Nilmário Miranda muestra ejemplares del Jornal dos Bairros que fundó en los años setenta, en su domicilio en la ciudad de Belo Horizonte.
Nilmário Miranda muestra ejemplares del Jornal dos Bairros que fundó en los años setenta, en su domicilio en la ciudad de Belo Horizonte. B.G. A diferencia de otros medios, en CTXT mantenemos todos nuestros artículos en abierto. Nuestra apuesta es recuperar el espíritu de la prensa independiente: ser un servicio público. Si puedes permitirte pagar 4 euros al mes, apoya a CTXT. ¡Suscríbete! En su libro Histórias que vivi na história (Geração Editorial, 2018), Nilmário Miranda recuerda uno de los episodios en los que Jair Bolsonaro elogió la dictadura y la tortura. En 1997, en medio del Congreso de los Diputados, mientras Nilmário relataba la tipificación del delito de tortura, el entonces diputado Jair Bolsonaro le apuntó con el dedo –así como a José Genoíno (expresidente del Partido de los Trabajadores, PT) y José Dirceu (histórico fundador del partido)– y pronunció una frase lapidaria: “La dictadura cometió un error, no acabar con vosotros”. A Nilmário Miranda le brillan los ojos cuando habla del PT. “Casi acabaron con nosotros, pero no lo consiguieron”, musita compungido. Cuando habla de Lula, amigo personal y compañero histórico de luchas, se emociona. Nilmário encarna en su cuerpo la historia de quienes lucharon contra la dictadura y participaron en el ascenso de Lula al poder. Pasó tres años y un mes en la cárcel por “subversivo”. Participó en la fundación del PT. Fue cuatro años diputado regional en el influyente estado de Minas Gerais y catorce años diputado federal en Brasilia. Presidió la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de los Diputados. Durante el primer mandato de Lula, asumió la secretaría general de Derechos Humanos (con cargo de ministro) y después, la Secretaría de Derechos Humanos del gobierno de Minas Gerais. A sus setenta y cinco años, Nilmário Miranda ha decidido candidatarse de nuevo a diputado federal. A pesar de ser un peso pesado en el partido, sale a las calles a repartir panfletos como si fuera un militante más. Recorre periferias, ciudades industriales y poblaciones de su Estado para intentar estar en el Congreso en la próxima legislatura y ayudar a Luiz Inácio Lula da Silva en el que, si se cumplen las encuestas, será su tercer mandato presidencial. Miranda confía en la vuelta de Lula. Defiende la alianza del PT con nombres conservadores como Geraldo Alckmin, actual número dos de Lula. Durante una conversación de casi dos horas en su apartamento en Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, desgrana el legado de los catorce años de gobiernos petistas y algunos de sus errores. Y analiza, todavía con cierta incredulidad, qué pudo llevar a una figura como Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil en 2018. Mientras Nilmário muestra ejemplares del Diário dos Bairros, un periódico popular que fundó en los años setenta, reflexiona sobre los profundos cambios que las tecnologías han producido en el mundo: “En esta fase del neoliberalismo, manda el presentismo. Solo vale el ahora, tuiteas, compartes en redes, y te olvidas del pasado”. Miranda, de alguna forma, sintetiza la visión del mundo del PT y su explicación oficial de la derrota electoral en 2018. Para alguien que dedicó su vida a la protección de los derechos humanos, que fue ministro de Derechos Humanos de Brasil, ¿qué significa ver a un presidente como Bolsonaro, cuyo objetivo parece ser acabar con todos y cada uno de los derechos humanos? ¿Existe alguna explicación histórica para la llegada de Bolsonaro al poder? En prisión estudié mucho a los clásicos que formularon la fundación de Brasil. Me quedó claro que todo en la historia de Brasil fue hacia la conciliación. La independencia, la abolición de la esclavitud, la proclamación de la república, la Constitución del 88... La conciliación era el método para evitar cambios más profundos. Me quedó muy claro que una parcela de la sociedad brasileña es de derechas. Hace ochenta años hubo una marcha de cuarenta mil personas en São Paulo de los camisas verdes, la réplica del fascismo italiano. El integralismo, que era el fascismo nacional, llegó a tener grupos organizados en todo Brasil. Existe una derecha que se manifiesta de una forma u otra, que apoyó la dictadura y conservó el racismo estructural. Nunca hubo un corte. Gente muy machista, misógina. La violación no era crimen. Nuestras policías nacieron para perseguir a esclavos forajidos, al servicio del latifundio y de los propietarios de esclavos. Nunca hubo ruptura. El 30% de Brasil es de izquierda, el 30% es de derecha. Para ganar las elecciones tienes que disputar el 40%. El 30% de Brasil es de izquierda, el 30% es de derecha. Para ganar las elecciones tienes que disputar el 40% restante Ese 30% equivale a las intenciones de voto que mantiene hoy el bolsonarismo. Y fíjate que Bolsonaro era un militar olvidado en la Cámara de Diputados, una especie de líder sindical de los militares. La gran incógnita por desvelar es cómo el centro derecha se movió hacia la extrema derecha. En la segunda elección de Dilma Rousseff (2014) la diferencia con Aécio Neves (candidato del centro derechista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) fue pequeña. Aécio comenzó a deslegitimar la victoria de Dilma y a levantar sospechas de fraude electoral. El golpismo brasileño tenía su hoja de ruta: Dilma no puede ser candidata; si es candidata, no puede ganar; si gana, no puede asumir la presidencia; si la asume, no puede gobernar; si gobierna, la tumbamos. A su vez, el PT cayó a 65 diputados. En realidad, el destinatario de aquel golpe contra Dilma era Lula. Si Dilma hubiera acabado su segundo mandato, habrían completado 16 años de gobiernos del PT. Si en 2018 Lula se candidataba de nuevo, serían 20 o 24 años. Un periodo largo. Entendieron eso inmediatamente. Y la derecha de tradición democrática acabó yendo para Bolsonaro. Los medios apoyaron un impeachment ilegal contra Dilma Rousseff, alimentaron las protestas callejeras a partir de 2015. Después llegó la operación Lava Jato del juez Sergio Moro y los movimientos para impedir la candidatura de Lula en 2018. Todo parecía encaminado a la vuelta del centro derecha al poder. Geraldo Alckmin, candidato del centro derecha, hoy número dos de Lula, era la gran apuesta del sistema. Algo se salió del control. ¿Qué ocurrió? La Lava Jato no era contra la corrupción, sino contra el PT. Sergio Moro fue a Estados Unidos para estudiar el lawfare (interferencia de la justicia en la política). Los medios fueron fundamentales, controlados y orientados a la derecha. Alckmin, el candidato del sistema para el segundo turno, se desmoronó. Bolsonaro sufrió la cuchillada en plena campaña electoral y de repente era el tipo que podía derrotar a Fernando Haddad y al PT. Había algo antipolítico. El centro derecha tradicional fue sustituido por esos nuevos partidos de extrema derecha. Aquí, en Minas Gerais, llegó el gobernador Zema, del Partido Novo, un empresario que no tiene proyecto y no sabe nada. En Río de Janeiro llegó Witzel, un juez imbécil que quería mandar a la policía a matar a los delincuentes. La bandera anticorrupción fue fundamental. A día de hoy todavía tiene un peso. A pesar de la salida de Lula de la prisión, parte de la opinión pública continúa asociando la corrupción al PT. Los casos de corrupción de la derecha, como la privataria tucana (asociado al PSDB) o los casos de corrupción de Bolsonaro están fuera de los focos mediáticos. Lula ha repetido en campaña que la corrupción aflora cuando hay leyes de transparencia y órganos públicos independientes, como en los gobiernos petistas... No entendimos bien la naturaleza de aquel movimiento de la ficha limpa que criminalizaba la política, aquel sentimiento contra todos los políticos. Todo gobierno tiene corrupción. Brasil no tenía educación, salud, por culpa de la corrupción. ¿Quién está a favor de la corrupción? Nadie. Por eso fortalecimos la Policía Federal, el Ministerio Público y la Procuraduría General de la República. Con el sentimiento anticorrupción, generaron un mecanismo que provocaba la criminalización de la política. La derecha perdió cuatro elecciones discutiendo el proyecto de país. Bolsonaro rompe con eso, cuestiona las reglas democráticas Y ganó Bolsonaro con un discurso antisistema, un diputado que estaba en el Congreso hacía décadas. Pero todos los estudios muestran que no solo ganó el voto de la clase media y de los ricos, sino de los más humildes. Ganó en las favelas de Río, entre muchos otros lugares. ¿Qué ocurrió? La derecha perdió cuatro elecciones discutiendo el proyecto de país. Bolsonaro rompe con eso, cuestiona las reglas democráticas. No es un tipo de derecha de alternancia de poder, es una ruptura, es Steve Bannon, Hungría, Polonia, Trump. Es una vertiente autoritaria, que vino con una serie de golpes en América Latina, Bolivia, Ecuador... Y ha sido todo un desastre. Mira la salud, en Brasil podrían haberse salvado como mínimo doscientas mil vidas en la pandemia si él hubiera asumido la vacunación. En la educación intentó colocar a gente con sus banderas escola sem partido (similar al pin parental que defiende Vox en España) para detener la supuesta ideología de género, la convivencia con el mundo LGBT, etc. También volvió el racismo estructural. Hasta los medios de comunicación tradicionales brasileños son críticos con Bolsonaro. Parece que se han dado cuenta que representa una amenaza para la democracia. Después de que Bolsonaro visitara Estados Unidos, abrió el juego. Su objetivo era deconstruir el sistema y romper con el globalismo. Asustó. Él se opone al pacto de 1988 (Constitución de Brasil), a cualquier pacto civilizatorio posguerra, a la ONU. Intentó controlar el Supremo Tribunal Federal (STF), comenzó a interferir en la Policía Federal, que era una policía de Estado, para proteger la corrupción de su familia. Su corrupción es intocable. Bolsonaro puso a seis o siete mil militares dentro del gobierno y ha hegemonizado las policías militares y una legión de fuerzas de seguridad privadas, más de quinientas mil en Brasil. Con la defensa del armamentismo y de las milicias (paramilitares), ha creado una nueva fuerza militar. Las SS nazis y los camisas negras de Mussolini fueron milicias civiles antes de convertirse en Estado. A día de hoy, Bolsonaro, aunque más moderadamente, sigue alimentando la nostalgia por la dictadura. Brasil amnistió a quienes cometieron crímenes contra la humanidad. La amnistía servía para el verdugo y para la víctima. Los militares no rindieron cuentas. Con la Comisión de la Verdad del gobierno Dilma, se irritaron. Aceleró su caída. Otro elemento para el golpe fueron los BRIC (acrónimo para designar la alianza de Brasil, Rusia, India y China). ¿Insinúas que Estados Unidos colaboró para destituir a Dilma? China es el gran adversario de USA, su gran pavor. Brasil incentivó el Banco del Sur. Lula fue veintitrés veces a África. Cultivábamos una nueva diplomacia activa sin ser un apéndice de la diplomacia estadounidense. Teníamos una influencia grande. Entonces, hubo motivos geopolíticos. Sin duda. Si Lula estuviera en el poder, habría intentado evitar la guerra en Ucrania. Habría ido por la vía diplomática hasta conseguir acuerdos pacíficos. Brasil creó esa tradición de recurrir a la paz. Pasemos un bloque de preguntas sobre las elecciones del próximo día 2 de octubre y la posible vuelta de Lula a la presidencia. Geraldo Alckmin, archienemigo de Lula, exgobernador de São Paulo, uno de los emblemas del centro derecha, es el candidato a vicepresidente de Lula. La narrativa de Lula habla de frente democrático, que va más allá de la disputa izquierda y derecha. ¿Cómo se explica esta nueva alianza? Estas elecciones no son normales. Es un enfrentamiento distinto. Se trata de recuperar la democracia, la Constitución del 88, de volver a hacer diplomacia, de fortalecer las instituciones, que serán diezmadas si Bolsonaro gana de nuevo. Sin esta alianza volveríamos al 30% de la izquierda. São Paulo tiene el 22% del electorado. Sin São Paulo, no ganas. Por otro lado, Lula ha recuperado para la izquierda el Partido Socialista Brasileño (PSB), que apoyó a Aécio Neves en el segundo turno de 2014. Las fuerzas sindicales, por primera vez, apoyarán a un candidato explícitamente. Además, al traer a Alckmin, Lula despeja el camino para que Fernando Haddad gane el estado de São Paulo. Estas elecciones no son normales. Se trata de recuperar la democracia, la Constitución del 88. Las instituciones serán diezmadas si Bolsonaro gana de nuevo En 2018, un momento con una fuerte narrativa anticomunista, el PT colocó a una candidata comunista a la vicepresidenta (Manuela D’Ávila, del Partido Comunista do Brasil (PcdoB). No funcionó. La idea era que hubiera sido Ciro Gomes. Haddad le dijo: “Tú eres el vicepresidente de Lula, Lula va a ser impedido por la justicia... y tú te conviertes en candidato presidencial”. No quiso. Él apoyaba la Lava Jato. Pensó que aceptar la propuesta era lo mismo que hundirse. El PT suele argumentar que la Lava Jato, las fake news de Bosonaro o la campaña mediática impidieron que continuara en el poder. Mucha gente sigue esperando la autocrítica del PT. ¿Qué falló en su estrategia? ¿Qué errores cometió en sus gobiernos? ¿Qué aprendieron de la derrota de 2018? Por un lado, Lula y el primer gobierno de Dilma tenían una coyuntura mundial favorable. La crisis de 2008 hundió los bancos de Estados Unidos. La segunda ola llegó a Europa. En Brasil, la crisis llegó en 2012 o 2013. Rompió el ritmo de crecimiento y tuvo un peso enorme. Tardamos en reaccionar. Por otro lado, aparte del gobierno federal, el PT ganó cientos de gobiernos de Estados, ayuntamientos. Los líderes sindicales y de movimientos populares se incorporaron a los gobiernos. Hubo un vaciamiento de los movimientos. Los sindicatos perdieron fuerzas. No son aquella potencia de la época de la formación del PT. Ha habido grandes cambios en el mundo del trabajo. El telemarketing y esa uberización del trabajo… esas personas no se consideran trabajadores. Los conductores de Uber y entregadores de moto defienden a Bolsonaro. Sí, se consideran emprendedores. Ahí entra la influencia de los evangelistas pentecostales, la meritocracia. Tú no has entrado en la universidad por políticas públicas, sino porque te lo has merecido. Consolidaron la idea de la meritocracia. Vaciar los sindicatos y los movimientos sociales ha sido toda una estratagema de Bolsonaro. Brasil llegó a tener los mayores movimientos populares del mundo y cien mil Comunidades Eclesiásticas de Base (CBE) (vinculadas a la teología de la liberación). El movimiento evangelista parece haber sustituido a la teología de la liberación y al lado más progresista de la iglesia católica. ¿Falta diálogo entre el PT y los evangelistas? Las iglesias evangelistas más tradicionales, anteriores a las pentecostales, sí defienden la democracia. Ocurre que la iglesia católica también ha retrocedido. Cualquier barrio tiene una iglesia evangelista que acoge, y el pueblo canaliza su frustración. Hay un cambio muy fuerte en el campo religioso. Insisto en posibles errores de gobierno. ¿Qué se hizo mal? ¿Qué quedó pendiente de los catorce años de gobiernos petistas? No conseguimos avanzar en tres cosas. No cambiamos el sistema tributario: no conseguimos impuestos progresivos, la lógica es que quien gana más, paga más. En Europa, el Estado es financiado por los más ricos. Segundo: no logramos cambiar el sistema de seguridad pública. No tiene sentido una Policía Militar (PM) que se organiza como si fuera un ejército. Tercero; el sistema político. En España, Alemania, o Portugal, el poder constituído se construye de mayorías parlamentarias. En Brasil, no. Ganamos cuatro elecciones, pero lo máximo que conseguimos fueron 91 diputados de 513. Entonces estábamos obligados a hacer coaliciones con adversarios. La reforma política la intentamos en 2007 y perdimos por pocos votos. No teníamos fuerza para cambiar esas dinámicas. Ganamos cuatro elecciones, pero lo máximo que conseguimos fueron 91 diputados de 513. Estábamos obligados a hacer coaliciones con adversarios En los gobiernos de Lula y Dilma el ambientalismo no estaba en el epicentro. Tanto que los ministros Gilberto Gil y Marina Silva salieron del gobierno de Lula por divergencias en las cuestiones ambientales. Hay un cambio en el discurso de Lula en la cuestión ambiental, ahora que la Amazonia sufre la mayor tasa de deforestación en décadas. Incluso ha prometido en campaña la creación de un ministerio de los pueblos originarios. El PT ha incorporado ese discurso. La declaración de los derechos humanos tiene que venir de la mano de la carta de la tierra. Es un proceso. El gobierno del PT va a retirar a los garimpeiros (buscadores de oro) de las tierras indígenas, va a interrumpir el ciclo de incendios en la Amazonia, la deforestación ilegal... ¿Qué puede esperar Brasil con una hipotética vuelta de Lula a la presidencia? Retomar la democracia, que no es poco. Volver a tener sindicatos, fragilizados en los gobiernos de Temer y de Bolsonaro. Descriminalizar los movimientos populares y sociales. Formas de participación destruídas por Bolsonaro. Volveremos a tener consejos, conferencias, plebiscitos, referéndums, leyes de iniciativa popular. No puedes hacer grandes reformas sociales desde el gobierno, la propia sociedad tiene que dirigir eso. La incorporación de la sostenibilidad como política económica. Volver a tener cultura y políticas públicas. ¿Qué puede esperar el mundo con un hipotético nuevo gobierno Lula? Estrategia de resolución pacífica de conflictos. Volveremos al mundo, Brasil se quedó aislado. Hay mucha expectativa del mundo progresista europeo con Lula. China está esperando a Lula. Todo el hemisferio sur está esperando a Lula. África está esperando a Lula. México, Colombia, Perú. Lula va a estar junto a Perú, Colombia, Venezuela, para ver la cuestión amazónica e interrumpir el flujo de tráfico de madera, la deforestación brutal, los agrotóxicos. AUTOR > Bernardo Gutiérrez es periodista, escritor e investigador hispano brasileño. Ha cubierto América Latina desde el año 1999, como corresponsal en Brasil la mayoría de ese tiempo. Es el autor de los libros Calle Amazonas (Altaïr), #24H (Dpr-Barcelona), Pasado Mañana (Arpa Editores) y Saudades de junho (Liquid Books). VER MÁS ARTÍCULOS
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