Unai Pascual.
Unai Pascual. G. C. A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! Hace años que los seres humanos rebasaron los límites del mundo. El impacto de su actividad sobre la biodiversidad de la Tierra es realmente profundo. La rapidez del cambio climático, revelada en todos los informes periódicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), es sólo la evidencia de una crisis aún más profunda: la naturaleza se muere. Un selecto equipo de científicos y expertos internacionales presentaron el pasado 7 de julio en Bonn un minucioso trabajo sobre los múltiples valores que alberga un bosque o un océano sano y por qué no se tienen en cuenta en la toma de las decisiones que determinan la marcha del mundo. Según razonan los científicos, ahí está el nudo gordiano de la decadencia de los ecosistemas de la Tierra. El asunto merece una explicación. El documento, encargado por la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés) auspiciada por la ONU, se resume en 33 páginas que resultan sobrecogedoras: “Si las instituciones que intervienen en la toma de decisiones siguen viendo a la naturaleza sólo como un lugar para explotar recursos, nos encaminamos hacia el desastre”, detalla Unai Pascual (Vitoria-Gasteiz, 1973), doctor en Economía Ecológica y coordinador principal de este estudio, presentado y defendido por la comunidad científica ante los 139 Estados que conforman esta plataforma y cuya aprobación por consenso era indispensable para que el informe viera la luz. “La guerra en Ucrania está sirviendo como excusa perfecta para retardar los cambios estructurales que necesita la economía global”, especifica. Por eso, la negociación de los términos en los que fueron expuestas las críticas al sistema económico y político resultó titánica. “Fue un juego de ajedrez diplomático. Uno debe aprender a pensar cuál es el siguiente movimiento de los negociadores y cuáles los puntos críticos y líneas rojas de cada país”, añade Pascual. Pero lo lograron. “Si seguimos tratando a la biodiversidad de manera insostenible el daño se acumula hasta que los sistemas naturales y, por lo tanto, los sociales y económicos se derrumban”, apostilla el científico vasco, que recuerda la conexión encontrada entre la pérdida de biodiversidad y la pandemia que ha barrido el planeta. Por todo esto, la otra gran aportación de la IPBES fue proponer a los Estados firmantes, entre ellos España, una oportunidad viable, quizá la última, para abordar una solución al desastre anunciado. “El paso decisivo es llevar este conocimiento a la práctica, reconocer la gran diversidad de los valores que tiene la naturaleza lo cual nos llevaría automáticamente a modificar el estilo de vida que viene gobernando el Norte Global desde los años setenta”, asegura. Pascual, que ha escrito varios artículos sobre esta cuestión en revistas como Science, descarta que la prosperidad esté ligada a un desarrollo concebido únicamente como crecimiento del PIB. Para él, ha llegado la hora de volver a una vida sostenible para prosperar como especie. Es la única opción racional que queda. Las pruebas abundan, aunque hay tiempo de enmendarlo. “Y todo comienza respetando la diversidad de los valores de la naturaleza”, concluye. El dominio de la visión cortoplacista sobre la naturaleza está respaldado, en gran medida, por el sistema neoliberal ¿Cuáles son esos valores de la naturaleza? Simplificándolo mucho, identificamos tres tipos de valores que son fáciles de comprender. Aquellos que consideramos instrumentales, es decir, todo lo que la naturaleza nos aporta para nuestro bienestar individual y colectivo. Por ejemplo, las materias primas o el suelo fértil para ser cultivado. Pero la naturaleza también tiene otros valores que no son apreciados en el sistema económico dominante. Uno es el que la naturaleza tiene en sí misma, independientemente del bienestar que nos aporta. ¿Por qué decimos a los niños que no maten una lagartija o un pájaro? Sencillamente por la importancia que le damos al hecho de que los seres vivos vivan. Ese es un valor intrínseco y está indiscutiblemente relacionado con la ética. Hay un tercer tipo al que llamamos valor relacional, que es el que construimos a partir de nuestros vínculos con un entorno natural determinado. Por ejemplo, el valor personal que tiene un árbol o un bosque donde jugamos en la infancia, o el huerto donde plantabas tomates con tu abuelo. Su importancia es incalculable ya que está asociado a nuestra propia identidad cultural, lo aplicamos constantemente a la hora de tomar decisiones, aunque no seamos muy conscientes de ello. El problema es que el sistema de mercado solo evalúa aquellos valores de la naturaleza asociados al beneficio a corto plazo, al que cotiza en bolsa, y desecha el resto de valores. Ahí tenemos el problema porque el mercado sólo ve la naturaleza como una fábrica que nos provee de bienes y no como un sistema del que dependemos a niveles más profundos. ¿Cuál es el sentido de definir y medir esos valores? Lo importante es que cualquiera pueda entender el valor conjunto de la biodiversidad, más allá de aquellos elementos que contribuyen a nuestro bienestar material. Hay que tener en cuenta que existen distintas visiones culturales a la hora de entender nuestra relación con la naturaleza. Los pueblos indígenas, por ejemplo, se rigen por sistemas de conocimiento sociales propios, más allá del científico. Esta es una realidad que el informe de la IPBES incorpora para darle un sentido mucho más amplio. El objetivo es que sirva como brújula en la toma de decisiones colectiva hacia la sostenibilidad, dando cabida a esos diferentes enfoques culturales y sistemas de conocimiento que aportan soluciones a la crisis socioecológica actual. Pero el conflicto de intereses puede ser continuo. ¿Es posible hacer converger esos tres valores? Efectivamente, el choque de intereses es continuo. Cada hora, cada día, cada mes y cada año. Recuerdo cuando Ecuador propuso no instrumentalizar los pozos de petróleo descubiertos en la selva amazónica del Yasuní, siguiendo el modelo extractivista fomentado por el Norte Global, a cambio de una compensación económica que sirviera para mejorar el bienestar del país. Era una compensación económica justa para no explotar yacimientos de petróleo y así mantener los valores intrínsecos y los importantísimos valores relacionales con la selva. Con miles de proyectos mineros o agroindustriales sucede lo mismo y acaban en graves conflictos socio-ambientales. Son casos que nos han permitido ver con claridad que la gobernanza basada en el mercado está tan arraigada que los valores intrínsecos y relacionales siempre acaban perdiendo. Y con ellos, la biodiversidad y la sostenibilidad de la vida. No somos conscientes de que además de vivir de la naturaleza también vivimos con ella, en ella e incluso como ella ¿Esa es la conclusión de la IPBES? Es una de ellas: el dominio de la visión cortoplacista sobre la naturaleza está respaldado, en gran medida, por el sistema neoliberal miope, su ideología de libre mercado y el mantra del crecimiento económico. Si a esto le unimos el PIB, como indicador rey del progreso económico y brújula de una política que solo tiene en cuenta aquellos bienes y servicios que pasan por el mercado, tenemos un problema porque es una de las mayores falacias de nuestra sociedad. La naturaleza tiene otros muchos valores de bienestar que no cotizan en sus mercados pero que nos aportan bienestar. Y si desequilibramos esos valores en la toma de decisiones, descompensamos automáticamente nuestras relaciones con el medio ambiente. No somos conscientes de que además de vivir de la naturaleza también vivimos con ella, en ella e incluso como ella. Desgraciadamente, en la toma de decisiones económicas y políticas sólo prima la primera opción. Por eso, consideramos fundamental poner el foco en las instituciones y en cómo nos influyen a la hora de entender qué significa el progreso. Y para ello tuvimos que cuestionarnos el papel de los actores que ostentan los resortes del poder, que son quienes imponen unos valores sobre otros. Así, fuimos diseccionando el sistema por capas como si fuera una cebolla hasta llegar al núcleo de la cuestión que es la crisis socioecológica, las causas que provocan la degradación acelerada de la naturaleza que estamos sufriendo. Era la única manera de decirles a los representantes de los Estados y a la sociedad civil en general: “Aquí subyace el problema. Entonces, debatamos sobre valores y encontremos soluciones justas”. Indicadores como el PIB más que ayudarnos a navegar hacia la sostenibilidad, aceleran el metabolismo social que erosiona la relación con la naturaleza Es una crítica feroz al capitalismo. Primero habría que matizar que este documento no refleja opiniones, sino que sintetiza los valores sobre la naturaleza que maneja tanto la comunidad científica como otros sistemas de conocimiento, incluido el de los pueblos indígenas. Se puede entender como una visión crítica a enfoques muy arraigados en la cultura occidental, a su concepto del progreso, al uso dogmático de herramientas como el mercado o indicadores como el PIB que más que ayudarnos a navegar hacia la sostenibilidad, aceleran el metabolismo social que erosiona las relaciones entre la naturaleza y las personas. Creo que poniendo esta cuestión en la balanza hemos llegado al núcleo del problema: el modelo de desarrollo predominante es insostenible. Y aun así los Estados firmaron. Sí, y por lo tanto asumen las conclusiones. El informe es mucho más que un estudio científico porque también incorpora las relaciones políticas que explican cuáles son las evidencias y su significado. A partir de ahora no podrán decir que no conocen el origen del deterioro ambiental que vivimos. Otra cosa es que lo quieran ignorar. Mi esperanza es que la sociedad en general pueda utilizarlo para presionar a las instituciones hacia una visión más sostenible ambientalmente y justa socialmente. Aquí tienen una herramienta para hacerlo, con datos precisos. ¿Cómo cambiar la toma de decisiones? Identificamos diferentes palancas para la transformación. Primero hay que reconocer esa diversidad de valores que tiene la naturaleza para incluirlos en la toma de decisiones. A todos los niveles. Hay, por tanto, que medirlos, cuantitativa y cualitativamente. Y tenemos el conocimiento para hacerlo bastante bien. Entiendo que el proceso de decisión puede tener sus limitaciones según las diferentes escalas, de lo local a lo global, porque hay intereses irreconciliables, pero existen procesos deliberativos, democráticos y participativos que pueden ser muy útiles. ¿Qué valor debe prevalecer para conservar la naturaleza? ¿El pragmatismo instrumental solamente? En todo el mundo hay choques de valores sobre la naturaleza que se traducen a menudo en conflictos. Por poner un ejemplo actual, en Tanzania, hay ahora una revuelta masái porque un movimiento conservacionista apoyado por el gobierno de ese país quiere establecer zonas de protección de la biodiversidad que afectan negativamente a su modo de vida. Algo paradójico, ya que esas zonas de exclusión coinciden con el territorio donde los masáis han pastoreado de forma sostenible toda la vida. Sin embargo, ya no pueden hacerlo y los han convertido en villanos. La guerra en Ucrania que está sirviendo como excusa perfecta para retardar los cambios estructurales que necesita la economía global ¿Qué diferencia al IPBES de otros organismos científicos como el IPCC? En cierto modo, el IPCC y la IPBES tienen estructuras y un funcionamiento muy parecido. El IPCC aglutina el conocimiento científico sobre lo que está pasando con el cambio climático y pone sobre la mesa las evidencias científicas de manera periódica, nutriendo de contenido a las cumbres internacionales sobre el clima y a las políticas de los Estados. De forma similar, la IPBES reúne el conocimiento sobre la naturaleza a través de informes temáticos como la polinización, la situación de la biodiversidad a nivel regional y global, el uso sostenible de las especies, etc. En este último informe, por ejemplo, hemos trabajado alrededor de 300 científicos durante cuatro años, de forma totalmente altruista, cubriendo diferentes campos del conocimiento para entender la crisis de biodiversidad que vivimos y ofrecer opciones para abordarla de forma sostenible y justa. ¿Cree que los Estados esperaban un informe tan crítico? Sinceramente, creo que no. Pensaban que nos quedaríamos en las capas más superficiales del problema y que no llegaríamos a las razones estructurales que hay detrás de la crisis global medioambiental y de justicia social. Y cito expresamente la justicia social porque el deterioro ambiental afecta de manera desigual a unos colectivos y a otros. Pero modificar la percepción que Occidente tiene sobre su bienestar, el progreso o el beneficio no parece sencillo pese a las evidencias de que o cambia el estilo de vida o el mundo se viene abajo Va a costar cambiarlo. Por eso creo tan necesario abrir procesos participativos y deliberativos que utilicen las evidencias que ofrecemos plataformas como la IPBES o el IPCC. Los augurios no son buenos. Habrá que estar muy atentos ya que un mal acuerdo o una falta de acuerdo, será desastroso Y más en la situación actual donde la guerra en Ucrania ha agudizado la crisis energética y ha disparado una obsesiva demanda de combustibles fósiles. Ahora que el negacionismo más burdo y estúpido empezaba a ser derrotado, llega la guerra en Ucrania que está sirviendo como excusa perfecta para retardar los cambios estructurales que necesita la economía global. La realidad es que llevamos demasiados años hablando de crisis climática y de la biodiversidad, pero sigue sin producirse una reacción contundente. El Acuerdo de París está herido y veremos qué nivel de acuerdo sobre la conservación de los ecosistemas sale de la Convención sobre la Diversidad Biológica que se celebra en diciembre en Montreal bajo la presidencia de China. Los augurios no son buenos. Habrá que estar muy atentos ya que un mal acuerdo o una falta de acuerdo, será desastroso. Ahí veremos el impacto que tiene la actual situación geopolítica. Es una sombra que planea sobre las cabezas de todos los negociadores en este momento. AUTOR > Gorka Castillo Es reportero todoterreno. PUBLICIDAD
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