Invierta como un premio Nobel
María Gómez Silva
Invertir con éxito es fácil si se siguen las teorías de algunos profesores premiados por la academia sueca
La mayor parte de los inversores dedican mucho esfuerzo a gestionar sus ahorros, tratando de seleccionar el activo correcto en el momento adecuado. Sin embargo, todos estos desvelos parecen excesivos, a juzgar por el trabajo de varios premios Nobel de Economía, que contribuyeron a desmitificar la labor de los profesionales de la inversión y cuyas ideas pueden ayudarle a optimizar su patrimonio, sin demasiado esfuerzo. «Sus consejos cobran especial valor por su independencia, ya que provienen de un grupo de premiados profesores y no de un banco con un claro conflicto de intereses», destaca el profesor del IESE y antiguo director general del BBV, Juan Palacios, quien se extraña de que estas ideas «de premio» hayan calado poco en Europa. Pero juzgue por usted mismo. Aquí van las principales claves de «una estrategia de Nobel».
Olvídese de la selección de valores
La idea en la que se basan muchas estrategias de inversión consiste en pensar que es posible detectar los activos que van a comportarse mejor en un determinado entorno de mercado. Sin embargo, algunos Nobel tiran por tierra esta asunción. Por ejemplo, es el caso deEugene Fama, profesor de la universidad de Chicago y Nobel de 2013, quien defiende la hipótesis de la eficiencia del mercado. En concreto, considera que la bolsa establece adecuadamente los precios de los activos, por lo que no hay valores caros o baratos. Por eso, carece de toda lógica dedicar un sólo segundo a analizar los consejos de compra o venta de acciones. Y aún menos recomendable es guiarse por ellos para gestionar su patrimonio. Pero, entonces, ¿cómo saber dónde invertir?, se preguntará el avezado inversor. La respuesta a esta pregunta, según Fama, es que es preferible optar por fondos índice.
La gestión pasiva, mejor que la activa
La siguiente idea entronca directamente con la anterior. Dado que la selección de valores tiene un impacto negativo en el comportamiento de una cartera, según los Nobel Harry Markowitz y William Sharpe, no tiene sentido confiar su patrimonio a un producto de gestión activa. «En la gestión activa hay que pagar muchas comisiones, por lo que nunca vas a batir al mercado a no ser que el gestor en cuestión tenga un año con suerte», opina Fama, quien ha llegado a responder «nunca», cuando le han preguntado si hay algún entorno de mercado en el que la gestión activa sea conveniente.
Daniel Kahneman, otro Nobel de Economía (2002), abunda en esta idea: «La mayoría de los investigadores estamos de acuerdo en que casi todos los seleccionadores de acciones, sean conscientes de ello o no (y muy pocos lo son) están practicando un juego de azar».
Los datos confirman esta teoría en el caso del mercado español. La rentabilidad media anual de los fondos de bolsa española de gestión activa (aquellos que no son fondos índice) se situó en el 3,01 por ciento durante los últimos diez años; frente a la rentabilidad anual del 6,89 por ciento que arrojó el IBEX con dividendos en el mismo periodo, según datos de Morningstar a 31 de mayo de 2015.
Con esta información en la mano, el profesor Juan Palacios se sorprende de que «casi todo el mundo este invirtiendo mal en España», teniendo en cuenta que la inversión activa tiene muchísimo más peso que la pasiva en nuestro país. Palacios explica que en Estados Unidos, en cambio, la gestión pasiva ha ido ganando terreno desde el año 1985 hasta situarse cerca del 40 por ciento. «Comprar un fondo índice es una forma fácil de invertir y es una fórmula muy efectiva, porque superas el rendimiento del 90 por ciento de los profesionales y no tienes por qué saber nada», insiste Palacios, quien recomienda que las comisiones de un fondo índice no superen el medio punto en nuestro país. No obstante, encontrar fondos baratos es complicado en nuestro país, según él. «El 95 por ciento de los fondos en España cobran más de medio punto de comisión. De hecho, suelen estar más cercanos al 2,20 por ciento, que es el límite. Además cobran otros gastos», dice Palacios. Pese a ello, este profesor insiste: «No tiene sentido contratar fondos de gestión activa si sabes que hay fondos que funcionan bien por medio punto».
Carteras a medio o largo plazo, nunca a corto
Lo dijo claramente el comité que entregó el Nobel a Fama, Robert Schiller y Lars Peter Hansen: «No hay manera de predecir el precio de las acciones y los bonos en los próximos días o semanas. Pero es bastante posible anticipar la principal tendencia de los precios en periodos más largos, como tres o cinco años». De esta idea se extrae la conclusión de que es preferible hacer inversiones a largo plazo y olvidarse de los sobresaltos diarios del parqué. El profesor Palacios lo explica muy bien: «Si estás buscando una inversión a un año, la rentabilidad media anual es de en torno al 10 por ciento. Pero el riesgo es enorme. Puedes ganar un 50 por ciento, como ocurrió en 1954, o perder el 40 por ciento, como en 2008. Por eso, invertir en el mercado de valores para un sólo año es una idea loca. En cambio, si tu horizonte temporal se alarga, los riesgos comienzan a decaer. Por ejemplo, un periodo de cinco años basta para borrar grandes pérdidas; mientras que éstas desaparecerán al completo en 15 años». No obstante, Palacios advierte de que, para invertir a largo plazo, el ahorrador deberá estar preparado para enfrentarse a los altibajos del parqué, a las noticias desestabilizadoras y a las opiniones de aquellos que no comparten su punto de vista. En ese sentido, aconseja no olvidar que «el enfoque a largo plazo es compartido y apoyado por esos profesores ganadores del Nobel, que saben de lo que están hablando».
Diversificar
La regla de oro de la inversión formulada por Sharpe consiste en cuatro pilares: Diversificar, ahorrar, personalizar y contextualizar. Según explica el propio Nobel en su libro «Investors and Markets: Portfolio Choices, Asset Prices, and Investment Advice», la diversificación es una herramienta clave para controlar el riesgo. «Sharpe enseñó a los inversores a distinguir entre riesgos buenos y malos. Un riesgo bueno da la oportunidad de alcanzar una rentabilidad mayor. Uno malo es innecesario y siempre hay que evitarlo. Sharpe enseñó que las carteras bien diversificadas evitan los riesgos malos», explica Palacios.
Para cumplir con esta regla de oro, Sharpe recomienda al ahorrador que tenga en cartera «algunos fondos muy bien diversificados y de bajo coste», en un consejo similar al que da Fama.
También Harry Markowitz habló de la importancia de la diversificación: «Para reducir el riesgo es necesario evitar una cartera en la que todos los activos estén altamente correlacionados. Cien activos cuyos beneficios suben y bajan al unísono ofrecen tan poca protección como la incertidumbre de invertir en un solo activo».
En realidad, esta idea puede sonar poco intuitiva: ¿Por qué comprar todo el mercado tal y como exige un buen ejercicio de diversificación, en lugar de seleccionar las mejores acciones?, cabría preguntarse. Pero Juan Palacios recuerda que estos Nobel han probado que la selección de acciones es peor estrategia que comprar todo el mercado, especialmente si tenemos en cuenta la citada carestía de las comisiones.
El Nobel Sharpe aborda este tema en su libro: «Los mercados de capitales son competitivos y sólo una minoría de inversores y gestores de activos podrá superar al mercado. En ausencia de evidencias que digan lo contrario, conviene a los inversores y a sus consejeros ahorrar en gastos innecesarios», escribe. «Los profesionales de la inversión suelen cobrar elevadas comisiones que anulan los supuestos beneficios (si es que hay alguno) de su valor añadido al seleccionar acciones», añade.
Fijarse un objetivo
En cambio, lo que sí debe hacer un buen profesional es ayudar al inversor a «personalizar sus inversiones», fijando un objetivo de inversión acorde a su perfil. «Una buena asesoría financiera tiene en cuenta las preferencias específicas y las circunstancias del individuo para el que se ha diseñado», escribe Sharpe en su libro. También Eugene Fama ha hablado de esto: «Ajuste la cartera a su propia tolerancia al riesgo. Por ejemplo, compre más bonos si quiere menos riesgo de mercado. Y, después, ignore al mercado».
Por último, Sharpe recomienda «contextualizar» nuestras inversiones, dado que «es imposible elegir una cartera adecuada sin tener una visión coherente de los factores que determinan el precio de los activos».
¿Pisos o acciones?
Antes del año 2005, era complicado realizar comparaciones entre los retornos generados por el mercado de valores y el sector inmobiliario, en el largo plazo. Ese año, el Nobel Robert Schiller incluyó un capítulo sobre este asunto en su libro «Exuberancia Irracional». En él, deja claro que la subida del índice americano S&P 500 supera el incremento de los precios en el sector inmobiliario. Aunque la comparación se realizó sin tener en cuenta los dividendos de las acciones listadas en el índice y los gastos de mantenimiento de las viviendas, Juan Palacios opina que las conclusiones de Schiller son adecuadas. En ese sentido, invertir en vivienda sólo tiene sentido, a su juicio, si es para vivir en ella. También, para protegerse de la inflación pues cualquier subida de precios en el sector del ladrillo que supere el IPC puede ser considerada un síntoma de burbuja, según él. «Si tu objetivo es acumular riqueza, puede ser más inteligente vivir de alquiler y poner el dinero en la bolsa, que históricamente ha demostrado dar mayores beneficios», ha dicho Schiller a este respecto.
En resumen, cabe concluir que todas estas aportaciones de los premios Nobel de Economía «han tenido un gran impacto en los mercados de capitales y la gestión de inversiones», «permitido mejorar de forma extraordinaria los métodos de análisis y gestión de las inversiones», según resume el catedrático de Economía Financiera de la Universidad Autónoma, Prosper Lamothe.
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