Es viernes por la mañana y Steve coloca los huevos recogidos en su huerto para venderlos en el CountryMARKET, una cooperativa donde los vecinos de Bexley ofrecen diferentes productos artesanales. Se trata del típico distrito de las afueras de Londres elegido por laclase media inglesa para formar familia: las casas grandes están asequibles y enMEDIAhora el tren te planta en las oficinas dela City. Los comercios locales son los que dan vida a la calle principal. Todos los vecinos se conocen y las cafeterías con manteles de flores están llenas de madres que han puesto una pausa a sus carreras para cuidar de los niños. Sí, este esel Londres donde vive “el inglés de toda la vida” y no el que abarca los aledaños dePiccadilly Circus, donde la gente está de paso,los alquileres se pagan por semanasy muchos de los que tienenpasaporte británico han nacido en Nueva Delhi.
Quizá por eso se entienda su peculiaridad: BexleyES UNO DElos cinco distritos de la capital británica dondese apoyó mayoritariamenteel Brexit. “No podíamos permitir que Bruselas nos siguiera diciendo lo que tenemos que hacer”, asegura Steve. “Yo me afilié incluso al UKIP para asegurarme de que el Gobierno tuviera la presión suficiente. NigelFarage debería ser el primer ministro”, matiza. Por su parte, Rita, otra jubilada que vende orgullosa las plantas que cosecha en su jardín, asegura que “aunqueahora el coste de vida será más caro,todo ha merecido la pena”.
Paula escucha atenta la conversación detrás de las velas y jabones que hace en casa. Es laúnica española con puesto en el mercadillo. Lleva más de 20 años viviendo en el país y está completamente integrada en la comunidad. “Por ella no te preocupes. No va a tener ningún problema”, asegura Steve cuando lePREGUNTO POR CÓMOquedará ahora la situación de los comunitarios. La misma frase es repetida por cada uno de sus vecinos que han votado por elBrexit.
Pero lo cierto es que a Paula, casada con un inglés con el que ha tenido dos hijas, a día de hoy nadie le ofrece garantías. El Gobierno ha conseguido aprobar intacta su legislación para activar el Brexit después de que laCámara de los Comunes rechazara el lunespor la noche la enmienda de los Lores que aludía a laprotección de los comunitarios que ya residen en el país. “A ninguna de misAMIGASíntimas se les pasó por la cabeza el hecho de que esto tuviera repercusiones directas para mí y para mi familia, pero las tiene y, aunque siento decepción, tampoco puedes hacer nada. Yo nací yme crie en Pamplona, donde lasDIFERENCIAS POLÍTICAS ESTÁNen la calle. Es lo que me tocó vivir entonces yes lo que me toca vivir ahora. Aprendes a seguir adelante y a no hacerNADA QUE PUEDAincitar a problemas”, explica.
Con lo de “evitar problemas” se refiere, por ejemplo, adejar de hablar en españolen hora punta cuando coge el trencamino a su trabajo. Tras el Brexit, tuvo un incidente con un hombre al que habló inglés, pero con acento español, y desde entonces procura evitar la llamada que hacía cada mañana a su madre durante el trayecto. “Sí quese nota un poco de crispaciónen el ambiente”, asegura.
Paula seENCUENTRAahora inmersa en el tedioso proceso desolicitud de la residencia permanente. Según el Ministerio del Interior, más de136.000 ciudadanos de la UEhan pedido un certificado en los seis meses posteriores al referéndum del 23 de junio. El Partido Liberal Demócrata ha denunciado queel Gobierno rechaza alrededor del 28%de esas peticiones.
“La cuestiónES QUE AHORAtengo quedemostrar ser el tipo de ciudadano que ellos quieren. Pero más que por incertidumbre, lo hago porque me siento culpable. Después de llevar viviendo aquí más de 20 añosno pude votar en el referéndumpor no ser británica,y no quiero que se repita lo mismo si el día de mañana se vota algo tan importante que me afecte directamente”, matiza.
Lo cierto es que en su casa apenas se habló del tema durante la campaña. “Teníamos tan asumido que no iba a salir que nunca fue un motivo de preocupación”, señala. Pero las noticias de aquella mañana del 24 junio no se le olvidarán.A su marido tampoco. Él votó por la permanencia. Su abuelo trabajó como uno de los primeros traductores en Bruselas y estabaenamorado del proyecto europeo. Sin embargo, parte de su familia votó por el Brexit.
Para Lola, el 'shock' fue aún mayor cuando descubrió que no solo su familia política había apoyado la salida del bloque, sino quetambién lo había hecho su propio marido. Lola, de hecho, es un nombre ficticio porque son tales las tensiones que ha causado esta situación en su matrimonio que prefiere guardar su anonimato.
“Él fue el primero que me confesó que no se había planteado que me fuera a afectar. Pero a medida que iban saliendo más noticias, más impotencia sentía. Llegó unmomento en queincluso dejé de hablarle en inglés para hacerlo en español. Solo me entendían los niños. Se puede marginar a alguien con el idioma y quería que fuera consciente de todas las barreras que supone ahora esto para mí. También deje de asistir a reuniones familiares porque sabía que al ser española, el tema iba a salir”, matiza. “Las cosas ahora se han calmado, él me explicó que sus razones eran por recuperar la soberanía. Pero,al fin y al cabo,todo se ha centrado en inmigracióny termina afectando lo que escuchas”, recalca.
En la calle, un matrimonio de jubilados formados por Jackie y Robin asegura estar “sumamente preocupado por la imagen del Reino Unido que se está dando”. “No somos un país de racistas. Pero ahora hay muchos que se sienten con autoridad para hacer cosas absurdas. Desde el principio fue un error convocar este referéndum. Se hizo para unir al Partido Conservador yse ha acabado por dividir a un país”, matiza Robin que, pese al consejo de susAMIGOS, votó por la permanencia, al igual que su mujer.
"Nos hacen sentir ahora como inmigrantes de tercera. Nos han convertido en el chivo expiatorio de todos sus problemas"
El Brexit no es un tema que se saque en las reuniones sociales entre ingleses. “Aquí se evita hablar de religión y de política”, responde un vecino ante las 'imprudentes' preguntas de la reportera. Sin embargo, sí protagoniza los debates que se forman cada lunes y viernes en la cafetería delHOTELpróximo al Beths Grammar School, dondevarias madres españolas se reúnenmientras sus hijos acuden a clase de español. La consejería de Educación del Gobierno deESPAÑA PONE Adisposición profesores en aquellas zonas donde existe una población española lo suficientemente significativa.
“Nos hacen sentir ahora como inmigrantes de tercera. Nos han convertido en el chivo expiatorio de todos sus problemas”, asegura una de ellas. “Hay cosas que te molestan. Mi vecina me cuenta que por culpa de los inmigrantes tiene que dar 50 libras a su hija —madreSOLTERA— para pagar el alquiler porque el Estado solo le da 850 libras.Su hija no trabaja y vive de las ayudas públicas. Y te lo dice como si nada. Cuando yo como inmigranteESTOY PAGANDO MISimpuestos para que existan estas prestaciones”, contesta otra.
Por su parte, Sonia, casada con su sudafricano, explica que “tiene gracia” el hecho de quesu marido consiguiera la nacionalidadbritánica hace añosal estar casado con una comunitariay ahora tenga que ser ella "quien deba poner que está casada con un británico para conseguir la residencia”. “Él está más preocupado ahora que yo”, matiza. El famoso formulario de las 85 páginas supone para todas “un quebradero de cabeza”. Aseguran que “no está adaptado” para la situación de los europeos y demandan al Gobierno que acabe con la incertidumbre. “Han pasado ya nueve meses del referéndum y se sigue sin saber nada”, denuncian.
En el tren caminoA LONDRES, una de las pasajeras comienza a hablar conmigo y le pregunto por el Brexit. La frase que me dice me suena familiar: “Tú tranquila que a ti no te va a pasar nada”.
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