domingo, 30 de octubre de 2022
Unas sesiones para el " Tevergan " Porfa!!!!!
Abrazar y cuidar burros, la novedosa terapia emocional que se impulsa en Teverga
CARMEN LIEDO
REDACCIÓN
ASTURIAS
Isabel Quirós con sus tres burrosIsabel Quirós con sus tres burros
Isabel Quirós ultima la puesta en marcha de `El Refugio de Lucero´, un proyecto de asinoterapia que promueve utilizar las cualidades terapéuticas de estos animales para el cuidado de las personas
30 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.
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Cuando Isabel Quirós se trasladó de Oviedo a Teverga hace cuatro años para dar un giro a su vida, no se imaginaba hasta que punto esta iba a cambiar por muy claro que tuviera que su felicidad estaba «en la montaña y en los animales». Licenciada en Derecho que actualmente trabaja en una academia de inglés en la capital, la historia de Isabel como emprendedora de ‘El Refugio de Lucero’ comenzó al trasladarse a la zona rural y empezar a cuidar a tres burros (Pinocho, Conguito y Maruxiña) que se encontraban abandonados y en muy mal estado. Aunque al principio dudó de poder hacerse cargo de unos animales «tan grandes» y que estaban en malas condiciones, descubrió que los burros tenían cualidades terapéuticas por lo bien que se sentía cada día tras acudir a cuidarles.
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La prueba de fuego para Isabel fue la pandemia de la Covid-19 y haberse sentido aislada de su familia y amigos por estar en Teverga mientras ellos estaban en Oviedo. «Llegó la pandemia y con ella, mi crisis personal. Yo era una persona muy dependiente de mi familia y amigos, necesitaba su apoyo, aprobación y abrazos para todo. Y de repente, estaba aislada», explica la emprendedora, que añade que poco a poco empezó a darse cuenta de que si bien cuando acudía a ver a los burros se sentía «asustada, triste y con miedos…» después de pasar un rato cuidando de ellos volvía a casa «con una sonrisa, llena de energía y paz». «Ellos fueron mi burbuja social», asegura Isabel Quirós, quien viéndolo hoy en perspectiva y teniendo en cuenta lo mala que fue la pandemia en general, añade que para ella aquellos meses fueron «un regalo» por poder dedicar todo el tiempo a cuidar de los tres burros.
Isabel con el pequeño LuceroIsabel con el pequeño Lucero
Con el nacimiento y muerte de Lucero, la cría que tuvo la burrita Maruxiña, Isabel pudo volver a comprobar las cualidades terapéuticas de los animales que cuidaba. Cuenta que cuando la burrita se quedó preñada y nació el pequeño Lucero, «ella aún no era capaz de confiar en las personas y se mantenía en una prudente distancia. Pero desde el día que nació Lucero, comenzó a empujarle hacia mí con su cabeza. Parecía como si quisiera compartir conmigo su maternidad, como si supiera que yo era quien cuidaba de ellos», explica la misma, que añade que «creamos un vínculo maravilloso y cada día compartíamos con Lucero sus primeras veces de todo. Fue una experiencia increíble».
Lamentablemente, a los 9 meses, Lucero murió repentinamente. «A mí se me cayó el mundo encima y nadie encontraba la manera de consolarme, pero tenía que seguir cada día subiendo a cuidar de los otros tres burros, y así fue como compartimos nuestro duelo juntos». Isabel comenta que «al poco tiempo, yo volvía a bajar de la finca con una sonrisa y me daba cuenta de que estos animales hacían magia conmigo».
Asinoterapia, una terapia desconocida
Esa percepción llevó a la emprendedora a buscar información y se encontró con que, efectivamente, la asinoterapia existe como terapia. «Estamos muy habituados a conocer las terapias con caballos, perros, incluso delfines. Y los burros en este aspecto son los grandes desconocidos y para mí, los mejores terapeutas», señala la emprendedora que, tras conocer que era una terapia que se practicaba en Alicante, no dudó en irse hasta allí para formarse.
Con la oportunidad de entrar en la Escuela Rural Emprendedora y el apoyo de formadoras y compañeras a su idea, Isabel Quirós señala que «a mí proyecto le salieron alas», ya que a un tiempo pudo poner la documentación de los burros en regla para ponerlos a su nombre, contrató a una veterinaria para sus necesidades y consiguió la que define como «la finca de mis sueños».
«Comenzaron a pasar por el Refugio amigos, conocidos, conocidos de conocidos, incluso turistas, algunas de esas personas con discapacidad auditiva, con autismo, parálisis cerebral, depresión, ansiedad e, incluso, algún caso de acoso laboral… Y cada una de estas personas hablaban de esta experiencia como algo único y maravilloso», relata Isabel Quirós, que con todas experiencias decidió apostar por instalarse definitivamente en Teverga e impulsar un refugio «para ayudar a la gente a sentirse mejor, con terapias naturales y sin medicación».
«Aún no tengo en marcha ‘El Refugio de Lucero’ como para vivir de ello, pero con la gente que viene yo he ido viendo que funcionaría», manifiesta la emprendedora, que considera que su proyecto es otra alternativa a la oferta cultural y recreativa que ofrece Teverga, «una opción para tener más contacto con los animales», además de poder desarrollar talleres y actividades «para gente que venga con problemas de movilidad o emocionales».
Visitantes abrazando a los burrosVisitantes abrazando a los burros
Vínculo entre los visitantes y los burros
Y es que la misma relata «lo increíble que es ver como cuando llega una persona, se acercan uno o varios burros y se crea un vínculo entre ellos. Es muy emocionante», destaca Isabel, que apunta como curiosidad que «cuando un burro escucha tu voz por primera vez, ya la recuerda para siempre». Así, añade que es especialmente emotivo cuando se dan experiencias que sirven de terapia para quienes visitan ‘El Refugio de Lucero’. Recuerda que en verano acudió una familia sueca con una niña con discapacidad auditiva y que en los primeros momentos la pequeña se mostraba reacia a separarse de sus padres: «cuando entramos en la finca, uno de los burros se puso delante de nosotros. Yo le ofrecí un cepillo a la peque y se pasó horas allí cepillando al burrito, que decía que parecía de peluche. En un momento dado la niña nos dijo que ella se quería quedar allí y, acto seguido, el burro fue a revolcarse y volvió para que la niña siguiera cepillándolo. Fue increíble», relata Isabel, que reconoce que para ella es una satisfacción cuando quienes les visitan le dicen «que han pasado la tarde más bonita de su vida».
Una niña cepillando a uno de los burrosUna niña cepillando a uno de los burros
Su previsión es que ‘El Refugio de Lucero’ sea un proyecto hecho realidad del que poder vivir el próximo verano, por lo que hará un trabajo previo de promoción y difusión por la zona y a través de internet para darle visibilidad. «En los complejos turísticos de la zona apoyan mi proyecto por lo novedoso de que se pueda interactuar con animales», traslada la emprendedora, que tiene claro que quiere dedicar una parte de los ingresos que genere el turismo, las donaciones o los patrocinadores, «a cubrir los gastos de las personas que necesiten la interacción con los burros para su bienestar emocional y no puedan costearlo».
Archivado en: Oviedo Covid-19
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