viernes, 17 de mayo de 2013

Clonaciones....


Clonación terapéutica versus clonación humana

El investigador José Antonio López Guerrero analiza las enormes posibilidades del hito hecho público por el equipo de la Universidad de Oregón


José Antonio López Guerrero es investigador, director de Cultura Científica del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa y profesor titular de la UAM.



Ha pasado casi una década desde “aquello que pudo ser y no fue”. Nueve años desde que se palpó el Nobel con la punta de los dedos y el querer dejar en la cuneta al competidor más directo -el grupo de Robert Lanza de la empresa Advanced Cell Technology- empujó al experto surcoreano (Universidad de Seúl) Woo Suk Hwang hacia la infamia, el fraude burdo y el abismo de la ciencia gaya. Dos artículos aparecidos en 2004 y 2005 en la siempre importante Science pretendían mostrar el establecimiento de varias líneas de células humanas pluripotentes de características embrionarias a través de la socialmente polémica -no desde el magisterio de la ciencia- técnica de la transferencia nuclear de célula somática. En principio, se estaba hablando de una posible -únicamente posible- clonación del primer embrión humano, algo parecido a lo que se hizo con Dolly, pero en nuestra especie. Obviamente, aquel embrión no habría pasado de un estadio muy incipiente, blastocisto, de pocos días de desarrollo tras la creación de la célula totipotente análoga a un cigoto humano -algo que algunos científicos prefieren llamar “nuclóvulo” en vez de embrión-.

En cualquier caso, aquellos artículos del 2004 y 2005 no fueron más que un engaño, una mentira. Es más, el señor Hwang acabó siendo acusado de obligar a sus becarias a donar óvulos para sus fines científicos. Todo un drama. Drama que se acaba de tornar poema si, como parece, se confirma, ahora sí, la obtención de un verdadero blastocisto humano -en torno a las 150 células ya con cierta especialización celular- a partir de células adultas de un donante -células de su piel- cuyo núcleo fue transferido al interior de un óvulo enucleado, esto es, un óvulo también donante al que previamente se le había eliminado su núcleo. En esto básicamente consiste la técnica mencionada anteriormente de transferencia nuclear o, como también se conoce para aportar un matiz más práctico, Clonación Terapéutica. No se trata de un intento de clonación -algo que sí ocurrió con Dolly-. No se pretende tener niños o niñas a la carta o, algo peor, como repuesto de sus padres o madres clones. Se persigue, sencillamente, aprovechar uno de los caballos de la investigación en terapia celular -futura medicina regenerativa- que, aparentemente, acaba de tomar cierta ventaja sobre sus directos perseguidores, como pueden ser las células pluripotentes inducidas -favoritas claras a pesar de haberse reportado algunos problemas epigenéticos en el proceso de reprogramación celular-, las células madre embrionarias procedentes de verdaderos embriones obtenidos por fecundación in vitro o células madre de múltiples orígenes, incluyendo aquellas derivadas de sangre de cordón umbilical -otro verdadero tesoro que recientemente nos dio una alegría terapéutica-.

Las células pluripotentes que se pueden obtener a través de esta ya veterana, aunque inédita en humanos, técnica de transferencia nuclear representan un filón científico/médico en dos aspectos. Por una parte, constituyen un excelente banco de pruebas para estudios de toxicidad de nuevos fármacos, investigaciones con agentes patógenos, enfermedades diversas -autoinmunes, neurodegenerativas o desmielinizantes, entre otras- o investigaciones moleculares y celulares sobre el desarrollo, diferenciación y maduración celular. Por otra parte, es indudable que todas las miradas de los medios de comunicación -reflejo de las inquietudes sociales- están fijas en las posibles aplicaciones terapéuticas del nuevo logro. Por supuesto, estamos a décadas de la traslación a la clínica, si eso alguna vez se produce, de este nuevo progreso científico. No obstante, no está de más recordar que, de producirse, la transferencia nuclear paliaría dos de los problemas más importantes, acusados -y acuciantes- de los trasplantes actuales: la cantidad y la calidad, esto es, la posibilidad de obtener todo el contenido celular o tisular necesario del propio paciente y, además y lógicamente, asegurarnos el 100% de histocompatibilidad. Un lujo que obliga a no despreciar -al menos no por motivos filosóficos- el potencial de la técnica.

Tal y como se comentó al principio del presente artículo, tras una década de lucha entre grupos por intentar conseguir estas células pluripotentes humanas -con fraude o sin él-, ha sido el grupo de Shoukhrat Mitalipov, de la OHSU(Oregon Health & Science University o Universidad de Oregón de la Salud y Ciencia) quien finalmente ha publicado en Cell la obtención de células pluripotentes viables derivadas desde una célula totipotente (¿cigoto?) obtenida mediante transferencia nuclear. Esperemos disfrutar de estas “mieles” mucho tiempo...

En cuanto al tema que más parece preocupar a un sector de la sociedad, el siempre controvertido aspecto de la moral -que no ética- incluido principalmente dentro del magisterio de la religión, se podrían destacar simplemente un par de aspectos. Por una parte, no es potestad del magisterio de la ciencia -término, éste, empleado por el prestigioso científico Stephen Jay Gould en su libro Ciencia versus religión. Un falso conflicto- definir aspectos legislativos, aunque pueda actuar lógicamente como asesor. Los conceptos de “persona”, “ser humano” o “individuo” no son absolutos y fluctúan mucho, como estamos viendo, dependiendo del legislador. Por otra parte, la cuestión ética parece estar también clara. Desde la SIBI -Sociedad Internacional de Bioética-, su presidente y fundador, el médico asturiano Marcelo Palacios ve con buenos ojos el potencial terapéutico de la transferencia nuclear de célula somática. Finalmente, desde un punto de vista puramente científico, el resultado de la activación de un ovocito enucleado al que se le ha introducido un núcleo diploide de una persona adulta no puede ser denominado técnicamente “embrión”. Según la definición de la RAE, un embrión consiste, en la especie humana, en “el producto generado tras la concepción y hasta fines del tercer mes del embarazo” o, como primera acepción, “ser vivo en las primeras etapas de su desarrollo, desde la fecundación hasta que el organismo adquiere las características morfológicas de la especie”. El “nuclóvulo” no procede de fecundación alguna. Asimismo, el contenido mitocondrial y, sobre todo, algunos aspectos epigenéticos -aquellos que no están directamente codificados en el ADN- difieren mucho de lo esperado en un cigoto obtenido tras la fecundación de un óvulo por un espermatozoide. Por ello, podemos ceñirnos a la Ley de Técnicas de Reproducción Humana Asistida, aprobada en 2006 (Ley 14/2006 del 26 de mayo de 2006), la cual regula el empleo de embriones sobrantes (supernumerarios) de las clínicas de fertilización in vitro y el empleo de la clonación terapéutica. La ley define claramente la naturaleza del preembrión -“embrión in vitro constituido por el grupo de células resultantes de la división progresiva del ovocito desde que es fecundado hasta catorce días más tarde”- y prohíbe la fecundación con fines experimentales, dejando claro que la transferencia nuclear no conculca dicha ley. Mientras tanto, depositemos lícitamente en esta innovación científica nuevas esperanzas de posibles tratamientos futuros contra enfermedades y patologías que, hoy por hoy, constituyen un verdadero escollo al bienestar de nuestra especie. 

No hay comentarios: