recesivos de la reducción del déficit fueron mucho mayores de lo previsto. Como santo Tomás, han tenido que poner el dedo en la llaga de lo que estaba pasando en Grecia para darse cuenta de que si seguían aplicando las mismas dosis de la medicina matarían al enfermo. A la vista de esos nuevos cálculos, el FMI pide a los europeos una senda más gradual de reducción del déficit, y a Alemania, políticas de relanzamiento de la demanda. ¡Y pensar que en España tenemos economistas supuestamente acreditados que hace poco negaban la existencia del efecto multiplicador tachándolo de antigualla keynesiana! Y que la Comisión Europea se ha negado a reconocer esas nuevas estimaciones del multiplicador tachándolas de técnicamente incorrectas porque quitaban fuerza a sus políticas…
El segundo gran error, que pasará a la historia de la ciencia y de la política económica como el error Excel, es el de dos economistas de Harvard (Reinhart y Rogoff). Su famoso estudio sobre el impacto de la deuda pública en el crecimiento económico, publicado al principio de la crisis griega, pretendía demostrar que si la deuda pública pasaba por encima del 90% del PIB se impedía el crecimiento. Fue la gran arma intelectual para apelar a la austeridad fiscal a ultranza. El comisario Rehn lo ha utilizado decenas de veces para justificar draconianas reducciones del déficit. En su carta de febrero a los ministros de Hacienda les recordaba que «la más seria y reputada investigación académica ampliamente reconocida (¿) nos dice que no debemos pasar del 90% de deuda y que por tanto hay que seguir con los programas de consolidación fiscal».
Pero otros investigadores del MIT han revisado ese estudio y han descubierto errores en los cálculos del programa Excel. Una vez corregidos, desaparece también la tesis del fin del crecimiento si la deuda pública pasa del 90%. Incluso se puede pensar que la relación causa-efecto es la contraria y que el débil crecimiento es lo que hace crecer la ratio de endeudamiento y no al revés.
El ridículo del señor comisario es mayúsculo. Pero sin importancia frente a las dramáticas consecuencias para millones de seres humanos y para la pervivencia del propio proyecto europeo de las políticas que esa «reputada investigación» ha ayudado a justificar.
Aun sin ese error de cálculo, la tesis de que había un límite en la deuda pública, por encima del cual el crecimiento se paraba, siempre me pareció el típico abuso de las matemáticas que suelen hacer los economistas, que las usan como los borrachos las farolas, es decir, más para apoyarse en ellas que para iluminarse. Esas teorías tienen validez en las ciencias físicas. Los ingenieros sabemos que si aumenta el ángulo de ataque del ala de un avión por encima de un cierto valor crítico, se pierde bruscamente la sustentación y el avión se cae. Pero pretender que hay un valor crítico del endeudamiento público que produce una entrada en pérdida del crecimiento es una superchería intelectual que además resulta que se apoya en errores de cálculo. Demasiados errores con consecuencias demasiado dramáticas. Pero de momento, sin que nadie asuma ninguna responsabilidad.
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