Alberto Núñez Feijóo
Alberto Núñez Feijóo LUIS GRAÑENA A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! Todo el mundo, en el PSOE y en los partidos de izquierda, sabe que el PP no va a cambiar. Saben que el PP gobierna en coalición con la ultraderecha en Castilla y León y que, si les dan los números, harán lo mismo en Andalucía y en el resto de comunidades autónomas y ayuntamientos. Saben también que si PP y Vox suman después de las próximas generales, gobernarán en coalición en España. Pero entre la progresía mediática y algún estratega político genial, han convencido al PSOE y a algunas otras figuras progresistas de que al PP se le desgasta tendiéndole la mano. Y se dicen entonces cosas como que la reunión de Feijóo y Sánchez es de gran importancia, que ojalá Feijóo abandone la crispación y anteponga los intereses de España a los de su partido, que ojalá el PP renuncie a su alianza con Vox, que esperamos que el PP colabore para renovar el CGPJ y el Tribunal Constitucional… que estamos deseando ver si efectivamente con Feijóo el PP gira hacia el centro y hacia la responsabilidad de Estado. Todas estas genialidades comunicativas se las estamos escuchando al PSOE en estas horas. En el PSOE saben perfectamente que el PP no tiene ningún incentivo para renovar el CGPJ. Para lo que queda de legislatura, les conviene más esperar y renovarlo cuando tengan mayoría en el Congreso. En el PSOE saben también que el PP depende de Vox y que gracias a la derecha mediática la ultraderecha ha colonizado ideológicamente a buena parte de las bases electorales de toda la derecha. Saben también que el PP no va a girar al centro y que está obligado a disputarse con Vox el liderazgo del bloque de la derecha. ¿Por qué tienden entonces la mano a Feijóo? Básicamente porque piensan que le desgastan tendiéndole la mano. Creen que retratan al PP ante la ciudadanía y que, gracias a eso, el PSOE y el progresismo podrán ocupar el ansiado espacio del centro. Todavía hay politólogos y editorialistas que venden esa mercancía caducada de que las elecciones se siguen ganando en el centro. Lo que estos genios de la comunicación y la estrategia no entienden es que al tenderle la mano a Feijóo le están regalando legitimidad y facilitando todavía más que el bloque de derechas siga adelantando sus trincheras en la batalla ideológica. Tenemos una derecha política delincuente, podrida de corrupción, una derecha mediática que miente, una derecha judicial que ocupa ilegalmente el órgano de gobierno de los jueces para controlar la justicia, una ultraderecha que gobierna con el PP al tiempo insulta y que llama abiertamente a derrocar al Gobierno y tenemos también a los jusapoles dominando la representación sindical de la policía y de la Guardia Civil. Y frente a eso, los genios de la estrategia nos cuentan que lo inteligente es tender la mano a Feijóo al tiempo que el progrerío mediático dice que sí, que Feijóo es de centro porque ha bajado los decibelios. La sociedad española se está derechizando a marchas forzadas contra los que pensaban que la movilización de recursos públicos para hacer frente a la pandemia iba a crear una sólida clientela electoral para la izquierda, agradecida por los ERTES, la subida del salario mínimo, el IMV y el escudo social. Es un mito que la mejora de las condiciones sociales opere de manera automática en las conciencias y la estructura ideológica. Los que afirman que la mejor vacuna contra la ultraderecha es reforzar el Estado social son incapaces de explicar el auge ultra en los países nórdicos. Si algo nos faltaba, el delirio belicista empuja aún más la derechización social. La encuesta de Metroscopia de hoy anuncia ya una mayoría absoluta del PP y Vox, confirmando una tendencia demoscópica aterradora, mientras mi amigo Juliana nos dice que Tusk no permitirá a Feijóo gobernar con Vox y que si el gas, que si el corredor mediterráneo y que si hace un falta un pacto de rentas al estilo pactos de la Moncloa. Hay algún intelectual del sindicalismo al que no nombraré (hay que cuidar a los colegas de su propio ego) que dice que la gente ya está harta de crispación y no quiere movilizarse y que, por el contrario, quiere certezas, acuerdos y mejoras materiales. Mientras tanto, la ultraderecha ocupa la calle y disputa con eficacia el relato sobre la crisis social al tiempo que Almeida no pierde el tiempo y unta con miles de euros públicos al tabloide de Inda que sigue teniendo más tertulianos que nadie en la televisión. No pasarán, pero si pasan nosotros les saludamos porque, ante todo, somos gente educada que habla suavecito y trabaja para la concertación social. ¡Hay que ver la ultraderecha las cosas que dice en el Congreso! A ver si con un poco de suerte la presidenta Batet, que dejó sin acta a Alberto Rodríguez, borra los insultos del diario de sesiones. ¡Guau! Borrar los insultos del diario de sesiones, eso sí que sería antifascismo. Defender hoy una política de adaptación a la estructura ideológicamente existente, cuando esa estructura se llena cada vez más de valores hostiles a la izquierda, es apuntalar el propio ataúd. Lo que en 2014 y 2015 era viable por un sentido común de época dominado por la ofensiva ideológica del 15M, hoy no es posible y ni siquiera las mejores políticas sociales operan por sí mismas como proteínas ideológicas. Los poderes mediáticos no se han derechizado por casualidad en estos años. La tentación de ocupar hoy el espacio ideológico del PSOE como vía de ensanchamiento choca con la realidad de que ese espacio también está en recesión en Europa y choca también con el escenario sombrío que anuncia una crisis energética que no es coyuntural. No hay atajos viables a medio y largo plazo. La lucha política es siempre lucha cultural e ideológica. Parece mentira que esto lo esté entendiendo mejor la derecha que la izquierda. AUTOR >
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