martes, 18 de febrero de 2025
Las Elecciones Alemanas, más que uun Test....
Elecciones alemanas: un test sobre la barbarie que acecha
El orden internacional liberal surgido tras la victoria de las potencias Aliadas contra el nazifascismo en la Segunda Guerra Mundial está deshecho.
Gabriel Flores
Gabriel Flores
18 de febrero de 2025, 8:59
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Las elecciones alemanas del próximo 23 de febrero van a ser un buen test sobre las preferencias de la ciudadanía alemana en la actual encrucijada mundial.
Frente a los muchos riesgos e incertidumbres que caracterizan el presente desorden global, la disyuntiva es clara: contribuir a la dilución de la Unión Europea (UE) que pretenden poderes oligárquicos, autoritarios y belicistas encabezados por Trump y Putin o hacer de la UE una parte esencial de las fuerzas democráticas que pretenden preservar los valores universales de los derechos humanos y el derecho internacional. Dicho de otra forma, colaborar en la construcción de un orden mundial al servicio de los intereses de las diferentes elites de las grandes potencias y de sus desvaríos autoritarios, ultranacionalistas y xenófobos o impulsar reglas e instituciones multilaterales que faciliten la compatibilidad de los valores democráticos y los derechos sociales con un desarrollo económico sostenible e inclusivo basado en la cooperación.
Hay muchas razones para pensar que la UE será un figurante o un actor secundario en este caótico escenario mundial
De cómo se defina el electorado alemán ante este dilema dependerá en gran parte que el proyecto de unidad europea refuerce su integración o se deslice por la pendiente de la división y la decadencia. Una parálisis paulatina que conduciría a la insignificancia de la UE en la configuración del nuevo orden mundial que hoy se diputan fundamentalmente EEUU y China, aunque no sean los únicos actores globales con capacidad de influir en el curso de los acontecimientos. O, en dirección contraria, un reforzamiento de la integración de las economías, instituciones y políticas comunitarias que permitan a la UE promover la articulación del conjunto de fuerzas democráticas y progresistas capaces de resistir la ofensiva iliberal y militarista que de forma combinada impulsan la Administración Trump y el régimen de Putin y en la que un objetivo prioritario de ambos es el debilitamiento y la fragmentación de la UE.
El orden internacional liberal surgido tras la victoria de las potencias Aliadas contra el nazifascismo en la Segunda Guerra Mundial está deshecho y a la espera de un recambio que nadie sabe cómo será, porque ninguno de los actores o poderes globales, ni siquiera los EEUU de Trump, tiene la capacidad de definir sus pilares básicos.
Vivimos tiempos turbulentos de grandes mudanzas y desafíos en los que el régimen de Putin (en el tradicional ámbito de influencia del nacionalismo gran ruso y a través del ejercicio y la razón de su fuerza militar) y la Administración Trump (a través del poder de extorsión global que le proporciona la potencia militar de EEUU) convergen en el objetivo de propinar el golpe definitivo al tambaleante orden internacional liberal. ¿Quién habría dicho en 1989, el año de la caída del Muro de Berlín, que EEUU y Rusia acabarían colaborando en el asalto al orden internacional liberal? ¿Quién podría prever esa colaboración en los preparativos del entierro de los modelos neoliberales de globalización y capitalismo que gobernaron el mundo tras la implosión de los sistemas de tipo soviético en Europa?
Las ideas y las políticas neoliberales dominaron el mundo en las últimas décadas, pero han demostrado en años recientes su incapacidad para afrontar la crisis terminal que padecen y gestionar las imprescindibles transiciones energética, ecológica, tecnológica y productiva que hay que llevar a cabo para sostener cualquier tipo de civilización. Ahora toca reemplazarlas. Y grandes potencias y poderes globales intentan gestionar el mientras tanto para dejar la huella de sus intereses particulares y su poder en los nuevos modelos y el nuevo orden mundial por construir.
Vivimos tiempos turbulentos de grandes mudanzas y desafíos en los que el régimen de Putin y la Administración Trump convergen en el objetivo de propinar el golpe definitivo al tambaleante orden internacional liberal
Este es el complejo contexto global en el que las fuerzas democráticas y progresistas están obligadas a concretar y presentar a la ciudadanía un proyecto con las grandes líneas del orden mundial por hacer y los modelos de globalización y capitalismo en los que se sustentará. No es el mejor escenario posible, pero las fuerzas de progreso siempre han jugado en campo contrario y con reglas marcadas de antemano que intentaban trabar los afanes de cambio que cuestionaban los privilegios y poderes previos.
Algunas lecciones de la República de Weimar
La influencia de las elecciones alemanas en el futuro de Europa y del mundo
Lo que se dirime en las próximas elecciones del Parlamento Federal alemán no sólo atañe al futuro de Alemania, aunque arrojarán luz sobre la intensidad del avance de la extrema derecha, que logrará una posición política muy relevantes y su máximo nivel electoral histórico desde la derrota en 1945 del régimen nazi, y sobre la actitud de la derecha democrática alemana, que tendrá que resolver de nuevo la difícil ecuación de su política de alianzas con una extrema derecha iliberal, xenófoba y antieuropeísta en la que Trump ha puesto todas sus complacencias.
La disputa electoral alemana afecta también a una cuestión mucho más importante, que se resume en si la UE puede reforzar la soberanía comunitaria y aspirar a convertirse en un actor global con capacidad de arbitrar en la pugna entre los proyectos iliberales de orden mundial que persiguen China y EEUU. Y, además de arbitrar, ofrecer a la comunidad internacional una vía transitable hacia un nuevo orden mundial multilateral, inclusivo y democrático capaz de afrontar de forma pacífica y cooperativa las grandes transformaciones productivas, ecológicas e institucionales pendientes. Y para lograrlo, la UE necesita articular el ancho río de fuerzas democráticas y europeístas y promover una acción política que permita plasmar en hechos un nuevo orden mundial en el que tengan cabida muy diferentes necesidades de desarrollo y las reclamaciones de las grandes mayorías sociales de todos los países que forman la comunidad internacional.
¿Quién habría dicho en 1989, el año de la caída del Muro de Berlín, que EEUU y Rusia acabarían colaborando en el asalto al orden internacional liberal?
Las delirantes promesas de Trump consiguieron convencer a una mayoría suficiente del electorado estadounidense y cuentan con el apoyo de gran parte de sus elites y grandes industrias tecnológicas, financieras, energéticas o militares, que las respaldan a cambio de que los presupuestos públicos y los poderes de la Administración Trump garanticen mercados seguros e inversiones rentables. En los planes de Trump no caben los socios, sólo estados vasallos o cómplices que contribuyan voluntariamente o mediante amenazas a cumplir su objetivo de afianzar la hegemonía global de EEUU y de sus grandes empresas sin cuestionar los medios empleados.
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Por eso, la Administración Trump amenazará, intentará tumbar y tomará represalias contra cualquier tipo de regulación o políticas comunitarias que amenacen la posición de las grandes empresas estadounidenses, supongan más costes o impliquen el impulso de la industria comunitaria en sectores claves que permitan superar las dependencias tecnológicas, energéticas o militares de la UE con EEUU. Trump cuenta para conseguirlo con el caballo de Troya que alimenta desde hace años de las extremas derechas europeas y de una parte de las derechas euroescépticas que prefieren debilitar y vaciar de competencias a las instituciones comunitarias, aunque ese vaciamiento acabe suponiendo economías más dependientes y, por tanto, más vulnerables y unos Estados miembros más débiles e incapaces de ejercer una soberanía real frente a los intereses de EEUU y sus grandes grupos empresariales.
Otra cosa es que Trump consiga sus objetivos o se despeñe. Y eso dependerá de múltiples factores y actores que hay que ver cómo se despliegan y qué reacciones y fuerzas desatan. Las próximas elecciones alemanas y la influencia de su resultado en el discurrir y la acción política de la UE van a ser claves en el desarrollo de esta historia de órdenes o desórdenes mundiales y de soberanías compartidas o antagónicas entre instituciones comunitarias y Estados miembros de la UE.
La Administración Trump amenazará, intentará tumbar y tomará represalias contra cualquier tipo de regulación o políticas comunitarias que amenacen la posición de las grandes empresas estadounidenses
Tras la toma de posesión de Trump como presidente de EEUU, sus primeras medidas y coces arancelarias contra sus aliados y sus aparatosas incursiones discursivas sobre la expansión territorial de EEUU y a favor de las pretensiones militaristas contrarias al derecho internacional del régimen de Putin en Ucrania y del genocida Gobierno Netanyahu en Gaza dan cuenta del momento agónico que vive el viejo orden mundial liberal y los enormes obstáculos que habrá que superar para sustituirlo. No todo se va a decidir de una vez ni en unas elecciones, pero sigan con atención el resultado de las urnas alemanas del próximo domingo, 23 de febrero, y en qué mayoría parlamentaria o coalición gubernamental acaban desembocando, porque van a influir en el papel que podrá jugar la UE y en el estrechamiento o la ampliación de sus opciones de futuro.
El mundo se adentra de la mano de Trump en un cambio de época en el que todo está en cuestión o por redefinir, mientras la apuesta de las fuerzas trumpistas discurrirá entre el fracaso y la catástrofe.
Alemania: caos político y un gobierno fallido
Hay muchas razones para pensar que la UE, atrapada entre sus divisiones internas y sus fuertes dependencias exteriores en materia energética, tecnológica o militar y atenazada por sus debilidades e incoherencias institucionales, será un figurante o un actor secundario en este caótico escenario mundial hecho a imagen y semejanza de Trump. Pero hay también muchas razones para pensar, si se añaden a los ingredientes del análisis unas gotas de optimismo de la voluntad, que la historia de éxitos que atesora la UE en la compleja tarea de unir distintos países y muy diferentes intereses en torno a una voluntad de cooperación respetuosa con las reglas y los acuerdos alcanzados puede convertirse en la llave que permita superar el actual desorden mundial. Esa experiencia comunitaria de éxito puede replicarse en la búsqueda de puntos de encuentro en torno a objetivos comunes que faciliten la cooperación con China y parte de las potencias económicas emergentes y los países más vulnerables en la construcción de espacios fiables de cooperación pacífica con reglas comunes en la lucha contra el cambio climático, las transiciones energética y digital, un comercio justo y fiable o un trato respetuoso con las personas migrantes.
Otra de las claves del futuro de la UE es la capacidad de unir al conjunto de fuerzas y gobiernos democráticos y europeístas (lo que implica orillar o neutralizar a las fuerzas y gobiernos iliberales y trumpistas) frente a los planes militaristas y autoritarios de Trump y sus principales valedores internacionales, entre los que destacan el belicista régimen de Putin y el genocida Gobierno Netanyahu, que sólo saben de guerras de intereses y sólo entienden la dialéctica del conmigo o contra mí.
Sigan con atención el test que suponen las próximas elecciones alemanas y los avisos y lecciones que van a proporcionar. Serán un importante indicio de si la UE puede tener algún margen de acción para influir en las transformaciones globales en curso e impedir el nuevo orden mundial caníbal que alientan Trump, Putin y Netanyahu. Un orden mundial sin más reglas que la ley del más fuerte o el sálvese quien pueda y, como consecuencia, la fuerza militar como último argumento y principal razón. Un orden mundial en el que EEUU, como gran potencia hegemónica en un nuevo orden unipolar, o las grandes potencias militares imperantes en un nuevo orden multipolar, tendrían vía libre para apoderarse de los recursos económicos y la soberanía de los países que cayeran en su campo de gravitación.
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