El fracaso de las negociaciones
con sus acreedores empuja a
Grecia hacia la izquierda
El primer ministro griego, Antonis Samaras, y la canciller alemana, Angela Merkel, durante una conferencia de prensa en Berlín en septiembre de 2014. European Pressphoto Agency
ATENAS—El primer ministro de Grecia, Antonis Samaras, que siente la presión de los electores para poner fin al régimen de rescate financiero en el que se encuentra su país, solicitó el año pasado la ayuda de la canciller alemana, Angela Merkel, para aliviar parte de la deuda.
Merkel le preguntó a un intérprete que tradujera la frase “alivio de deuda”, según fuentes, tras lo cual le dijo a Samaras: “No suena tan bien en alemán”.
Fue una señal de que Grecia podía esperar poca clemencia de sus acreedores, encabezados por Alemania. La economía griega, la más atribulada de la zona euro, sigue sometida a una implacable maquinaria de rescate, armada a instancias de Berlín, que proporciona asistencia financiera a cambio de reformas e inspecciones periódicas.
Las inquebrantables reglas del sistema llevaron al gobierno griego a convocar a elecciones anticipadas para este domingo, cuyos resultados, si se confirman las encuestas, podrían dejar el país al borde de abandonar la zona euro. Los conservadores liderados por Samaras están por debajo de Syriza en los sondeos, un partido que promete poner fin a la austeridad impuesta por Europa a cambio de los préstamos de rescate. A menos que Grecia acepte las reformas de mercado, aseguran los funcionarios alemanes, no recibirá los créditos que necesita para evitar una cesación de pagos a mediados de año.
Samaras dijo el jueves en un discurso en televisión que el programa de compra de deuda del Banco Central Europeo incluirá a Grecia sólo si se completa la actual evaluación del rescate por parte de los acreedores internacionales. Agregó que solamente su partido, Nueva Democracia, puede garantizar que Grecia se beneficie del estímulo del BCE y que la oportunidad se perdería si Syriza gana las elecciones.
Incluso si Samaras triunfa el domingo, los crecientes conflictos entre Atenas y sus acreedores muestran lo difícil que será para cualquier líder griego satisfacer las demandas de Europa y el Fondo Monetario Internacional sin provocar turbulencias políticas en el país.
La estricta receta alemana para que la zona euro se vuelva más frugal y competitiva está poniendo tal presión sobre sus miembros que 2015 amenaza con ser un año de agitación política. En los países del deprimido sur de Europa, nuevos movimientos como Syriza y la agrupación de izquierda española Podemos están desafiando a los impopulares partidos gobernantes.
La renovada tragedia griega ilustra cómo la prolongada postración de la economía europea se está transformando en una crisis política y social, erosionando la confianza en la clase dirigente y las instituciones de la Unión Europea y alimentando el ascenso de movimientos populistas tanto de izquierda como de derecha.
El siguiente relato de cómo Atenas y sus acreedores volvieron a encender la llama de la crisis se basa en entrevistas con 18 altos funcionarios de Grecia, Europa y otros lugares. Muchos funcionarios europeos afirman que Grecia se ha comportado en forma arrogante al intentar poner fin al control de los acreedores antes de sanear su economía. No obstante, si Samaras pierde el domingo, la rígida maquinaria de Europa habrá sido su verdugo.
“Siempre les decimos a los países en crisis que ‘mantengan el curso’” y continúen con políticas dolorosas si quieren seguir siendo parte de la zona euro, dice un alto funcionario alemán. “Pero es difícil para ellos. Lo único que ofrecemos es el garrote”.
Samaras solía despotricar contra los aumentos de impuestos y recortes de gastos exigidos por el memorándum de rescate de la zona euro y el FMI. Como líder de la oposición en 2011, Samaras dijo que el acuerdo “sofoca permanentemente la economía griega”. En lugar de responsabilizar al exceso de deuda del país por las duras medidas, afirmó que “el memorándum nos ha dejado más cerca de la bancarrota”.
No obstante, tras ganar las elecciones en junio de 2012, Samaras viajó a Berlín para hacer un mea culpa. Después de ensayar sus palabras con un grupo de asesores durante seis horas antes del encuentro, convenció a Merkel de que implementaría las medidas de austeridad. La canciller lo respaldó, ignorando a otros —entre ellos su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble — que querían expulsar a Grecia del bloque monetario.
Durante casi dos años, Samaras puso en marcha suficientes medidas exigidas por el plan de rescate para satisfacer a los inspectores del FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, un grupo conocido como la troika. Con cada informe positivo, Grecia se ganó otro tramo del programa de rescate. El gigantesco déficit fiscal se redujo.
La economía, sin embargo, se contrajo. A comienzos de 2014, el Producto Interno Bruto era 27% menor que antes de la crisis financiera, el desempleo ascendía a 28% y las familias y las empresas estaban sumidas en deudas ante el desplome de sus ingresos. Una crisis de deuda que empezó con el gobierno había propagado al sector privado y, si bien la recesión finalmente había terminado, los votantes habían perdido la paciencia.
El gobierno y las autoridades europeas festejaron la emisión de bonos de Grecia en abril, la primera en cuatro años. El país había logrado un leve superávit primario: la recaudación tributaria cubría los gastos, excluyendo los intereses de la deuda.
Tales avances, sin embargo, no tenían mucho sentido para los griegos que lo financiaron con mayores impuestos y profundos recortes de sus sueldos, pensiones y servicios de salud. “Para muchos griegos comunes, el superávit primario significa ‘soy más pobre’”, dice Nick Malkoutzis, fundador de MacroPolis.gr, un sitio de análisis político y económico. “Pero la esperanza era que habíamos cruzado tambaleando la meta”.
En las elecciones parlamentarios europeas de mayo, Samaras se enfrentó a una versión más joven y de izquierda de él: Alexis Tsipras, el líder de Syriza, quien atribuyó la crisis a la austeridad, no la austeridad a la crisis.
Samaras, en tanto, les dijo a los electores que las penurias estaban por terminar. “No habrá nuevas medidas”, declaró en una manifestación en Atenas, y la frase se convirtió en su lema. No obstante, el memorándum del rescate estipulaba que Grecia tenía que elevar su superávit primario a 4,5% del PIB y mantenerlo ahí por varios años.
Syriza ganó las elecciones europeas.
Samaras hizo cambios en su gabinete, reemplazando a los ministros reformistas con populistas que pudieran competir con Syriza. Su prioridad era librarse de las amarras del programa de rescate lo antes posible, según personas que lo conocen. Su plan era que Grecia rechazara los préstamos de rescate después de 2014 y, en su lugar, se apoyara en las ventas de bonos. Quería, como mucho, un fondo de garantía de Europa para tranquilizar a los compradores de bonos.
Las inspecciones europeas serían minimizadas y el FMI sería enviado de vuelta a Washington. Samaras esperaba declarar victoria para fines de 2014 y lograr que el Parlamento griego eligiera un presidente para febrero de 2105. El cargo es simbólico, pero si no se elige a alguien, se debe convocar elecciones generales.
Para que el plan funcionara, Grecia tenía que pasar una evaluación de la troika que liberaría 7.200 millones (US$8.300 millones) en ayuda. El problema era la lista de medidas pendientes de exámenes previos, incluidas reformas al cobro de impuestos, las pensiones, el empleo, la banca, las hipotecas, los sindicatos, la regulación de los mercados y las nóminas públicas.
La mayoría de los funcionarios del gobierno querían diluir las reformas y aplazar las menos populares. Todas las partes reconocieron que Grecia no podía completar todos los requisitos para fin de año.
La troika se reunió con autoridades griegas en París a principios de septiembre para averiguar cuánto estaba dispuesto a hacer Grecia y propuso postergar la evaluación y prolongar el rescate hasta 2015, pero eso le negaría a Atenas el premio de librar al país del programa para Navidad. Los griegos respondieron que no querían más dinero de Europa o el FMI después de diciembre, cuando el país recurriría a los mercados de capital. La troika no estaba convencida.
Declan Costello, negociador de la Comisión Europea, puso fin a las conversaciones en París al leer en voz alta la lista de reformas que Grecia había rechazado. “Es imposible para nosotros aceptar que no hagan nada acerca de todas estas”, dijo.
Samaras acudió a un poder superior. En su visita el 23 de septiembre a la canciller alemana, le pidió que entendiera que no podía promulgar tantas medidas impopulares en 2014. Si Europa presionaba demasiado, tendría que lidiar con un gobierno mucho menos cooperativo liderado por Syriza, advirtió.
Las reformas difíciles podrían posponerse, así como las medidas pendientes, bajo un acuerdo posrescate menos riguroso que libraría a Grecia de las cadenas de la troika.
“Queremos declarar victoria”, dijo Samaras a Merkel. “Sería un gran éxito para Europa” si Grecia, el país más afectado por la crisis, pudiera graduarse del rescate.
Merkel preguntó si los mercados de deuda estaban listos para financiar a Grecia, según personas presentes. De lo contrario, Grecia necesitaría más que protección por sobregiro de Europa. Necesitaría otro rescate.
La canciller dijo que la próxima fase del plan de rescate aún requeriría inspecciones exhaustivas, con la inclusión del FMI. De otra forma, no habría garantías de que Grecia continuaría con sus reformas. Instó al primer ministro griego a completar la evaluación de la troika.
Un viaje de la troika a Atenas una semana después no logró avances sobre las reformas en disputa. En octubre, Grecia propuso una ley fiscal que enfureció a la troika. Permitiría a muchos griegos con deudas impositivas pagarlas en 100 cuotas mensuales.
Un derrumbe de los precios de los bonos griegos ese mismo mes socavó las esperanzas de Grecia de levantar fondos por cuenta propia. La venta generalizada reflejó las sospechas de los inversionistas de que la evaluación de la troika no estaba yendo bien, así como temores de un cambio de gobierno en las elecciones previstas para febrero.
Las partes se volvieron a reunir en París en noviembre. Los funcionarios griegos, que ahora temían no superar la prueba de la troika, hicieron algunas concesiones. El FMI mantuvo sus exigencias de duras reformas laborales y de pensiones. El organismo también quería medidas de austeridad adicionales para que el previsto déficit fiscal no se viera afectado por una caída de los ingresos tributarios. El BCE, que suele observar en silencio las negociaciones de la troika, respaldó la postura del FMI de que Grecia estaba haciendo muy poco. Incluso la Comisión Europea, que mostró más consideración al costo político de las reformas, sintió que las concesiones de Grecia sobre los impuestos y las pensiones no bastaban.
El 30 de noviembre, los griegos, cada vez más nerviosos, envían las nuevas concesiones por correo electrónico. Las propuestas causaron un descontento público después de que se filtró la noticia.
El FMI quería más. Alemania concluyó que Atenas no entendía: no habría dinero para países que no hicieran sus tareas. Incluso la comisión no estaba satisfecha.
“Al final del día, habían alcanzado el límite de los que podían hacer”, cuenta un funcionario en Bruselas. “Y realmente no era suficiente”.
A Samaras se le acabó el tiempo para proclamar las victorias que había buscado antes de que el Parlamento griego votara por un presidente.
A principios de diciembre, Samaras y sus asesores más cercanos concluyeron que la supervivencia del gobierno requeriría una jugada riesgosa. Adelantaron la votación presidencial y pospusieron el acuerdo con la troika hasta 2015.
Apostaron a que suficientes legisladores respaldarían al nominado por el gobierno porque, de lo contrario, las elecciones anticipadas podrían hundirlos junto con el resto del país.
La jugada falló. Samaras no logró elaborar un mensaje que tuviera un amplio apoyo. Un gobierno que había prometido poner fin al rescate, limitar las medidas, echar al FMI y aliviar la deuda se había quedado con las manos vacías.
Los funcionarios de la zona euro ahora creen que Grecia necesitará un rescate más largo. El ganador de las elecciones del domingo deberá cerrar una brecha aún más grande.
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