lunes, 25 de septiembre de 2023
Dominar la Brújula del Tiempo...es el Secreto.
Pedro Sánchez y el calendario político
La preponderancia del PSC se ha convertido en un factor relevante en la política nacional pero causa recelos en otras federaciones del PSOE
Por
Víctor Guillot
25 septiembre 2023
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.
Dominar el calendario es dominar el tiempo político. 2023 ha sido un año políticamente decisivo. El año que inauguraba un nuevo ciclo con una elecciones autonómicas, locales y generales (anticipadas) que colocaron a los españoles y a los europeos contra las cuerdas. El 2024 será otro año electoral, con elecciones gallegas, catalanas, vascas y elecciones europeas en junio. Quien controla la brújula del tiempo, sabe navegar en las procelosas aguas de la política española.
Cuando la presidenta del Congreso de los Diputados, Francine Armengol, ofreció un mes de plazo al Presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, para preparar su investidura, básicamente lo que estaba haciendo era calentar el fuego de una parrilla sobre la que el candidato a la Presidencia se iba a abrasar lentamente al tiempo que abría con sutilidad una ventana para que asomara a través de ella la cabeza de la Presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, designada como presidenciable por las multitudes. Es la primera vez que un candidato a la investidura de la Presidencia del Gobierno se presenta como futuro líder de una oposición, bajo el palio de un gobierno que se presume ilegítimo antes de que se haya constituido. Es la primera vez que el PP está dispuesto a encender el guerracivilismo abrazado al viejo tantra de la derecha cuando no puede gobernar convocando una manifestación contra el Presidente en funciones, a cuatro días de su investidura. En política, como en el sexo, siempre hay oportunidad para una primera vez. Eso es lo que hemos visto este domingo escenificado en la Plaza de Felipe II de Madrid, ante 30.000 personas, poquitas comparadas con las manifestaciones por la independencia catalana, y lo volveremos a ver el próximo martes, cuando Feijóo explique a sus señorías su programa de gobierno desde la tribuna de los Leones.
Ese día, 26 de septiembre, se activará el periodo de tiempo para que el Rey designe a un nuevo candidato que tenga garantías suficientes de ser elegido Presidente del Gobierno. Nunca está demás recordar que la Constitución Española consagra en el frontispicio de su texto que España es una democracia parlamentaria. Son los diputados electos los que votan al Presidente y no los ciudadanos, cuya papeleta elige a los diputados sobre los que recaerá esa responsabilidad. El martes, como ha señalado estos días Nico Sartorius, se podrá verificar la aritmética parlamentaria de nuestro sistema político. Nuestra democracia funciona como un reloj de pared, lleno de engranajes, pesos y contrapesos que garantizan el equilibro entre los tres poderes. Montesquiéu no está tan muerto como algunos creían, El espíritu de las leyes aún pervive en este convulso siglo XXI.
Mientras transcurren esos dos meses, el equipo de Pedro Sánchez y el equipo de Carles Puigdemont ya se habrán reunido unas cuantas veces y habrán compartido materiales suficientes para encontrar una fórmula jurídica que permita aprobar una Ley de Amnistía con plenas garantías constitucionales que busque cerrar la herida del 1 de octubre de 2017. La Constitución Española no prohíbe expresamente las amnistías porque estuvo pensada desde un principio como un tótem que observara la convivencia entre españoles, sin cerrar salidas, sin definir de forma conclusa cómo tendría que ser, pero proyectando de manera ferviente su compromiso a una serie de principios que deberían conjugarse entre sí. De todos ellos, el que asienta nuestra democracia de forma material y formal es el pluralismo político dentro de un estado consagrado al imperio de la ley y el derecho. Visto así, se diría que la norma fundamental del ordenamiento jurídico español es una máquina del tiempo que sirve para revisar el pasado y permitir que la arquitectura jurídica y política de nuestro país no sea, en ningún caso, un obstáculo de su futuro.
Con los votos de Junts, con los votos de ERC, Bildu, PNV y Sumar, Pedro Sánchez revalidará su cargo en el poder otros cuatro años. La voluntad del PSOE es cerrar con las cuatro formaciones no sólo una investidura, sino toda una legislatura que, en el mejor de los casos, nace con la voluntad de mantenerse dos años. Algo connatural a Pedro Sánchez es que nadie ofrezca un duro por él. Sin embargo, su Manual de Resistencia está siendo el libro mágico que guarda todos los encantamientos para seguir siendo Presidente del Gobierno.
Mariano Rajoy, Alberto Núñez Feijóo y José María Aznar en la manifestación contra el gobierno convocada por el PP en la plaza Felipe II de Madrid. Foto del PP.
Mientras Isabel Díaz Ayuso, Mariano Rajoy, José María Aznar y Alberto Núñez Feijóo alertaban del apocalipsis, Pedro Sánchez celebraba el Día de la Rosa en Gavá, desde el Bajo Llobregat. Uno de los factores que no se ha tenido demasiado en cuenta a lo largo de estos meses, tras el resultado electoral del 26 de julio, es el papel que esta jugando en el sanchismo el PSC. Tras los fallidos comicios locales y autonómicos del 28 de marzo, el PSOE comprobó que Cataluña no sólo era un problema sino también una solución política y electoral para poder seguir gobernando en Madrid.
La estrategia de la distensión en Cataluña no sólo se practica desde La Moncloa. Salvador Illa, desde el Parlament, también ha hecho una labor nada desdeñable, siguiendo el legado que dejó Miquel Iceta antes de ser nombrado ministro de Cultura y Deporte. El Secretario del PSC se ha mostrado siempre como un hombre discreto, contrito, eficaz desde que tuvo que gestionar la pandemia siendo Ministro de Sanidad. Comprobado que la Federación Socialista Andaluza no puede ganar elecciones, la preponderancia de la política catalana y de las decisiones que adoptan los socialistas catalanes en la política nacional se ha convertido en un factor relevante para el PSOE y eso es algo que siempre ha causado recelo en el resto de federaciones con poder local o autonómico. Tanto Sánchez como Illa son conscientes de que sin los 200.000 votos de independentistas que votaron al PSC en las pasadas generales, hoy Pedro Sánchez sería un cadáver político. He aquí un efecto interesante de la política de distensión puesta en marcha entre Pedro Sánchez, Iceta e Illa.
Más allá de las espectrales intervenciones de Felipe González o Alfonso Guerra el pasado lunes desde el viejo Ateneo de Madrid, convertido en una FreudZone por donde se despeña la psique del viejo progresismo, el PSOE encierra una interesante paradoja. El socialismo catalán interviene e influye en el debate político español con más intensidad que el socialismo español en el debate político catalán, entre otras razones porque el PSC es un partido propio federado al PSOE desde la época de José Luis Rodríguez Zapatero. El socialismo catalán, en fin, goza de una soberanía política que el resto de federaciones socialistasno dispone.
Sería bastante prudente resituar las “aportaciones” de Felipe González y Alfonso Guerra en ese marco político. Bajo todo el ruido mediático de los últimos días, llama poderosamente la atención el silencio de otro presidente socialista llamado José Luis Rodríguez Zapatero cuyo protagonismo durante la última campaña electoral fue decisivo para que el PSOE tumbara las mentiras de Alberto Núñez Feijóo. El papel de Adrián Barbón, secretario de la Federación Socialista Asturiana, ha sido también discreto en Asturias. El presidente asturiano apoyará una ley de amnistía siempre que tenga encaje constitucional. Su beligerancia se formula de manera muy calculada. En Toledo también se mide al milímetro cualquier declaración, aunque el silencio de Emiliano García-Page nunca podrá enmascarar sus posiciones políticas, diametralmente opuestas a las de Pedro Sánchez desde el 39º Congreso del PSOE. Hasta el momento, su posicionamiento ante la amnistía de los presos catalanes que participaron en la “desconexión” se ha traducido básicamente en una política de gestos.
La irrupción de Guerra y González no ha sido solo una toma de partido ante una amnistía que consideran ilegítima, es también el intento por redefinir un marco político, devolviéndolo a la España del 2015 y trasladando un mensaje a los secretarios generales de las agrupaciones y a los cargos políticos que tiene el PSOE repartidos por toda España. No todos los socialistas han sabido ver que lo que suceda en los próximos meses está más ligado a la cristalización de un cambio de ciclo político en España y en Europa que a una guerra interna de poder.
Manfred Webber, presidente del Grupo Parlamentario Popular del Parlamento Europeo.
Quien domine la brújula del tiempo los dominará a todos. Si Pedro Sánchez logra un acuerdo de investidura pero no alcanza a gobernar con garantías de estabilidad parlamentaria en los próximos meses, es muy probable que decida disolver el Congreso y convoque nuevamente elecciones generales. Los anteriores comicios fueron, además de nacionales, unas elecciones de significado y relevancia europeas, que no sólo lograron parar la ola reaccionaria que recorría hasta entonces Europa. También rompieron la estrategia de Manfred Webber.
El Presidente de los Populares Europeos es el hombre que decidió quebrar el principio liberal y democristiano de no pactar nunca con la extrema derecha y que, a lo largo de cincuenta años, desde la fundación de los Tratados, ha presidido la política europea del mayor grupo parlamentario conservador. Webber entiende que para poder convertir las instituciones de la UE en un espacio hegemónico de derechas, los populares deben ampliar su círculo de pactos con la ultraderecha dentro y fuera de las instituciones europeas. Si Pedro Sánchez no es capaz de mantener un equilibro estable con los independentistas durante la legislatura, sabe que todavía tiene tiempo suficiente para convocar elecciones junto con las europeas que se celebrarán el próximo 9 de julio. Bajo esta hipótesis, ya no estaríamos hablando de un pulso entre bloques dentro de España. Estaríamos hablando de un contragolpe electoral que podría devolver la ola progresista a las instituciones europeas.
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