REDACCIÓN
Es difícil de percibir pero todos vivimos en el futuro de alguien. Cruzado el umbral del nuevo milenio, con esa cifra redonda del año 2000, empezaron a caer una tras otra las efemérides imaginadas en muchas historias y películas de ciencias ficción; lo que hubiera sido más complicado de concebir es que las fantasía sobre un futuro que ha llegado a ser presente estuvieran plasmadas en un texto tan árido como el de Plan General de Ordenación Urbana, y eso es lo que se hizo en Oviedo en 1965 proyectando las visiones sobre cómo llegaría a ser la ciudad en este 2017.
El periódico La Vanguardia (que por entonces llevaba el adjetivo de «española») llevaba en sus páginas una crónica sobre los excesos, a su juicio y también del de «el hombre la calle», de plantear planes para la ciudad a tan larguísimo plazo. Recogía entonces que el PGOU de la capital asturiana, elaborado «tras dieciséis meses de laboriosidad por parte de sesenta especialistas, a las órdenes del arquitecto Mesones», planeaba una urbe con una expansión longitudinal con la calle Uría como eje, «células urbanas de funcionamiento» prácticamente indepedientes provistas de todos lo necesario «incluso de helipuerto». Afirma el artículo incluso que se había estudiado que «el Monte Naranco, tan próximo, y que bien podría ser convertido en un ideal parque de atracciones, semejante al barcelonés de Montjuich, se destina a zona especial para el turismo, por sus monumentos, y a diversas actividades de tipo recreativo, coro o piscinas y campos de juego».
Nunca hubo ningún plan para instalar un parque de atracciones en el Naranco, pero sí es cierto que el PGOU de Oviedo planteó sus previsiones de desarrollo, con proyecciones de población y previsiones de tráfico rodado para este 2017 y así lo recogen los documentos originales.
Cuidadosamente mecanografiado sobre papel cebolla, las prognosis del PGOU de Oviedo (dedicado por sus autores al «gran arquitecto Le Corbusier, maestro de maestros» por haber sido publicado en la fecha de su muerte ) imaginan que la ciudad llegaría en este año a los 300.000 habitantes (según el más reciente padrón municipal nos quedamos en 220.959) haciendo una extrapolación por quinquenios del ritmo de crecimiento de población que había en la España de los 60.
No era una cuestión baladí, sus cálculos trataban de adelantarse a las necesidades futuras de una ciudad en la que no sólo habría que dar cabida a nuevos habitantes sino ordenar el tráfico de coches, en la Asturias de 1965 aún incipiente. «Uno de los mayores problemas con que se enfrentan actualmente las ciudades lo constituye el tráfico rodado» señala el texto que a continuación afirma que «la solución racional (...) sería la de planear una adecuada red viaria en el mismo núcleo antiguo» y llega a plantear la posibilidad de demoler algunos edificios. Afortunadamente se optó, ya en el mismo plan, por la cesión de terrenos «en zonas de ensanche», es decir que no se metió un carretera por la calle Cimadevilla.
En aquel Oviedo del 65 ya cavilaban que a los cines, principal elemento de atracción de vehículos a la ciudad los fines de semana, debería exigírseles que tuvieran un aparcamiento y quizá también lo mismo en la plaza de toros pero «dadas las pocas veces que este espectáculo se produce, el problema igualmente se presenta escaso número de veces». Pasaban entonces por la ciudad, con su pico «a última hora de la tarde» algo más de 20.000 vehículos; el informe valoraba que «la densidad de población prevista no haría posible un grado de motorización medio superior a un vehículo por familia» y que en el «año horizonte», es decir el nuestro en el presente, se podría alcanzar la cifra de 78.000 coches al día cruzando Oviedo. La realidad es en un día laborable del presente (con datos oficiales de la DGT de 2011), circulan por la capital asturiana 339.407 vehículos. También habían pensado que el tráfico podría aumentar un 20% hacia el año 1980; y que en todo caso, el incremento de tráfico y vehículos previsto no haría necesarias las autovías en Asturias al menos «hasta el año 2000». Pocos aciertos, aunque helipuerto hay, en el HUCA.
Sí tuvieron la previsión de pensar en organizar, con el autobús como medio prioritario, el «uso relativamente intenso del transporte colectivo»; descartando, incluso para el Oviedo del futuro, líneas de metro. El PGOU esperaba que el turismo «que se halla ahora en su apogeo» tuviera su peso en la ciudad «dadas las posibilidades turísticas generales de la provincia de la que la capital es punto destacado y centro».
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