Historias de un vinazo
REMELLURI
Telmo Rodríguez: “Los grandes vinos exigen generosidad”
Amaya Cervera
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Con 46 años y más de veinte de vino a sus espaldas, el que fuera enfant terrible del vino español sigue viviendo en un estado mental de permanente inconformismo. Crítico, vehemente y sin miedo a lanzar frases lapidarias, el líder de la compañía que lleva su nombre ha convertido la recuperación de viñedos ancestrales en su bandera. Toda una cruzada por que no desaparezcan los viejos y bellos paisajes del vino español.
La historia de Telmo Rodríguez se inicia en la finca familiar de Remelluri en Rioja, donde se da a conocer como un elaborador tan brillante como revolucionario que chocaba frontalmente con los planteamientos tradicionales de la denominación. Su visión del vino le lleva a iniciar un proyecto en solitario y en 1994 funda junto a su inseparable socio Pablo Eguzkiza la Compañía de Vinos Telmo Rodríguez, un aventura por recuperar viñedos ancestrales (vean las fotos de Jason Orton en www.telmorodriguez.com que transmiten la fuerza, la emoción o la belleza de algunos de estos paisajes) pero en la que también se apuesta por elaborar etiquetas sencillas y de relación calidad-precio como vía necesaria para autofinanciar el trabajo en nueve regiones vinícolas.
En esta entrevista le hemos pedido que nos hable de su proyecto vital con la perspectiva que da el tiempo, de sus raíces en Remelluri, de lo que le queda por hacer y, por supuesto, de su visión del vino español.
• Perteneces a una generación de elaboradores que habéis sido calificados de enfants terribles. Pero, pasados ya los cuarenta, ¿cómo te ves y cómo ves a esa generación que revolucionó el vino español?
Somos una generación que ha vivido un momento muy interesante. Cuando miras hacia atrás ves que somos como un eslabón que ha permitido hacer el cambio de una sociedad vinícola industrial con poca alma a otra de gente joven e inquieta que tendrá que perfilar el futuro del vino español.
Viñedo en Málaga
• También a menudo se percibe ese movimiento como algo monolítico, pero entiendo que no todos defendíais necesariamente las mismas ideas. ¿Cuáles era las tuyas?
Siempre me ha alejado de los vinos de escaparate. Pero creo que mi proyecto de hacer vinos honestos y sin demasiado show no se ha entendido demasiado. Yo no tengo nada que ver con un flying winemaker. Cuando empecé, todo estaba por hacer. Viajamos por España en un momento en el que a la mayoría de productores no les interesaba el esfuerzo que supone descubrir y volver a dar vida a viñedos olvidados. Y en un momento en el que también era posible comprar esos viñedos. En Francia no me habría comido un rosco. Allí no queda casi nada por descubrir.
• Con una perspectiva de algo más de 20 años en el vino, ¿cuáles crees que son lo grandes logros del vino español en los últimos años?
Se ha acabado lo del good-value wine. España cogió un camino equivocado en el siglo XIX que es el del vino industrial. Que hoy en día los grandes triunfadores del vino español sean proyectos pequeños como los de Benjamín Romeo o Artadi, o que Peter Sisseck haya convertido Pingus en cinco años en un clásico es todo un logro. Para conseguir esto, este país requería de una crítica. Hacer vino es cuestión de crítica, de ver qué no está bien y qué debe cambiarse, y también de análisis. Los grandes vinos exigen una selección; requieren generosidad.
• Eres un buen conocedor de los grandes vinos del mundo y, de hecho, has trabajado en importantes bodegas de Burdeos y el Ródano. Eso, indudablemente, debe dar una perspectiva diferente.
He tenido la suerte de poder descubrir el vino de la mano de gente realmente interesante. Elegí estudiar fuera de España porque aquí no había una carrera de enología como tal. Y es cierto que presumo de haber trabajado con personajes tan potentes como Bruno Prats antes de que Burdeos se convirtiera en una tierra de grandes empresas o con Chave en Hermitage (Ródano) con su pequeño viñedo de 15 hectáreas que ha pertenecido a su familia desde 1470.
Viñedo en Ribera del Duero
• Pero esa visión también te ha hecho ser más crítico y a menudo incomprendido...
Renunciar a ser un enólogo estrella, a tener puntos y a ser uno de los top te da una cierta tranquilidad y te deja tiempo para trabajar. Mi apuesta por los grandes vinos es a largo plazo y creo que requiere tiempo. Me he alejado de los vinos “bótox” y “apisonadora” que tanto éxito tienen, también entre vosotros los expertos.
• Ese inconformismo, ¿se ha moderado o ha crecido con el tiempo?
Sigo en tensión y con ganas de hacer cosas. Ha habido momentos en los que me he sentido impotente y no podía sacar adelante muchos de los proyectos que me hubieran gustado. Ahora estoy contento con lo que estamos haciendo. Tenemos todas las herramientas para hacer vinos increíbles.
• ¿Qué es lo que más te altera últimamente?
Las cosas horribles que le están sucediendo a la viticultura en España. Estamos destruyendo el paisaje, acabando con las plantaciones en vaso que forman parte de ese paisaje y transformándolo radicalmente. Y los viticultores que han trabajado muchas de estas viñas se están muriendo. Pero además ningún crítico o líder de opinión parece preocuparse de ello.
• En ocasiones has manifestado cierto desencanto por el vino
Siempre me he divertido y disfruto mucho con el vino. A veces he huido de vinos que no me interesaban porque los consideraba superficiales a pesar de su éxito. Creo que el viñedo español tiene que entrar en una etapa de madurez en la que se valoren los auténticos argumentos del vino. Por otro lado, tampoco puedo vivir en torno al vino las 24 horas del día. Vine a Madrid para huir de esta sensación y siempre he trazado una línea divisoria entre mi vida personal y el vino.
• ¿Crees que tu gusto por el arte ha influido en tus vinos o, al menos en sus etiquetas? Algunas de ellos son casi legendarias.
Nos gusta trabajar con gente de talento e hicimos una apuesta firme por Fernando Gutiérrez. En el tema de las etiquetas queríamos trabajar con alguien que no supiera nada de vino. Nuestras etiquetas pueden gustar o no, pero son consistentes y han envejecido bien. Han surgido de lo que era cada proyecto: la fábrica de Rioja para reivindicar que el vino se hacía en una bodega alquilada y muy fea. La tipografía que tiene todo el protagonismo en Matallana trata de recordar las viejas etiquetas de Vega Sicilia que jugaban con diferentes tipos de letra... La idea era que las etiquetas explicaran el vino.
• También eres de los pocos enólogos de prestigio que ha apostado en serio por hacer vinos baratos.
He hecho vinos sencillos porque no podía hacer otra cosa y porque además España es un país en el que se pueden elaborar vinos ricos y sencillos. En Rueda, hacemos 80.000 cajas de Basa y en la última cosecha 2008 90.000. Pero de LZ en Rioja, por ejemplo, sólo hacemos 5.000 cajas y del Gaba do Xil Mencía, en Valdeorras, 3.000 cajas. El hecho de no tener capacidad y dinero a veces es bueno porque así no haces locuras. No nos ha quedado más remedio que ir despacio y trabajar con originalidad.
• La Compañía de Vinos Telmo Rodríguez elabora en la actualidad 17 marcas en 9 regiones vinícolas ¿Cómo se gestiona un entramado tan complejo y, sobre todo, cómo se vive semejante ajetreo?
Somos varias personas en nuestro equipo enológico. El éxito de nuestros vinos no es que yo esté en todas partes. El proyecto es complicado. No hemos elegido la sencillez. Nuestra vocación por descubrir se basa en entender los sitios y en ser finos y sensibles. Ninguno de los vinos que me gusta está marcado por una mano o una forma de trabajar. Detrás de todo gran vino hay gente sensible, pero no me gusta el concepto técnico.
• ¿Qué es lo realmente importante entonces?
Hay que trabajar de forma que el enólogo no pueda transformar el gusto de un lugar y destruir su esencia. Yo siempre he sacrificado todo para que los vinos no perdieran la conexión con el paisaje.
• Ahora por fin estrenas bodega propia en Rioja y dejas de ser un elaborador errante. ¿Crees que esto va a marcar un punto de inflexión en tu carrera?
Hay que hacer una inversión tan grande... Espero que no sea mi sentencia de muerte. Es cierto que con la bodega hemos realizado nuestro sueño. En ella hemos querido recuperar gestos de la Rioja de antes y todo se ha pensado para que el vino sea protagonista; hemos contado con artesanos para hacer muros de tierra, lámparas de barro, cubas de hormigón limpio y pinturas de pigmentos naturales. La bodega respeta el entorno, no se ve y no es una demostración de poderío.
• Dentro de tu larga lista de etiquetas, ¿cuál es el gran vino de Telmo Rodríguez? ¿O a veces la dispersión impide concentrarse?
Podemos generar una imagen de dispersión porque nuestro proyecto se ha basado en trabajar en diferentes zonas a la vez. En estos 15 años hemos trabajado despacio y muchas veces sacrificando el brillo por el largo plazo. Nuestros mejores proyectos son de escala humana: viñedos de unas diez hectáreas trabajados para que algún día den las mejores uvas. Los viñedos imposibles como los de Molino Real en Málaga, Pegaso en Cebreros (Ávila) o las parcelas de Altos de Lanzaga en Rioja han requerido mucho esfuerzo. Tenemos las ideas muy claras pero cualquier gran vino, insisto, necesita tiempo.
• Eres uno de los defensores de la biodinámica en España. ¿Hasta qué punto estás convencido de su eficacia?
Hacia el 89-90 me puse en contacto con Nicolas Joly porque quería recuperar una viña abandonada en un terreno muy especial en Remelluri, a bastante altitud y rodeada de encinas. En mi casa se bebía la Coulée de Serrant porque le gustaba mucho a un tío mío. Finalmente no llegué a tanto en ese momento y opté por una viticultura sana pero no biodinámica. Me gusta mucho también el acercamiento de Noël Pinguet de Domaine Huet en el Loira; es un matemático que intenta entender la biodinámica. En realidad, esta filosofía te devuelve más que ninguna otra la conciencia de la viña y te obliga a preocuparte de ella como si fuera un niño. Y es cierto que al final llegas a la conclusión de que tus uvas saben mejor. Yo estoy en el grupo Renaissance des Appellations liderado por Joly con Altos de Lanzaga, que está certificado por Demeter, y Matallana. Aunque para nosotros la biodinámica no es un objetivo. Lo que nos importa es hacer vinos buenos y auténticos.
• ¿Qué experimentas hoy frente a una botella de Remelluri, que fue tu casa madre del vino?
Cuando voy a un restaurante, nunca tomo nuestros vinos; intento descubrir otros. Pero es cierto que existe un vínculo especial con Remelluri. He vivido allí y lo siento. Es un sitio mágico, con mucha energía y potencia. También es un viñedo en el que queda mucho por hacer; su gran vino está por hacer.
Por otro lado, una finca familiar acaba creando unos lazos muy fuertes. Tú perteneces a la finca en un momento de tu vida, pero la finca no te pertenece. Francis Ford Coppola, por ejemplo, compró Rubicon Estate en California y primero dio su nombre al vino. Pero cuando realmente empezó a sentir su viñedo, quitó su apellido de la etiqueta y sustituyó su nombre por el de la finca.
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