Chiquito de la Calzada ha muerto. Las crónicas dirán que el popular humorista, cuyo nombre real era Gregorio Esteban Sánchez Fernández, falleció en un hospital de su Málaga natal -donde permanecía hospitalizado por la angina de pecho que sufrió a finales de octubre- a los 85 años de edad.
Pero esa fría información corre el riesgo de hacernos pensar que Chiquito fue un cómico de éxito más, simplemente alguien con talento para hacer reír que alcanzó la fama durante un tiempo con sus apariciones en televisión. Error.
España, años 90. Es noche de viernes y en un cine del centro de Madrid se está proyectando ‘El mundo nunca es suficiente’, con Pierce Brosnan en el papel de James Bond. La escena final tiene lugar en un submarino nuclear. Llega la hora de la acción para los protagonistas: sensación de peligro, Bond puede morir, aumenta la tensión. Los espectadores aguantan la respiración. De pronto, en la enorme pantalla, uno de los personajes grita una orden: “¡A la sala de torpedos!”. Y entonces, desparrame inmediato. El jolgorio estalla entre las butacas mientras se alzan numerosas voces:
“¡¡Torpeeeedo!!”
“¡Eres un fistro de torpido sesuarrl!”
“¡No puido, no puido!”
Y mientras la dramática acción continúa en la película, los espectadores se entregan a las carcajadas jaleándose entre sí.
Valga esta anécdota real para explicar que Chiquito de la Calzada (¿te das cuen?) fue mucho más que un cómico de éxito. El ‘chiquitismo’ fue un fenómeno social que atravesó todas las capas de la sociedad de forma tan profunda y transversal que quizá nunca volvamos a vivir algo igual.
Estamos hablando de una época en la que tu primo te saludaba al grito de “¡Jarl!” y el quiosquero te llamaba “pecador” con toda naturalidad. Los niños comían Fistros de Matutano a la salida del colegio y jugaban en el recreo a los ‘chiquitazos’. En las entrevistas a futbolistas extranjeros se les preguntaba si les dolía el diodeno para valorar su grado de adaptación a la cultura española. La cara de Chiquito aparecía en la portada del Bolero Mix 11, y en las discotecas el ‘hit’ ‘Freed from desire’ veía como su frase “people just want more and more” se coreaba como “eres un fistro pecador” en la pista de baile.
Quien no estuviera en España en 1994 nunca podrá entender la dimensión de aquella locura colectiva. Un compañero del periódico cuenta cómo un amigo corresponsal en el extranjero se le acercó confuso en su día al volver a casa durante una visita: “¿Qué ha pasado en España? ¿Por qué todo el mundo habla así? Me acaban de decir que soy un hombre malo de la pradera. ¿Qué está pasando?”. Otra redactora, de veintipocos años de edad, reaccionó esta semana al leer una lista de frases célebres de Chiquito: “¡Esto lo decía mi padre! ¡Yo siempre he pensado que era una expresión suya!”.
"España entró en trance"
Quizá quien mejor haya sido capaz de sintetizar esta irrepetible hipnosis colectiva fue el cómico y dibujante Miguel Noguera, que en una entrevista con Vice en 2012 se expresaba de la siguiente manera:
"Reivindico a Chiquito de la Calzada como una felicísima anomalía, un humorista abstracto de masas, un creador radical... Lo suyo, más que humor, es una danza deliciosa: gemidos, avances dolientes, ráfagas tonales (ese chillido agudo de fuga de gas) y todo ese sistema de palabras inauditas (fistro, jarl, condemor). Los chistes también los enajenaba, los rompía; si uno los escucha bien no son chistes comunes en absoluto. Toda esa locura nos la impuso en bloque como una realidad incontestable e hipnótica, un delirio singular sobre el cante flamenco y el andar-con-cautela-por-un-desfiladero. España entró en trance, España atravesó el extraño sueño de un malagueño. Y el tío lo hizo sin esfuerzo, ya viejo, por pura casualidad... no puedo seguir, se me saltan las lágrimas…".
Porque efectivamente don Gregorio nació en 1932 después de los dolores, así que tenía ya 62 años cuando saltó a la fama en el programa ‘Genio y figura’ de Antena 3. Lo hizo sin darse importancia, después de una vida entera subido a escenarios flamencos por España, Europa y Japón, sin ninguna ambición ni estrategia… y aun así se convirtió en el mayor ‘influencer’ del país antes de que existiera ese concepto. Cualquier moda que ahora consideremos “viral” palidece al lado de la revolución social que desató el incontestable Rey de los 90.
Es perfectamente lógico que su figura sea reivindicada por alguien como Miguel Noguera, uno de los representantes del llamado ‘post-humor’, creador de un espectáculo singular llamado ‘Ultrashow’. Chiquito nunca puso una etiqueta a sus actuaciones, pero no cabe duda de que no se parecen a ninguna otra cosa. Mientras la mayoría de cómicos y monologuistas sudan para conseguir un gag redondo que provoque carcajadas, a Chiquito le bastaba con pararse en seco en mitad de una historia absurda sin principio ni final definidos y proclamar que “no te digo trigo por no llamarte Rodrigo” antes de ejecutar un extraño ‘moonwalk’ sincopado. Pero los cómicos vanguardistas como Noguera pertenecen a un círculo más o menos especializado y ‘underground’, mientras que lo increíble es que Chiquito ejecutaba toda esta ‘performance’ surrealista y doblaba de la risa a una audiencia tan generalista como las señoras que van de público a Antena 3.
Una bandera para unirnos a todos
Quizá sea esta capacidad para gustar a todo tipo de públicos el aspecto más llamativo en estos tiempos de enfrentamientos sociales y fragmentación de audiencias. Cuando el pasado mayo se celebró su 85º cumpleaños, Chiquito emergió en Twitter (habitual campo de batalla) como una inesperada figura de consenso: personas, partidos e instituciones de todo el espectro ideológico quisieron dejar un mensaje de cariño. ¿Se les ocurre algún otro personaje de la cultura española al que felicitarían con idéntico entusiasmo desde Izquierda Unida a la Guardia Civil?
Lo razonaba hace unos días en su propia cuenta de Twitter el cineasta Nacho Vigalondo: “Chiquito es lo más parecido a una bandera común para todos los españoles. No conozco a nadie muy de derechas o muy de izquierdas que no reconozca a Chiquito de la Calzada como hecho identitario. Chiquito, como Buñuel, es un suceso extraordinario e intrísecamente español que nos representa a todos. A los de los chistes de Arévalo, los chanantes y los del posthumor. A los aristócratas de los tablaos rocieros y a los monologuistas del Pic-nic. A la gente conservadora que quiere escuchar chistes y a la progresista que quiere estrellarse contra palabras nuevas. Al pepero, al podemita, al sociata, al aburrido y al cínico. A todos".
Quedémonos pues con el recuerdo de un hombre que, gracias a su sencillez y su humildad, supo hacerse querer por todos antes de decirnos por última vez “hasta luego Lucas”.
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