sábado, 29 de agosto de 2009

Manualillos para una crísis ( 1 )

Bernanke,en la pizarra.

Análisis

Bernanke, un mandato para buscar la salidaLa gestión de la crisis redimió al presidente de la Fed del pecado de no haberla visto venir. Ahora tiene una dura penitencia: deshacer lo hecho.

El aplauso no ha sido totalmente cerrado. Cuando esta semana el presidente Barack Obama propuso a Ben Bernanke para un segundo mandato al frente de la Reserva Federal, algunos economistas optaron por fruncir el ceño en vez de celebrar una decisión ampliamente bienvenida entre economistas, académicos y, sobre todo, entre los enemigos de la incertidumbre, esto es, los mercados.

Stephen Roach, un economista de Morgan Stanley que se ha labrado una imagen de cauto pesimista, resumía el sentir de los críticos en Financial Times. Roach considera que Bernanke está cortado por el mismo patrón libertario que Alan Greenspan, a quien ahora se le critica sin contemplaciones por haber mirado a otra parte como supervisor bancario y haber sentado las bases para que se formara la burbuja crediticia. Además, como su predecesor, el actual presidente de la Fed no vio venir ni la crisis de la vivienda ni la de los productos de inversión exóticos. Y por si esto fuera poco, a la hora de señalar culpables por la situación miró a Asia y el uso de los ahorros de estos países. Roach y economistas como Anna Jacobson Schwartz, del National Bureau of Economic Research, han hecho pública su oposición al segundo mandato de alguien con semejante pecado original.

El propio Bernanke ha admitido (a la revista The New Yorker) que no fue rápido a la hora de ver el peligro que acechaba a la economía. Es algo que también le critican sus defensores, -entre ellos, el economista Nouriel Roubini- pero, a diferencia de Roach, la mayoría le perdona porque ha visto cómo en 2008 emergía en la Fed una presidencia pragmática, con un profundo conocimiento teórico de una crisis tan similar como temida, la Gran Depresión, y a la que no le ha temblado la mano a la hora de sacar estrategias no ortodoxas de la caja de herramientas de la autoridad monetaria.

Eso le ha redimido. La gestión de la crisis, totalmente desatada en 2007 antes de explotar con virulencia en otoño de 2008, ha sido crucial a la hora de renovar la confianza en este académico de Princeton nombrado por George W. Bush como máxima autoridad monetaria. Y Obama, que argumenta que poco a poco se está ganando la crisis con un equipo que incluye a Bernanke, ha decidido dar continuidad a la estrategia de un hombre para el que lo peor no ha pasado. El presidente de la Fed ha tenido en sus manos la delicada tarea de parar la caída libre en la que entró el sistema financiero y la economía, pero no menos delicado va a ser deshacer los pasos dados, y ésa es exactamente su misión ahora: buscar la salida.

Bernanke ha inyectado vastas cantidades de liquidez al mercado. Ha dejado los tipos de interés en una horquilla de 0% al 0,25% para animar un crédito repentinamente paralizado. Ha ampliado su papel como prestamista de última instancia para bancos comerciales e incluso, posiblemente de inversión ahora que los dos grandes, Goldman Sachs y Morgan Stanley han apostado (nominalmente) por convertirse en banca comercial.

La Fed ha intervenido en el mercado de deuda a corto plazo (paper market, fundamental para la financiación continua de las empresas) y se ha implicado hasta el final en el rescate de instituciones financieras como Bear Stearns y AIG. Bernanke ha prestado dinero a bancos centrales para asegurarse que no faltaban dólares y como última medida se ha comprometido a comprar deuda pública y títulos apoyados en hipotecas (MBS).

Puesto a elegir ente el colapso y el rescate, Bernanke ha optado por lo segundo incluso aunque, como en el resto de las actuaciones nacidas en Washington, se haya olvidado el concepto del agravio moral (moral hazard) y se mantengan instituciones y modelos de negocio que no podrían ser sustentados sin intervención.

Ahora tiene que elegir el momento oportuno para drenar liquidez y salir de este excepcional estímulo. En ese aspecto, y es algo que le favorece, hay un cierto precedente que le puede ayudar a hilar todo lo fino que debe. Si empieza a retirar el estímulo antes de tiempo subiendo tipos o eliminando programas, puede provocar una segunda recesión cuando no se ha terminado de salir de la primera. En 1937 ocurrió algo similar. El problema es que hacerlo más tarde puede disparar la inflación y generar una situación similar a la de los años setenta por lo que la subida de los tipos de interés tendrá que ser mucho más aguda. El riesgo es el mismo, estrangular el crecimiento cuando este comienza.

Curiosamente, el calendario de la recesión puede poner a Bernanke al otro lado del cuadrilátero con Obama, el hombre que le ha confiado parte de la salida de la crisis. Es previsible que las subidas de tipos coincidan con las elecciones a la renovación del Congreso que ahora controlan los demócratas y que sus efectos empiecen a notarse mientras se prepara el próximo asalto a la Casa Blanca.

Reforma, auditoría y otras lupas
Las crisis proyectan luz sobre las grietas del sistema y Barack Obama quiere cerrarlas reformando la regulación financiera. Y dentro de ese cambio, considera necesario un regulador sistémico. ¿Su elección? La Fed.

Es una idea que Ben Bernanke defiende aunque tiene muchos detractores. En este segundo mandato tendrá que redoblar sus esfuerzos por convencer a un Congreso que, comenzando por las audiencias para su confirmación, va a mostrar su rechazo. Desde que se aprobó la ayuda fiscal a la banca, que Bernanke apoyó, ambas cámaras tratan al presidente de la Fed con mucha menos deferencia que la que solían.

Es en este ambiente hostil, Ron Paul, un republicano libertario con poco peso político, ha conseguido que 250 legisladores de ambos partidos estén a favor de una propuesta para que la Oficina de Intervención del Gobierno, audite a la Fed. Aún no se ha votado pero Bernanke cree que dará anulará la independencia de la institución. El éxito de Paul habla de la inusual tensión que habrá en el segundo

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