sábado, 9 de septiembre de 2023
La tradición y el día de la MARMOTA....
Cada 8 de Septiembre, el piquito del arzobispo de Asturias
Lo de Jesús Sanz Montes, Barbón, Boffa y el sentido político de la tradición.
Por
Enrique Del Teso
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Enrique Del Teso
Enrique Del Teso
Es filólogo y profesor de la Universidad de Oviedo/Uviéu. Su último libro es "La propaganda de ultraderecha y cómo tratar con ella" (Trea, 2022).
«—¿Cómo era papá? —le pregunté a mi madre. —Crujiente, un poco salado, rico en fibra. —Quiero decir antes de comértelo. —Era un mequetrefe inseguro, angustiado, neurótico, un poco como todos vosotros, los machitos, Visko».
Desconcertante. Las cosas solo cogen sentido cuando se contextualizan. Sin contexto, Alessandro Boffa nos perturba con la calma del protagonista diciendo que su madre se había comido a su padre y nos despista con la desgana con que la madre relata los rasgos nutritivos del difunto. Por eso tejemos una memoria colectiva con las historias que nos contamos y con los libros y canciones que las registran, y por eso estudiamos la historia, la divulgamos y la integramos en la enseñanza. No hay culturas sin comienzo, real o fabulado, no sabemos vivir en el sinsentido. En la historia y la memoria está el contexto que evita que vivamos el presente extraviados, como en el arranque del relato de Alessandro Boffa. Sin embargo, fui desarrollando desconfianza, no en el pasado y su conocimiento, sino en las propuestas que ven las soluciones del presente en volver al pasado. Lo de hacer España grande otra vez, eso de retornar a la familia de siempre; lo de volver a la verdadera izquierda, la de antes, la izquierda obrera no dispersa en milongas urbanas postmodernas; eso de volver al socialismo bueno de Felipe González y al espíritu de la transición; esa envidia de Ana Iris Simón por sus padres y su mundo sencillo, sin Erasmus ni progres no binarios; todo esto, digo, en el peor de los casos, es fascismo apenas camuflado; en los casos medios, necedad; y en los casos más benignos, un error. Todo lo que empiece por «recuperar» o «volver» me pone en guardia, porque me temo algo facha, necio o equivocado.
Las tradiciones se emplean para este tipo de contrabandos. Las tradiciones están hechas de materiales muertos. Solo decimos que hacemos algo por tradición cuando ni tiene función ni sabemos por qué lo hacemos. Las tradiciones simbolizan la colectividad y nuestra pertenencia a ella y refuerzan el vínculo intergeneracional. Nada menos. Por eso las queremos como algo propio. Son el envoltorio emocional por el que circula la memoria colectiva. Pero también son un caballo de Troya. Pueden llevar dentro dos peligros. Uno es llevar en formol valores de otros tiempos que en la sensibilidad actual son como arenilla corrosiva. Esa tradición de muchachotes a la carrera en fila dando un tirón en el cuello a un pavo colgado, dejando al bicho con estertores de asfixia hasta que alguno por fin le arranque de cuajo la cabeza; esa otra de las novatadas, con el novato lavándose los dientes con la escobilla del váter; esa letra de El mío Xuan miróme; esa tradición del Ahuja de hacer la berrea cayetana vociferando a las pijas del colegio de enfrente «putas, os vamos a follar» (como diría Cyrano, si al menos tuvieran algo de ingenio); todas esas ballenas muertas a machetazos hasta rodear las islas Feroes de rojo; todas esas tradiciones chirrían en la sociedad actual. Porque progresamos en más cosas que la ciencia y la tecnología.
Pero hay otro peligro en el caballo de Troya de la tradición. Son los fulleros que se infiltran en ellas para colar en el torrente sanguíneo de la sociedad valores reaccionarios como si fueran el espíritu genuino de esa sociedad y como si cualquier desacuerdo fuera un cuerpo extraño, una impureza o un ataque a «lo que siempre fuimos». Por eso los fachas siembran sus discursos de tradiciones, costumbres y abuelos. Hace poco vivimos este embuste en Gijón. El actual gobierno municipal, teñido de ultraderecha, entró en tromba con más coches y menos peatones en el Muro, con toros («feria de la libertad») y con censura (el amago es presión y la presión es censura). Tras los humos, toros y censura, vino la misa. La alcaldesa ofició en el acto de bendición de las aguas de la parroquia de S. Pedro. Según el párroco y la prensa llariega en papel, así se recuperaba esa tradición. Pero en realidad la tradición de la bendición de las aguas no se había interrumpido, ni nadie había hecho nada contra ella. Muchas de nuestras tradiciones son religiosas, y algunas lo son en el sentido estricto de ser actos colectivos ya sin motivación ni función. La gente regala cosas el día de Reyes sin acordarse de ningún niño dios. Lo que se había cortado no era la tradición de la bendición de las aguas, sino la estampa reaccionaria del poder político oficiando en un ritual católico subordinado a la jerarquía eclesial. Los fulleros quieren infectar las tradiciones con semejantes estampas por lo mismo que mantenían el crucifijo en las aulas («¿a quién molesta?», decían). Quieren que el catolicismo sea una referencia ordinaria en la vida normal, y que se perciba como anormal o ajena cualquier otra cosa.
La Iglesia es muy dada a hacerse líquida y extenderse en la vida pública infiltrada en costumbres y tradiciones, fuera del escrutinio democrático
El 8 de septiembre viene siendo la cima de esta fullería sectaria. Es el día institucional de Asturias y el acto central es una misa en Covadonga, a la que el legítimo Presidente de Asturias asiste contrito y atrito ante la autoridad superior del arzobispo. La alocución del Presidente es secundaria. Es la tradición, dicen, y solo la quieren perturbar las ideologías excluyentes. Es una tradición, insiste Barbón, iniciada por Rafael Fernández, como si se tratara de un ritual formal sin contenido político. Pero es un caballo de Troya. El día 8, en el vientre de gaitas, banderas y tradiciones, viaja contenido político y se cuela la imposición del catolicismo como referencia de la vida pública. La Iglesia es muy dada a hacerse líquida y extenderse en la vida pública infiltrada en costumbres y tradiciones, fuera del escrutinio democrático. El párroco de S. Pedro se conforma con eso. Pero Sanz Montes tiene dentro todos los demonios y los odios de los años treinta y cada día de Asturias sale del vientre del caballo de Troya de la tradición para hablar con palabras untadas en vaselina, resbaladizas, pero que no consiguen ocultar un charco reconocible. Tronó el negacionismo climático como lo expresan los negacionistas fachas, apoyando el «verdadero» ecologismo, igual que los machirulos expresan su machismo casposo apoyando el «verdadero» feminismo. Chisporrotearon al respecto palabras queridas de los ultras: subvencionados, ideológico, subversión, ecologetas. La antipolítica facha asomó con ese desprecio a las «siglas vacías». La familia es «la de verdad». Respeta las uniones homosexuales como lo hacen los ultras: no reconociéndoles ser familia. Apareció el aborto y la eutanasia sin ideología, dice. El feminismo afloró en el gesto de limón con que dijo «empoderamiento» y «postureo». Y respecto a Rubiales deslizó las expresiones «leyenda del beso» y «sainete manipulado». El charco, decía, es reconocible: el de una soflama de ultraderecha pura y simple, eso sí expresada con el gesto gremial de la Iglesia, ese frotar de manos. En una entrevista había repetido la expresión genuina del máximo sectarismo: el de negar que sea ideología, y por tanto discutible, la posición propia y llamar ideología a los planteamientos ajenos, en el sentido en que ideología se asocia con intereses y propaganda. Así su partido Vox predica la exclusión. Así sucede en Gijón. El ayuntamiento no quiere contratar actuaciones con «ideología». Ideología no es una misa en la plaza de toros para bendecir las corridas. Ideología es Rodrigo Cuevas, por ejemplo. Utilicé dos veces el verbo «colar», fundiendo la sexta y séptima definición del DRAE: hacer pasar algo mediante engaño y a escondidas. Se esconden en las tradiciones y en la fe, en la buena fe, de muchos católicos para esparcir su sectarismo. Un cargo público puede ser creyente, pero no oficiar como cargo en rituales religiosos, y menos simbólicamente subordinado a la jerarquía religiosa, y menos subordinado a una jerarquía religiosa tronando sectarismos ultras. Barbón no representa a Asturias todos los 8 de septiembre en la misa de Covadonga con mitin facha.
El gran Ángel Gallota había escrito de coña: «¿Cómo se llamaba aquella peli de Bill Murray atrapado en el tiempo que se despertaba cada día oyendo en la radio que Nadal había ganado Roland Garros?» Una cosa es la tradición y otra el Día de la Marmota. Ya está bien.
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