jueves, 7 de diciembre de 2023

Buscando un lugar....sin GPS.

El lugar de Podemos Opinión de EL PAÍS • 7 h Fullscreen button La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, comparece ante los medios, este miércoles en el Congreso de los Diputados. La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, comparece ante los medios, este miércoles en el Congreso de los Diputados. © Alberto Ortega (Europa Press) La mayoría que sostiene al Gobierno, una de las más complejas de gestionar de la democracia, queda aún más fragmentada a partir de la decisión de Podemos de romper el grupo parlamentario de Sumar para integrarse en el Mixto. Se libera así de la disciplina de la formación de Yolanda Díaz, y gana visibilidad en los debates. La líder de los morados, Ione Belarra, aseguró que no van a poner en peligro el Gobierno, pero dejó claro que quieren tener propia voz en las negociaciones de las leyes. Podemos nunca aceptó ver diluida su marca con otros dentro de Sumar. En mayo, la evidente división y el empeño en acudir a los comicios municipales y autonómicos al margen de fuerzas afines disgregó el voto y fue determinante para dar a la derecha la capacidad de gobernar en muchos lugares. En julio aceptó la integración electoral en Sumar en una agria negociación que dañó la imagen de la izquierda. Tras el veto a la exministra de Igualdad, Irene Montero, teatralizado después en el traspaso de carteras, se hizo evidente que Podemos no se sentía parte de la actual coalición de Gobierno. Montero era la voz más alta de Podemos después de que su pareja, Pablo Iglesias, abandonara la política institucional. Su continuidad estaba descartada por la gestión de la Ley de Libertad Sexual, un episodio en el que Iglesias y Montero sienten que la ministra fue humillada por sus propios socios por un error del que eran corresponsables, con el silencio de Díaz. La animadversión personal de ambos hacia la vicepresidenta —agitado de forma permanente por sus fieles— no ha sido un factor menor en la ruptura. Podemos canalizó hace una década el descontento de la generación del 15-M, demostró que había una ambición de izquierdas sin representación política en España y devoró a IU. La potencia de su discurso, el atractivo de sus líderes y la ágil articulación territorial permitió mayorías progresistas impensables pocos años antes, por ejemplo, en los ayuntamientos de Madrid y Barcelona. Alcanzó a tener cinco millones de votos y 69 diputados. Cuando llegó la oportunidad de condicionar el Gobierno, exigió formar parte de él, para disgusto del PSOE, y desde las instituciones logró decantar hacia la izquierda muchos debates sociales y no pocos económicos. Pero el enroque personal, el activismo como forma de ejercer el poder institucional y las sucesivas purgas internas han ido reduciendo su predicamento a la vista de todos. Podemos es un partido en evidente retroceso y sin presencia en muchos territorios. La incapacidad para promover una renovación real de liderazgo tras la salida de Pablo Iglesias y el ensimismamiento de su estrategia lo han dejado reducido a cinco diputados, obtenidos bajo el paraguas de Sumar. Sumar actuó este miércoles como si la ruptura le pillara por sorpresa. Existía el compromiso escrito de mantener el grupo parlamentario unido toda la legislatura. No se entiende por qué ese acuerdo no era público. Los acuerdos que no lo son no comprometen a nadie más allá de la coherencia de permanecer con quienes ampararon su marca para conseguir el resultado electoral que les llevó al Congreso. A pesar de las evidentes intenciones de Podemos, Díaz ha mantenido oficialmente la ficción de que la unidad no corría peligro. Cuando firmó un pacto de Gobierno de coalición con el PSOE hablaba en nombre de 31 diputados, pero de facto solo tenía 26. El fracaso también es en parte suyo por no haber sido capaz de articular el encaje de los morados en su proyecto. El único culpable de la ruptura es Podemos, pero la responsabilidad es compartida. Conocer los hechos y acceder a información de calidad es más necesario que nunca. Sigue siendo parte de lo que ocurre a tu alrededor suscribiéndote a EL PAÍS EL PAÍS Visitar EL PAÍS

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