miércoles, 3 de junio de 2015

Blatter y la ...mierda!

Cuando la porquería se desparrama

Rubén Uría 
Rubén Uría
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Increíble, pero cierto: Blatter anuncia su renuncia como presidente FIFA. Dimite cuatro días después de presentarse a la reelección y ser el más votado para el cargo, tras decir que él no sabía nada, que estaba limpio como la patena y que se había enterado de todo por los periódicos. Que todos habían hecho lo que habían hecho pero que él, pobre, no tenía conocimiento de nada. La renuncia del suizo sólo tiene una posible interpretación: resulta imposible imaginar la cantidad de porquería y corrupción que falta por salir de las cloacas de la FIFA que dirigía hasta hace dos telediarios Blatter, ese señor reformista que nunca supo qué se cocía en su casa. El tinglado saltó por los aires gracias al FBI, que no tiene nada que ver con el modo de investigar a la española, ese que ve una colilla en el suelo y barrunta que alguien ha fumado. El Departamento de Justicia de Estados Unidos va a llegar hasta el final, los imputados y extraditados tienen los días contados y el final de toda esta historia aún está por llegar. Es más, amenaza con ser más truculento y terrible de lo que se sospechaba. No sería ningún disparate pensar que Blatter, que hace cuatro días fue reelegido, haya tenido a bien colaborar, quién sabe si como confidente o como informador, en las pesquisas del FBI. Cuando la porquería se desparrama, algunos huyen y otros se quedan. Blatter no tenía margen de maniobra: tiene tal cantidad de basura a su alrededor que, aunque los dirigentes de la FIFA quisieran seguir cuatro años con la nariz tapada, el resto del mundo la olía.
La marcha de Blatter, que para desgracia de los aficionados del Real Madrid todavía sigue siendo socio de honor del club - ¿hasta cuándo?-, invita a un nuevo escenario de consecuencias imprevisibles. Blatter lo deja y ahora, con la  nariz del FBI detrás del trasero de los presuntos criminales, alguien tendrá que articular un Congreso Extraordinario FIFA. Un caramelo envenenado. Platini, su delfín (el príncipe Alí), quién sabe si Figo, Van Praag y compañía tendrán que mover ficha.  Hay más. Si Blatter se marcha, otros se quedan. Siguen muchos de los que querían largarle de su Reino de Taifas, pero también siguen los que le seguían apoyando. Entre ellos, Villar, uno de los pocos presidentes europeos que le votó contraviniendo el consejo de Platini (genialidad táctica sin precedentes), pese a que el FBI tenía lo que tenía y pese a que caían chuzos de punta. Blatter sale disparado y Villar pierde a su padrino de marras, aquel que le potenció para salir victorioso en un pulso contra el Estado español y sus leyes, convirtiéndole en alguien intocable. Blatter se da el piro y ahora Villar, que lleva años regateando al CSD de Cardenal, queda a la intemperie, consciente de que le van a exigir unas cuentas auditadas e inmaculadas, porque ahora todos querrán saber en qué se ha gastado el dinero y cómo lo justifica. Blatter se va, quién sabe si para ser la próxima garganta profunda del FBI y la credibilidad del fútbol está instalada en un contenedor gigante de basura donde lo peor está por venir. La cloaca se ha desbordado y ya no quedan alfombras para encubrir tanta putrefacción. O quién sabe, a lo mejor, sí.

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