A más de cacos y unos cuantos más le hicieron la Ola eh!
Teddy Bautista, un hombre ejemplar
El ejemplo de Teddy bautista debería haberse colado en las aulas hace años. Sus valores, su excepcionalidad, su moral, sus virtudes, su voluntad, su vida, su esfuerzo, su trabajo, su talento, su proyecto, su prestigio, su poder, su palabra, su motivación, su lógica, su justicia, sus intereses, sus intenciones, su imaginación, su conducta, su arte, su biografía, su camino, su carisma. Su ejemplo es el de los hombres que construyeron la democracia en este país, un ejemplo que hace brillar el mayor triunfo de la sociedad democrática, la comodidad. En efecto, poder vivir cómodamente. Los alumnos deberán ver en Bautista la institucionalización de una creencia, la de la cultura al servicio de la política. Cuando asumió la presidencia de la SGAE, el arte llevaba siglos postrándose y prestando servicios al poder, pero Bautista supo levantar la burocracia que engrasaba las relaciones entre políticos y actores culturales. El ciudadano ejemplar convocó a la cultura en defensa y reclamación de la posición social del artista.
España debe agradecer a Teddy Bautista como se agradece al que con lo que hace da ejemplo de lo que no se deba hacer. Su creencia era una simulación de lo que la realidad no podía ofrecerle, es decir, una fantasía. Y así levantó sus castillos, que ahora se descubren como un agujero en ladrillo de 85 millones de euros en la entidad que arrastró al lugar que merece la talla de su ejemplaridad. Con el ciudadano ejemplar han ido todos los aduladores de su obra que hacían de su poder algo irremediable. Esta semana, la periodista Ana Tudela Flores ha destapado en El Confidencial cuánto le va a costar a la SGAE olvidarse del legado Bautista. El balance económico de 2013, con el risueño canario a la espera del juez Ruz, despeja toda duda: la esperanza no está ni se le espera.
Como la mayoría de los ciudadanos ejemplares que hicieron de este país un ejemplo de transición, Teddy ha terminado su carrera profesional imputado. Y la sociedad que gestionó durante 16 años, antes de viajar en una furgoneta de la Guardia Civil camino de los calabozos, muerta de deuda. Además, gracias a sus actividades, el resto de sociedades de gestión de derechos de autor han sufrido daños colaterales irreparables: la anulación del Canon Digital por el Gobierno de Mariano Rajoy, que esta semana ha vuelto a cargar 5 millones de euros para 2015 a todos los españoles, para compensar la copia privada.
Según las cuentas de la SGAE, Fundación SGAE y Arteria, la gestora de derechos daba por irrecuperables, a finales de 2013, 85 millones de eurosde los invertidos en la red de teatros con la que Bautista fantaseó a uno y otro lado del Atlántico. Una vez consolidado el fracaso, la deuda adquirida al contraer los inmueble devaluados deja a la sociedad, un año tras otro, con el agua al cuello. Los 250 millones de euros que recauda al año apenas sirve para mantener la confianza de los intereses de los bancos. Al agujero del ladrillo hay que añadir el roto causado por la trama tecnológica: otros 15 millones de euros, sólo en 2013, en pérdidas provocadas por el presunto desvío de fondos hacia las firmas participadas por directivos de la gestora.
La herencia y los modos bautistianos se mantienen entre los nuevos responsables que tratan de mantener a flote un navío hundido en su prestigio y en sus cuentas: tanto Antón Reixacomo José Luis Acosta, los dos presidentes de la era post-Teddy, han echado mano del mismo cajón de siempre, como demuestran las cuentas 2012 y 2013, para sanear balances: los derechos de autor sin repartir. Primero cambiaron los estatutos para evitar que la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual les privara de esos derechos de los que se apoderan e incrementaron en 29 millones de euros las cuentas. Al año siguiente reinterpretaron esos estatutos y destinaron 19,5 millones de euros más para sus socios, en vez de buscar a sus verdaderos dueños.
La fórmula de a más recaudación más apoyo es un camino sin retorno. Necesitamos ejemplos, incluso si vienen de los recaudadores. Querer perpetuar una fórmula que no ha funcionado es negar el desafío de la discusión política que exige unas prácticas transparentes: “Los criterios de reparto de la SGAE son como la fórmula de la CocaCola, nadie sabe cómo se hace”, explica a este periódico David García Aristegui, autor de ¿Por qué Marx no habló de Copyright? (Enclave).
“Las entidades de gestión son necesarias, pero hasta el momento han mantenido prácticas desastrosas. Para empezar hay que acabar con su monopolio y mejorar los repartos de recaudación, en los que se incluyan otros actores y una nueva política de inversión, no sólo Arteria. No en un entramado inmobiliario, sino en uno cultural”, añade este socio de la SGAE. La reforma de la Ley de Propiedad Intelectual autoriza la creación de operadores independientes, sociedades con ánimo de lucro, al contrario que las entidades de gestión actuales. Han pueso las bases para la competencia de las sociedades en el futuro. Es la hora de los ejemplares, de los que saben que la prudencia es ese margen donde uno debe quedarse.
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