lunes, 24 de octubre de 2022
Catalunya a rastras...
Catalunya: "La década perdida"
El “procés” parece que ha finalizado. Son palabras de Jordi Sánchez ex Presidente de la ANC y ex Secretario General de Junts
Manifestación inependentista Cataluña
Manifestación inependentista Catalunya
Manel García Biel
MANEL GARCÍA BIEL
23 DE OCTUBRE DE 2022, 10:30
La década 2012-2022 debe ser considerada, desde todos los puntos de vista, como un tiempo perdido para la sociedad catalana. Catalunya ha sufrido un retroceso como sociedad, no solo en lo referente a su cohesión social, también en el ámbito político, económico y de proyección exterior, tanto dentro de España como a nivel internacional.
El “procés” parece que ha finalizado. Son palabras de Jordi Sánchez ex Presidente de la ANC y ex Secretario General de Junts que comentó “el procés, definitivamente, se ha cerrado” al analizar la salida de Junts del Govern de la Generalitat. Hay que recordar que Jordi Sánchez fue, como presidente de la entonces poderosa ANC, el cerebro del “procés” que llevó a la “non-nata” declaración de independencia.
El mundo independentista enfrentado dentro de si mismo de forma permanente está en este momento dividido y lo que es más interesante ha perdido su capacidad de movilización y de intimidación social. Es evidente que el sentimiento independentista continúa arraigado en un sector de la sociedad pero con un fuerte sentimiento de desencanto, si bien todavía le cuesta reconocer el “gran engaño que significó el procés”.
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Querían conseguir la independencia como si fuera un “juego de magia” confiándolo todo al poder de los medios de comunicación públicos y privados afectos que se encargaron de hacer un lavado de cerebro masivo, especialmente entre sectores de la clase media, gente mayor, una mayoría de los cuales no hicieron nada durante la dictadura, o buena parte de un funcionariado fruto de la construcción hecha a medida del nacionalismo durante los largos años del pujolismo.
Un proceso que merece la pena recordar fue lanzado por un Artur Mas President de la Generalitat en 2012 cuando sufría la presión de una fuerte movilización social derivada de los recortes de la crisis y que llegó a provocar un cerco del Parlament por parte de los manifestantes. Para hacer frente a esta situación Artur Mas inició lo que fue el “procés” que llevaría a un mundo imposible donde Catalunya sería un Estado independiente y donde todo sería “coser y cantar”. Lo que no pensaban ni Mas ni la gente de CDC es que abrían la puerta a un movimiento que los devoró como “Saturno a sus hijos”.
A la crisis social y política hay que añadir los efectos en la economía a la que el “procés” ha provocado una sacudida importante
Un “movimentismo” populista ultranacionalista y de derechas que deslumbró a una buena parte de la sociedad y que provocó una ruptura profunda dentro de la misma, donde por primera vez se hablaba de bandos, de los “catalanes de socarrell (pura cepa)” y de los “colonos” esta última palabra dirigida de forma despectiva a los no independentistas o más genéricamente a los castellanoparlantes. Una situación que ha sido vivida dramáticamente por mucha gente y que dio lugar a todo tipo de situaciones difícilmente asumibles en una democracia.
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A continuación hemos vivido la ilegalidad democrática de los días 6 y 7 de octubre del 2017, donde el Parlament vulneró de forma grosera leyes básicas como la Constitución y el Estatut de donde surgía su propia legalidad. Seguido de un referéndum “full” el 1-O, sin normas, ni censo, ni ningún tipo de legalidad, ni legitimidad. Hasta finalizar con una Declaración de Independencia que duró pocos segundos. Todo esto seguido de la fuga del Presidente de la Generalitat, la detención y encarcelamiento de miembros del Govern y de las entidades sociales por la subversión del ordenamiento político y la aplicación del art. 155 con el control por parte del Gobierno del Estado de las funciones de la Generalitat de Catalunya.
Después de todo esto y especialmente durante el Govern “activista” de Quim Torras se sucedieron algaradas y movilizaciones cada vez más violentas con ocupación de espacios públicos y la voluntad de interrumpir infraestructuras de comunicación. A esta situación debemos añadir una actuación miope del Gobierno del PP que en ningún momento intentó rebajar la colisión y el enfrentamiento sino que con la carencia de diálogo fomentó y dio argumentos a los independentistas. Esto comienza a cambiar con la llegada al Gobierno de Pedro Sánchez y su voluntad de iniciar un diálogo con Catalunya. Con los indultos a los encarcelados se produce una muy fuerte bajada del “suflé” político y parece que poco a poco la racionalidad se va imponiendo en un sector del independentismo, en concreto de ERC. Esto finaliza con el último episodio que es la ruptura dentro del independentismo y que concluye con la salida de Junts del Govern de la Generalitat.
Por suerte esperamos dejar pronto atrás esta década nefasta para la sociedad catalana en todos sus aspectos
Pero lo que podríamos describir como “el paisaje después de la batalla” es bastante poco edificante. Como ha dicho Quim Nadal nuevo miembro del Govern “Catalunya ha retrocedido en términos de autonomía”. Dicho de forma clara algunos que deseaban conquistar la independencia lo que han conseguido es dar pasos atrás en el autogobierno. Y ello por un hecho básico como es la ruptura de la unidad civil en Catalunya con una división que será muy difícil de superar sino se actúa desde la voluntad de impulsar un gobierno y un desarrollo al servicio de una Catalunya entera.
A la crisis social y política hay que añadir los efectos en la economía a la que el “procés” ha provocado una sacudida importante. Catalunya inmersa en el conflicto político no ha prestado la suficiente atención a su propio desarrollo económico. Fruto del embate independentista Catalunya ha visto huir en el 2017 todo su sector financiero, bancos y aseguradoras que han trasladado sus sedes a otros puntos del Estado, y sin ninguna voluntad de volver por el momento. Barcelona ha dejado de ser una plaza financiera.
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Pero el “procés” también ha agravado la decadencia del sector industrial, que había sido una de las señas de identidad de Catalunya. El sector industrial ha continuado acelerando su declive ya iniciado en la Gran Recesión del 2008. Cómo ha escrito el economista Josep Oliver “Catalunya ha dejado de ser una potencia industrial en el concierto europeo. Ya no formamos parte de aquel conjunto de regiones y países más industriales de Europa”. Es decir Catalunya ya no es “uno de los cuatro motores industriales de Europa” como se había dicho durante muchos años junto con Baden-Wurtemberg, Alps-Rhone y la Lombardia.
Catalunya también ha dejado de prestar atención a los nuevos retos de futuro. Un ejemplo está en el nulo desarrollo de las energías sostenibles y renovables. La propia Consellera de Agricultura y Acción Climática, Teresa Jordà, lo ha reconocido recientemente al decir “La clase política nos tendríamos que poner colorados, hay cosas que no se han hecho bien. Llevamos diez años de retraso en renovables”. Quizás los que se tendrían que poner colorados serían los gobiernos de ERC y Junts, de los cuales ha formado parte la consejera, por no haber hecho sus deberes.
Catalunya puede estar sufriendo el síndrome del Quebec. La capital del Quebec, Montreal fue tradicionalmente la capital económica del Canadá hasta los referéndums de independencia. Desde entonces ha perdido su posición en favor de Toronto, capital de Ontario y su crecimiento económico ha sido muy inferior al del resto de Canadá. Un ejemplo es el de la renta per cápita que en Quebec en 2016 era de 35.000 dólares mientras que la media del Canadá era de 42.000.
Se evidencia que toda esta década perdida con el espejismo de la independencia ha resultado también negativa en lo referente a la economía catalana. Señalaremos únicamente dos indicadores suficientemente elocuentes:
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La Inversión extranjera en Catalunya creció durante los tres años centrales del “procés” un 64% mientras que en Madrid era del 259%. En el año 2018 Madrid concentró el 85% de la inversión extranjera frente un 6,4% para el conjunto de Catalunya. En cuanto al “ranking” europeo de competitividad entre 281 regiones de la UE hoy Catalunya está en el puesto 161 mientras que en el 2010 estaba en el 103.
Por suerte esperamos dejar pronto atrás esta década nefasta para la sociedad catalana en todos sus aspectos. Pero salir no será fácil y hará falta mucha voluntad por muchas partes para enmendar de raíz la grave situación social, económica y política actual. Quizás la política a pesar de todo sea la más fácil y la básica para iniciar un necesario proceso de reconciliación que supere los agravios y la profunda división social que existe y puede perdurar en el tiempo. No hay duda que tienen que ser fuerzas políticas responsables las que deben liderarlo. Veremos si han madurado lo suficiente, son capaces y están a la altura del momento. Si no es así Catalunya continuará su declive como sociedad.
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