Cuando España, en plena vorágine de la crisis europea, perdió la silla que ocupaba José Manuel González-Páramo en Fráncfort, se rompió un pacto entre caballeros. Este marcaba una de esas reglas no escritas que, casi siempre, marcan las políticas europeas: los cuatro grandes del euro —Francia, Alemania, Italia y España— estarían siempre representados en el Consejo de Gobierno del BCE. Pero, desde 2012, ya no.
El mensaje fue demoledor: la eurozona podía prescindir de su cuarta economía. Con Grecia en el ojo del huracán y los persistentes ecos de su salida de la moneda única, ¿cómo asegurar a los mercados que aquella máxima —el euro es irreversible— seguía vigente? Algunas heridas de la crisis siguen abiertas. Pero España espera resolver las cuentas pendientes y recuperar su puesto en el BCE. Y nada menos que con una vicepresidencia.
Hace meses que se da por hecho, pero no ha sido hasta este miércoles, al filo del plazo estipulado, cuando Luis de Guindos ha hecho oficial su candidatura a reemplazar al portugués Vítor Constancio. España cree que sus socios se lo deben, pero en Europa hace falta algo más que una lista de agravios para lograr lo que se quiere. Lo saben en el Ministerio de Economía y lo saben en La Moncloa, y llevan meses recabando votos.
Tanto en Bruselas como en el resto de capitales europeas, se interpreta el paso adelante dado por De Guindos como la confirmación de que cuenta con los apoyos suficientes para acceder al cargo. Dice De Guindos que tiene la ¨mayoría cualificada” —el voto de 14 países, que representen al menos el 65% de la población— que necesita. Parece que, esta vez sí, lo va a conseguir. Incluso con la candidatura a última hora del gobernador del Banco Central de Irlanda, Philip R. Lane. Todo encaja y el pacto entre caballeros resucita.
Berlín: objetivo Weidmann
Alemania, que falló a De Guindos con el Eurogrupo, esta vez tiene buenos motivos para respaldarle. Berlín quiere reemplazar el año que viene a Mario Draghi y sus políticas acomodaticias por su halcón Jens Weidmann. Y un De Guindos de vicepresidente es un buen contrapeso para acompañarle en el camino de la retirada de los estímulos que ya ha emprendido el BCE.
De Guindos es conservador, pero no es considerado un ultraortodoxo.En cierto modo, sus posturas no levantan reticencias ni entre los halcones ni entre las palomas. También ha demostrado ser capaz de adaptarse a la circunstancia con más pragmatismo que ideología, durante los años en los que ha seguido las líneas marcadas por Wolfgang Schäuble, lo que da confianza a Berlín pese a ser un candidato 'del sur'.
París: hoy por ti, mañana por Goulard
Francia, como no podía ser de otra manera, también está en el ajo. Emmanuel Macron ha mostrado con hechos su apuesta por reincorporar a España, como un aliado, a la primera línea de la política europea. Lo hizo invitando a Mariano Rajoy al Grupo de Versalles, que conforman también Alemania e Italia. Y España cuenta con el apoyo de París para que De Guindos se mude a Fráncfort. Pero esta mano amiga no es, como no lo es nada en política, altruista.
En el mismo día en que se conocía la candidatura de De Guindos, la delegación española del PP en la Eurocámara rompía la disciplina de voto del grupo conservador. ¿El motivo? Apoyar la creación de listas trasnacionales de cara a las próximas elecciones europeas. Suena técnico, pero para Macron era fundamental: pretendía ser el paraguas bajo el que entrar en la Eurocámara en 2019.
Macron también espera que su estrecha colaboradora, Sylvie Goulard,siga pronto los pasos de De Guindos. No oculta sus intenciones: la acaba de nombrar subgobernadora del Banco Nacional galo, un trampolín con vistas al BCE. Un movimiento para el que se ha granjeado ya el respaldo español.
Roma: la gran incógnita
Italia es el factor más impredecible. Lo saben desde hace meses, incluso años, tanto Bruselas como París y Berlín. Y su inestabilidad, tanto económica como política, es uno de los factores que favorecen la recuperación de España como socio de confianza en primera división. Y Roma siempre ha visto con desconfianza los avances españoles, que en ocasiones ha incluso buscado entorpecer, como bajo el mandato de Matteo Renzi.
Sin embargo, el gesto de De Guindos de rechazar volver a pugnar por la presidencia del Eurogrupo agradó a los socialdemócratas, que aspiraban a retener un cargo europeo tan significativo. Lo consiguieron, además, con el apoyo explícito del ministro español a su homólogo luso, Mário Centeno. Y ese respaldo lo devuelve Lisboa. Roma, en cambio, es más compleja de sondear. Sobre todo cuando el Gobierno de Paolo Gentiloni se enfrenta a unas elecciones a principio de marzoque auguran cambios.
El silencio de los ministros
Aunque De Guindos parte como favorito, la mayor parte de los ministros prefieren reservarse sus preferencias. La excepción es el eslovaco Peter Kazimir, quien ha mostrado en público su “apoyo a Luis”. Kazimir demuestra que la candidatura de Lane, que la mayor parte de los analistas consideran como una apuesta a medio plazo para los próximos puestos que se liberen, no puede prosperar apelando alsentimiento de los países pequeños.
En el Benelux, siempre temerosos de que Francia y Alemania los dejen al margen en virtud de pactos de caballeros, por el momento se guarda silencio. Pero, por ejemplo, Holanda, quinta potencia del euro y feroz defensora de su autonomía, podría aceptar el juego de sillas con tal de que un halcón como Weidmann cierre el grifo abierto por Draghi.
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