EL DUQUE DE HUÉSCAR VIVIRÁ ENTRE LAS JOYAS
El pacto franquista que libró a los Alba de pagar impuestos por su patrimonio
La carta fundacional de la Fundación Casa de Alba, a la que ha tenido acceso este periódico, aclara que quien ostente el Ducado de Alba tendrá el derecho de “residir en los edificios y usar de todos los demás bienes con ella gravados de la manera más amplia, siempre que sea compatible con el cumplimiento de los fines de la Fundación”. La carta está firmada el 14 de mayo de 1975 y solicita la exención fiscal: “La señora compareciente solicita de la Abogacía del Estado en Madrid que declare esta escritura exenta del pago de Impuesto General sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos”.
En el escrito subraya que el “conjunto de bienes constituye hoy una unidad que debe ser conservada en provecho de la Patria y como exponente de la Cultura española”. Por un lado, destaca el interés general del conjunto de bienes de considerable valor histórico y artístico, y por otro la posibilidad de servirse de ellos como objetos decorativos de la cotidianidad del heredero,Carlos Fitz-James, de la fundadora, Cayetana Fitz-James.
Tras el fallecimiento de la duquesa de Alba, es el duque de Huéscar quien recibe la responsabilidad de mantener viva la fundación, compuesta en su creación por 219 óleos, 54 dibujos, 177 acuarelas, 137 miniaturas y 52 tapices, el archivo y la biblioteca del palacio de Liria y los muebles y objetos existentes en el mismo en el en palacio de Monterrey. Además, la fundadora se comprometió a entregar a la Fundación, en el plazo de 10 años,50.000.000 de pesetas, con destino meramente patrimonial para el sostenimiento de la Fundación.
El primogénito de la duquesa de Alba atendiendo a los medios. (EFE)
El notario Alejandro Bergamo Llabres lee el contenido de la Fundación, en la que hay palacios, castillos, óleos, acuarelas, dibujos, esculturas, cerámicas, miniaturas, tapices, mobiliario y otros objetos artísticos, “así como el caudal de sus bibliotecas y archivos”. La finalidad principal de la Fundación es, además de dar cobijo al primogénito, “la conservación de sus monumentos, obras de arte, bibliotecas y archivos, la difusión de los valores artísticos y culturalesde los mismos y la promoción de la investigación histórica y del estudio de las piezas de sus colecciones”. Ya hemos visto que en este apartado, la casa tiene cuentas pendientes.
Por otro lado, los estatutos de la Fundación, a los que también ha tenido acceso El Confidencial, explican que al menos el 70% de los resultados de las explotaciones económicas y los ingresos que se obtengan deberán ser destinados a la propia institución. El resto, no. Los beneficiarios de la Fundación son “cuantos tengan interés por los valores históricos o artísticos de los monumentos y obras de arte propiedad de aquella”.
El gobierno y la administración de la Fundación está en manos, exclusivamente, de su Patronato, que está constituido por un mínimo de tres y un máximo de cinco patronos. Curiosamente, el artículo 16 especifica que el nombramiento de los miembros del Patronato será efectuado por “la Fundadora” o “por la persona que ostente o deba ostentar la presidencia del Patronato”. El cargo de presidente es vitalicio y ahora recae en el duque de Huéscar.
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