domingo, 17 de marzo de 2024
Hay que rascar donde no pica!!!1 RECOMENDADO.
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Corrupción, suflé, izquierda centrifugada y Sánchez en el caos
En el fango de la corrupción, lo cutre tumba a un político antes que lo importante.
Por
Enrique Del Teso
17 marzo 2024
Mascarillas. Foto: Istock.
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Enrique Del Teso
Enrique Del Teso
Es filólogo y profesor de la Universidad de Oviedo/Uviéu. Su último libro es "La propaganda de ultraderecha y cómo tratar con ella" (Trea, 2022).
Lo del PSOE es la pera. Mi padre trabajó en una fábrica de botellas. Se decía que el horno de la fábrica no podía apagarse nunca, porque si se enfriaban los ladrillos de sus paredes, se contraerían, dejarían de encajar unos con otros y se derrumbaría el horno entero. Al PSOE parece mantenerlo unido y en funcionamiento la alta temperatura del ambiente político. Víctor Guillot analizó con finura los zigzagueos algo ramplones de Barbón cuando Queipo lo sorprendió apoyando la ley de les escuelines. Digo que con finura, porque resaltó que a Barbón le falló la fuente de energía del PSOE: la polarización, la estridencia de las derechas. Cuando la derecha principal se civiliza, los ladrillos del PSOE se contraen y las paredes de su discurso amenazan derrumbe. Hasta le viene bien que se sumen a la tronancina conservadora personajes como Vigil o Leguina, imposibles de reciclar, como esos paños apolillados que aparecen en el baúl de la abuela.
No es cosa de Barbón. Es cosa del PSOE. La situación del PSOE se asienta en una tendencia que a su izquierda se entiende mal. El voto se asienta tanto en lo que los partidos hacen como en lo que evitan. A la izquierda no le gusta lo que hace el PSOE y, sobre todo, lo que deja de hacer. Pero quiere evitar a toda cosa lo que el PSOE sí evita. En estos tiempos debemos admitir que el PSOE evita horrores. Una persona de izquierdas que en conciencia no se identifica con las políticas del PSOE puede votar al PSOE, porque en conciencia quiere evitar los horrores que el PSOE evita. En los ochenta hubo huelgas generales muy duras contra el gobierno del PSOE llevadas a cabo por masas de personas que luego lo iban a votar. A la vez abominaban de las políticas de Solchaga y querían evitar a Fraga. La radicalidad y el tono faltón y amenazante de las derechas son un fuelle que alimenta la fragua socialista. Digo que a su izquierda se entiende mal, porque no es la coherencia, los principios, ni la ética en lo que deben confiar para que la izquierda vote a la izquierda. Votar al PSOE por lo que evita es también coherente para una sensibilidad izquierdista. Solo el PSOE puede evitar horrores, porque solo él puede gobernar entre quienes quieren evitar esos horrores. Lo que quiere decir todo esto es que la izquierda (IU, Sumar, Podemos, …, todo ese mejunje) se tiene que ganar los votos de izquierda, los partidos de izquierda no tienen una legitimidad natural para recibir los votos de su espectro ideológico. De no haber sido por el dominio manifiesto del Bloque, el número insufrible de Andalucía se pudo repetir en Galicia y aún podemos verlo en el País Vasco y las europeas. Si unimos el circo de la izquierda a los horrores que se anuncian leyendo la prensa de la caverna y oyendo las desmesuras enloquecidas del facherío, se entiende que los ladrillos de las paredes socialistas están bien dilatados y encajados. La izquierda del PSOE parece un montón de salpicaduras, como si la hubieran centrifugado. Y sin embargo se percibe discurso, núcleo y hierro en ese espacio. Y hasta talento. Pero el talento nunca fue una garantía contra la gilipollez.
Pedro Sánchez. Foto: Emilio Naranjo/EFE
Sánchez no es un jugador o un aventurero que va hasta el límite o adelanta en un cambio de rasante a ver qué pasa. Para ir desde un barrio hasta el ayuntamiento, un robot tiene que tener en memoria un plano de la ciudad y moverse por él. Nosotros no lo hacemos así. De hecho, podemos saber ir al ayuntamiento y no saber explicárselo a alguien, no tenemos en la memoria el trayecto. Nuestra mente es oportunista, no como la del robot. Procesamos el trozo de camino que tenemos delante y, según avanzamos, lo sacamos de la memoria y metemos el trozo siguiente, siempre procesamos muy poca información, parasitamos la ruta exterior a nosotros. Por eso no hacemos esfuerzo mental para llegar a los sitios. Se llama mente situada. En política hay Maquiavelos, como el Andreotti de los buenos tiempos o el Meñique de Juego de Tronos. Son como el robot del ejemplo. Tienen un montón de información, un juego muy detallado en la cabeza y hacen planes complicados. Y están los oportunistas, los que tienen una línea a largo plazo, como el destino del ayuntamiento, y procesan eficazmente solo trozos pequeños de información, parasitan eficientemente las circunstancias para guiar los pasos por esa línea general. Son tan eficaces como los Maquiavelos, pero con menos esfuerzo computacional. La mente situada acaba siendo más poderosa que la mente basada en una memoria mastodóntica. Un oportunista listo se sale con la suya más veces que un Maquiavelo cargado de informes secretos. Cuando vemos cables enredados, nos lanzamos a desenredarlos sin saber qué movimientos tendremos que hacer. No somos jugadores de riesgo. No sabemos qué haremos, pero sabemos que tras cada pequeño movimiento sabremos el siguiente y sabemos que los desenredaremos. Sánchez parece este tipo de oportunista. No creo que esté ejecutando ningún plan preconcebido. Hay una madeja y se lanza a ella sin ver el conjunto confiando en que cada paso siguiente requerirá pocos datos. Caerá como todos, pero se mueve mejor que los demás en el caos (el caos es una escalera, decía Meñique). Los oportunistas son poco fiables, porque su conducta es amnésica y fría. Yolanda Díaz necesita asesores en este cortejo.
Y en este juego de salpicaduras y caos, se recrudece la corrupción. Ayuso tiene dos problemas. Uno es que está en el lodo que más reacción provoca en la gente. La corrupción irrita, pero en diferido. Felipe González tardó en pagar los escándalos de su corte. Rajoy acabó pagando, pero solo con el tiempo. El PP de Madrid es una banda organizada, y también tardó (pero pagó; no olvidemos que Ayuso llegó al poder con muchos menos diputados que Gabilondo, cuando el PP venía de mayorías absolutas). Curiosamente, lo que más reacción provoca en la gente no es la gravedad de la corrupción. Es la cutrez. Las grandes tramas corruptas se mueven en dimensiones ajenas a la gente normal. Pero trampear un máster o jichar jabones en las tiendas es una mugre de escala muy humana, que provoca el rechazo del mal olor y hace definitivamente indigeribles las tramas de alto standing. En el fango de la corrupción, lo cutre tumba a un político antes que lo importante. Lo de Ayuso es moralmente importante. Pero la estampa del novio con el Maserati amasado con mascarillas y muerte, y el piso y el ático, es una estampa que rezuma un pijerío vividor que añade al delito y a la maldad lo que más reacción provoca: cutrez.
Isabel Díaz Ayuso, en un mitin del Partido Popular. Foto: Twitter
El segundo problema es que el éxito que se basa en estados emocionales intensos es como un suflé. Cuando cae, cae con estrépito. Es feo que llame hijo de puta a Sánchez. Es irritante que lo sienta como un triunfo y salga con la amigui Cayetana llevando camisetas con cestas de frutas, de lo tronchante que es llamar hijo de puta a Sánchez y que puta rime con fruta. Pero cada desfachatez choni de este tipo es una bala si los rivales saben usarla. Todo es recontextualizable. Y ahora sus gracietas chirrían. Con comisiones millonarias en medio de la catástrofe y la muerte, ¿qué tal suena ahora lo de hijo de puta y cesta de frutas? Cuando gimotea que ahora van a por su novio, ¿qué tal suena lo de que a la política se viene llorado de casa? No sabemos si saldrá de esta, pero los suflés emocionales tienen siempre el riesgo de deshincharse de golpe. Subir a base de insultos y provocaciones es rápido, pero te deja sin red. Y, como todo es recontextualizable, dejas un montón de balas en la recámara de los rivales. Es más duro de pelar Feijoo. Miente e insulta sin provocar y sin histrionismo. Es más resiliente que Sánchez, es como la caja negra de los aviones. No importa cuántas veces le pongan la foto con el narco ni le pillen en mentiras palmarias. No se le quita el aire de notario, ni contesta, ni se deforma. Sánchez trepa en el caos, pero Feijoo es de amianto. El suflé de Ayuso apunta alto, pero no baja a medias; si se deshincha, cae del todo. Feijoo sube el suelo con él. A pesar de las apariencias, la izquierda también tiene gente lista. Solo tiene que abrir las ventanas y dejar de rascar donde no pica.
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