lunes, 11 de marzo de 2024
Nuestra Asturias en la trama del 11 M.....
20 años después: por qué hubo una trama asturiana del 11M
F. S.
ASTURIAS
Imagen del atentado perpetrado en Atocha el 11 de marzo del 2004, que costó la vida a 192 personas.Imagen del atentado perpetrado en Atocha el 11 de marzo del 2004, que costó la vida a 192 personas. BENITO ORDOÑEZ
Pocos días después de los atentados, los TEDAX consiguieron determinar la procedencia de los explosivos
11 mar 2024 . Actualizado a las 10:08 h.
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Las imágenes de los vagones reventados son sólo un aviso que entra de un vistazo sobre el grado de crueldad de los atentados del 11M; con casi 200 fallecidos y miles de personas heridas, a esa tragedia le siguió un duro proceso judicial y una teoría de la conspiración que envenenó, todavía con consecuencias en el presente, a buena parte de la sociedad española. El juicio fue riguroso, minucioso en tratar de respuesta a la cadena de sucesos y contactos que terminaron en esta matanza. Y un elemento clave, los explosivos, llevó la investigación a Asturias.
Lo cierto es que el foco de los investigadores apuntó al norte a los pocos días de las explosiones, ya el 15 de marzo los expertos de los TEDAX determinaban que la única empresa que operaba con el tipo de detonador hallado en la mochila de los autores se usaba en Mina Conchita, en Belmonte de Miranda, una explotación de caolín (un mineral de arcilla) a la que había que llegar por angostos parajes y cuyo polvorín tenía una vigilancia deficiente que facilitaba las pequeñas sustracciones intermitentes. Lo sabía por contacto directo uno de sus antiguos trabajadores: José Emilio Suárez Trashorras.
El antiguo minero había desarrollado una pequeña carrera criminal alrededor del tráfico de hachís y también de los explosivos; todavía hoy sostiene que siempre pensó que quienes lo adquirían buscaban una herramienta para robos, asaltos, que requirieran una voladura. Antonio Toro era su cuñado y en el año 2001 está en prisión por tráfico de drogas, allí coincide con Rafá Zohuier que jugaba un doble juego. Por un lado era confidente de la Guardia Civil y, de hecho les avisó de los trapicheos con dinamita que se estaban produciendo en Asturias, pero esta pista nunca se siguió. A la par, Zohuier actuaba como intermediario con Jamal Ahmidan, alias el Chino, con quien finalmente se cerró el trato para la entrega de los explosivos y además en grandes cantidades: 110 kilos. A cambio de 7.000 euros y hachís.
Los encargados de llevar la dinamita a Madrid, en mochilas, en viajes en transporte público, pensaban de hecho que lo que trasladaban era hachís, así lo relataron en su defensa en el juicio y lo recoge la sentencia, por eso varios de los acusados de la trama asturiana no llegaron a entrar en prisión.
Parte de esta historia, el encaje fatal entre los bajos fondos de Avilés, las delgadas líneas entre el tráfico de drogas y el resto de delitos, hasta el terrorismo, se ha recogido en un estreno de actualidad, el de la serie Nos vemos en otra vida, emitida por Disney+, y dirigda por los hermanos Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo; que se centra en la conversación que Gabriel Montoya Vidal 'Baby' (uno de estos correos de la dinamita) mantuvo al periodista Manuel Jabois en 2014.
Montoya, también conocido como El Gitanillo, fue el primer condenado por el atentado al ser menor de edad: contaba por entonces 16 años. En 2014 quedó en libertad total tras seis años de internamiento en un centro de menores y otros cuatro más de libertad vigilada. Antonio Toro fue absuelto por la Audiencia Nacional pero finalmente condenado a cuatro años por el Tribunal Supremo. Toro ya cumplió esa pena pero siguió en la cárcel por tráfico de droga, en 2021 obtuvo el tercer grado. Iván Reis fue condenado a tres años de cárcel como autor de un delito de transporte de explosivos pero ya está en libertad; del mismo modo Sergio Álvarez quedó en libertad tras ser condenado también a tres años por el mismo delito.
En la cárcel sigue Trashorras, enfermo con reconocidas afectaciones mentales que están registradas en la sentencia, y que, a modo de válvula de escape, para llamar la atención, reclamó días atras que se le aplicara la eutanasia, algo imposible legalmente. Está condenado a 34.175 años de cárcel como colaborador necesario en los atentados del 11M por haber facilitado los explosivos a los terroristas, arrepentido, asegura que dice llevar «una mochila que pesa mucho» por las muertes en aquellos trenes.
Las teorías de la conspiración, que aún persisten, se basan en bulos y manipulaciones
Tal y como se recoge en el balance de los atentados, tras los atentados comenzaron a difundirse las teorías de la conspiración, desde su atribución a ETA por vía directa o indirecta, mediante una fantasiosa colaboración con los yihadistas, a la participación de los servicios secretos marroquíes o la implicación de miembros de las propias fuerzas de seguridad españolas. Ninguna tiene base, pero continuaron publicándose en destacados medios de comunicación durante años y recogidas en forma de preguntas parlamentarias por el PP. Aseguraban que se fabricaron pruebas y pistas falsas. Uno de los principales «fundamentos» es que la mochila con explosivos, que en realidad era una bolsa, que no estalló en los trenes y fue a parar a la comisaría de Vallecas, se manipuló. Se ha probado que esa acusación es falsa. Otros «argumentos» es que los «moritos» no estaban preparados para cometer atentados de esa envergadura y que solo fue condenado como autor material de la colocación de las bombas una persona, Jamal Zougan, sin que, afirman, hubiera pruebas sólidas. Pasan por alto que otros ocho autores materiales se suicidaron en Leganés y pensaban cometer otros atentados. De hecho, se desbarató uno en las vías del AVE Madrid Sevilla, donde colocaron explosivos similares a los utilizados el 11M. Todavía hoy se publican libros que refrendan los bulos conspiranoicos.
De hecho, más que proporcionar una explicación alternativa de lo ocurrido, lo que pretenden es poner en cuestión lo que llaman despectivamente «versión oficial»; es decir, la establecida por la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo. En la sentencia de la primera se explica cómo funcionan esos bulos: «Toman un dato aislado para, omitiendo cualquier otro que lo explique, elucubrar sobre hipótesis puramente imaginativas, pues carecen del más mínimo sostén probatorio».
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