domingo, 19 de abril de 2009

El poder de PRISA se cuartea.

La salida forzada de Uria & Menéndez del consejo de PRISA, denota la descomposición del Grupo.


Prisa rompe con Uría
@Jesús Cacho - 19/04/2009Deja tu comentario (6)
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Una escueta nota de la agencia EFE daba cuenta el 19 de febrero pasado del cese de Miguel Satrústegui Gil-Delgado como secretario de consejo de administración de Promotora de Informaciones S.A., PRISA, cargo que ocupaba desde diciembre del 2000. Como una semana antes ocurriera con la salida de otro peso pesado del grupo, Carlos Abad, director general de Sogecable, la marcha de Satrústegui, un tipo bien considerado en el establishment de la abogacía madrileña, hubiera quedado tiempo atrás en el limbo de los asuntos perdidos para siempre, de no ser porque la crisis de caballo que sufre el Grupo –y que afecta por igual a todo el negocio editorial español- está contribuyendo a hacer añicos las murallas de silencio que antaño protegían el Imperio edificado por Jesús Polanco.

A primeros de febrero pasado, Satrústegui llamó por teléfono a Luis de Carlos, socio director de Uría & Menéndez, seguramente el bufete español de mayor prestigio internacional, para darle una mala noticia. Juan Luis Cebrián, 64, consejero delegado de Prisa, había decidido prescindir de sus servicios, muy centrados en los últimos tiempos a la ardua tarea de renegociación de la deuda del grupo con la banca acreedora. La nueva cayó como una bomba en la sede de la firma, en la madrileña calle Príncipe de Vergara. Durante décadas, Uría & Menéndez ha sido en el terreno legal una especie de hermano siamés del grupo empresarial de Jesús Polanco, y la relación de amistad existente entre Rodrigo Uría Meruéndano, prematuramente fallecido en Croacia en julio de 2007, y el propio Polanco y la mayor parte del alto staff de Prisa, incluido naturalmente Cebrián, rebasaba la consideración de la mera amistad para inscribirse en el marco de algo parecido a una comunión de ideales compartidos.

En el centro del drama un abogado, Matías Cortés Domínguez, 70, en realidad mucho más que un abogado, aunque tampoco sería justo calificarlo de simple ‘conseguidor’, ni siquiera un ‘conseguidor’ de lujo. Hombre de talento fuera de lo común y de un sentido del humor -a veces ácido hasta bordear lo cruel- difícil de hallar por estos pagos, lo de Cortés no tiene parangón en el panorama español de las últimas décadas. La mente conspirativa del personaje (“es que la gente no piensa”) ha hecho de él un gran urdidor de estrategias allí donde se requiera el manejo a un tiempo de los mimbres del poder político, el financiero (fundamentalmente bancario), el judicial (Garzón y aledaños de la A.N.) e incluso el social (apoyos del establishment).

Con todas las historias juntas a sus espaldas y un currículo que abarca desde el Banco Popular de los Valls a la Prisa de los Polanco, pasando por la Rumasa de Ruiz Mateos, el Banesto de Conde, el KIO de De la Rosa, El Santander de Emilio y Jaime –su gran amigo- Botín, el Sacyr de Del Rivero y Abelló y muchos más, Cortés es todo un poder fáctico en Prisa, cuya influencia ha aumentado de forma exponencial a favor del viento de la crisis. Catedrático de Derecho Financiero y Tributario, Matías viene moviéndose activamente en los últimos tiempos en busca de inversores capaces de tomar posiciones en la cabecera del Grupo o en alguna de sus filiales más rentables, caso de Santillana, operación tan compleja como delicada en las actuales circunstancias, puesto que aumentar recursos propios vía ampliación de capital podría suponer la pérdida del control del Grupo. En realidad, Matías opera como una especie de banquero de negocios sui generis, en el corazón mismo de un problema donde se dilucida la suerte del primer grupo editorial español: cómo hacer frente a una deuda de más de 5.000 millones de euros, equivalente a seis veces el beneficio de explotación (Ebitda).

Pero, al mismo tiempo, lleva la asesoría jurídica externa de Prisa a través de Cortés Abogados, la boutique de Hermanos Bécquer, donde, a sus órdenes y las de sus hermanos Luis y Antonio Cortés Domínguez, trabajan “otros 16 experimentados abogados, entre los que se incluyen antiguos jueces, abogados del estado y funcionarios de la Agencia Tributaria”, según reza el folleto de presentación del bufete. Nada que ver con los cientos de abogados de Uría & Menéndez, pero ya hemos visto que Cortés es otra cosa. El caso es que Matías se desempeña en la actualidad como miembro del Consejo de Administración, de la Comisión Ejecutiva y de la Comisión de Auditoría –presidente- de Prisa, además de banquero y asesor jurídico a través de Cortés Abogados, que el año pasado facturó a Prisa casi 6 millones de euros por trabajos profesionales. Cinco ocupaciones, pues, y bien distintas, un caso sin parangón en el mundo del Derecho español o extranjero, que necesariamente debe tropezar con toda clase de conflictos de interés y hacer añicos no pocos principios deontológicos al uso.

Matías Cortés maneja las riendas de Prisa

Con la espada de Damocles de los bancos acreedores pendiente de caer sobre la cabeza de Cebrián a fecha fija, la situación de un Matías teniendo que dar instrucciones a Uría sobre cómo redactar determinados documentos, dando detalles de su trabajo y descubriendo sus cartas, se hizo insostenible. El gran Cortés no quería testigos incómodos. Uría tenía que abandonar Prisa, previa devolución del material en su poder. Cortés Abogados se encargaría del trabajo. Así todo quedaba en casa. El golpe de mano provocó la dimisión fulminante de Satrústegui, un hombre acostumbrado a trabajar con Uría desde siempre como secretario del Consejo y jefe de su Asesoría Jurídica de Prisa. No estaba dispuesto a consentir semejante atropello.

De Carlos, ansioso por conocer una explicación a lo ocurrido, pidió audiencia a Cebrián y la tuvo. No había nada contra el bufete, sino un problema de reestructuración interna derivada de la fusión entre Prisa y Sogecable. En tiempo de miserias se imponen las sinergias, que alcanzaban también a Satrústegui, un hombre al que se le había ofrecido seguir al frente de la secretaría del Consejo de la fusionada, ofrecimiento que había rechazado. “Ya veréis como pronto da la cara apareciendo como socio de Uría”, dicen con malévola sonrisa en el entorno de Cebrián. El resultado es que una relación tan larga e intensa como la existente entre el grupo editorial y el bufete de abogados ha terminado de forma abrupta. En Prisa dicen que seguirán encargando asuntos a Uría, una promesa que suena a amable despedida. Si Jesús Polanco levantara la cabeza se negaría a creer lo ocurrido.

Matías Cortés, pues, en el puente de mando de Prisa y manejando las riendas, blindado ante Cebrián pero muy cerca de los hijos del heredero. Ambos, Cortés y Cebrián, se juegan mucho esta semana. El crédito puente que por importe de 1.950 millones de euros sirvió para financiar la OPA sobre Sogecable y que vencía el pasado 31 de marzo, fue renovado por un mes ante la negativa radical de dos de los bancos extranjeros que forman el sindicado (HSBC y BNP Paribas) a conceder el año de prórroga que pedía Prisa, negativa que obliga a ir renovando mes a mes hasta que se halle una solución. HSBC, como la inmensa mayoría de bancos extranjeros enganchados en el estallido de la burbuja española, aprietan ahora al máximo y no sólo se niegan a prestar nuevo dinero sino a refinanciar siquiera. Quieren salirse a toda costa. Y llegar hasta el límite, para ver si alguno de los nacionales les compra su riesgo. Mucho antes del dead line de marzo, y al pedir la extensión del crédito por un año más, Prisa presentó a sus acreedores un detallado plan de negocio con proyecciones financieras a tres años.

Ese trabajo está hecho y no hay nuevas exigencias al respecto. Lo que no ha hecho Cebrián ha sido vender Digital Plus, que es la única forma que se antoja capaz de arrojar alguna luz al final del túnel de esa gigantesca deuda. El ejecutivo y académico quiere el oro y el moro. Y otro año de propina para no tener que vender a capón y al precio que le quieran pagar. Pero el tiempo juega en su contra, porque la aprobación de la TDT de pagó supone un riesgo claro de minusvalía para ese activo. ¿Cómo conseguir un abonado más, habiendo perdido los derechos del fútbol y sabiendo que en dos días quien quiera ver un Barça-Madrid podrá hacerlo con un descodificador en casa y sin necesidad de comprometer un pago mensual con nadie? Incluso vendiendo Digital Plus el futuro de Prisa como negocio integrado se presenta muy oscuro, porque, tras esa venta, la deuda del grupo seguiría siendo enorme mientras que el Ebitda se reduciría en casi 240 millones de euros. Sólo se adivina la partición del grupo, con una vuelta de la familia Polanco al negocio editorial primigenio de Santillana. ¿Y dónde Matías, tras ese tan traumático como histórico desguace? Matías siempre a flote.

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